La votación nicena

Creo que ya les he dicho alguna vez que la democracia no es ese sistema político que dirime sus diferencias votando (como creen muchos) sino que es ese sistema político que alcanza acuerdos deliberando merced a un diálogo abierto, generoso y sincero.

La votación marca en democracia el fracaso del debate.

Para no dar ejemplos de hoy que todos tenemos en mente me van a permitir que les traiga aquí una de las votaciones que más dramáticas consecuencias han tenido en la historia de la humanidad y esta no es otra que la que se produjo en el año 325 en el Concilio de Nicea, sínodo en el que se fijaron las bases de la doctrina católica pero, para que se me pueda entender, es preciso que antes les ofrezca un poco de contexto.

Para el año 325 el cristianismo había tenido un éxito fulgurante pues en apenas tres siglos la fe de unos pocos judíos se había extendido no solo por todo el imperio romano sino también por los territorios adyacentes. El cristianismo —y esto a menudo se olvida— contaba para el año 325 con seguidores no sólo dentro del limes del imperio sino en puntos tan lejanos como la China de la dinastía Han, el Imperio Persa Sasánida o la península arábiga.

Claro es que, para el 325, todos cuantos se llamaban cristianos en ese extenso territorio no creían exactamente en las mismas cosas.

Por solo citar unos ejemplos mencionaremos en primer lugar a los trinitarios, cristianos que creían que aunque Jesús era el Hijo de Dios era tan eterno como su Padre y tan Dios como su Padre mismo. Para complicar las cosas a las dos anteriores añadieron una tercera persona —el Espíritu Santo— a la que consideraron tan eterna y tan dios como las dos anteriores.

Dentro de la limes del imperio romano había también unos cristianos que se decían arrianos y que fueron muy populares entre los pueblos germanos, el Mediterráneo Oriental y algunas zonas de la costa del Mediterráneo africano. Estos arrianos, por ejemplo, llegaron a gobernar la península ibérica merced a la monarquía visigoda.

Los arrianos sostienen que Jesucristo es el Hijo de Dios y que procedente del Padre, pero que no es eterno, sino que fue, como hijo, engendrado por el Padre antes de que tiempo fuese creado. De esta manera, Jesús no sería coeterno con Dios Padre.  Los arrianos citaban fragmentos evangélicos en apoyo de sus tesis como este del Evangelio según san Juan 14:28 (Versión Biblia de Navarra)

«Habéis escuchado que os he dicho: «Me voy y vuelvo a vosotros». Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo».

También había una extendidísima rama de cristianos maniqueistas, un cristianismo que proviene del maniqueísmo (en nuevo persa آیینِ مانی, Āyīn-e Mānī) que es el nombre que recibe la religión universalista fundada en el siglo III d. C. en el Imperio sasánida por el profeta y sabio parto Mani (o Manes; c. 215-276 d. C.), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad, siguiendo a Zoroastro, Buda y Jesús.

Un cristianismo que contó con notable éxito fue el cristianismo gnóstico, una corriente sincrética filosófico-religiosa que sobre la base de ideas platónicas, la dualidad materia-espíritu y otras ideas un tanto «wokes» llegaron a mimetizarse exitosamente con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era (de hecho hay quien ve influencias gnósticas en el evangelio de San Juan) y legando una buena cantidad de evangelios apócrifos de contenido gnóstico fruto de una etapa de cierto prestigio entre algunos intelectuales cristianos.

Para que se hagan una idea de la difusión que tuvieron corrientes cristianas como el difisimo les dejo el mapa de la diócesis ortodoxa oriental en el siglo VIII.

Pues bien, el Concilio de Nicea fue convocado por la autoridad imperial romana (Constantino I) para fijar la ortodoxia cristiana y así se hizo en el año 325 donde se enfrentaron muchos de estos cristianismos y emergió tras la pertinente votación como triunfador el cristianismo trinitario.

La ortodoxia y el credo estaban fijados pero ¿qué paso con todos los cristianismos derrotados en Nicea? ¿desaparecieron?

Obviamente no.

Apoyado por la autoridad imperial romana el cristianismo trinitario con el tiempo se convertiría en la religión oficial del imperio, mientras que los demás cristianismos, más o menos perseguidos, se irían convirtiendo en pecado o delito de forma que los territorios vecinos al imperio se llenaron de seguidores de estos cristianismos proscritos e incluso el interior del imperio se convulsionó con las revueltas monofisitas de quienes mantenían sus firmes creencias en las ideas de estos cristianismos derrotados.

El climax se produjo con el choque que se produjo en el siglo VII entre el Imperio Romano y el persa Sasánida. Ambos imperios estuvieron a punto de desaparecer en aquella brutal guerra y emplearon cuantos medios tenían a su alcance lo que incluía a mercenarios de los más diversos lugares, incluida Arabia.

La guerra duró del año 602 al 628 y para cuando se firmó la paz ambos imperios estaban exhaustos.

Y fue entonces cuando los efectos de la votación de Nicea se dejaron sentir con mayo intensidad porque mientras esa guerra tenía lugar y principiando en el año 610 en un lugar recóndito de Arabia (La Meca) un hombre comenzó a redactar un texto que recogía muchas de las creencias de aquellos cristianismos derrotados que el Imperio Romano había expulsado tras Nicea y que ahora plagaban las tierras exteriores al imperio romano, incluyendo al imperio persa sasánida.

Ese texto, hecho de retazos de aroma a veces nestoriano, a veces ebionita, a veces de cualquier otro cristianismo derrotado, proclamaba que Jesús era el Mesías, sí, y que su madre lo había concebido virginalmente por obra de Dios pero que lo que no era era Dios igual que Dios, ni eterno como Dios ni de la misma sustancia que Dios. Mesías, sí, profeta sí, pero no Dios porque Dios no hay más que uno y no necesita ni tiene hijos.

Esta doctrina ferozmente antitrinitaria hizo las delicias de los derrotados en Nicea y no es de extrañar que habiendo quedado exánime el imperio persa sasánida la nueva doctrina se propagase practicamente sin esfuerzo por toda su antigua extensión.

También en muchas partes del imperio romano la nueva doctrina fue recibida con alborozo pues eliminaba el incomprensible galimatías trinitario, de forma que el norte de África no tardó en adherirse a la vieja/nueva creencia. Incluso la Hispania hasta hace poco arriana los recibió con agrado y sin más que unos pocos choques violentos con parte de los gobernantes visigodos.

El muy trinitario imperio romano sí se enfrentó agonísticamente a ellos y los frenó bajo los muros de la antigua Bizancio hasta 1452 en que acabó sucumbiendo.

¿Al islam?
¡Quiá!
A aquella vieja e innecesaria votación del año 325 en Nicea.

Maryam

Maryam

El interminable conflicto religioso que desangra a Canaán tiene un epicentro simbólico que no es otro que la llamada «explanada de las mezquitas», en Jerusalén, lugar donde se alzó el primer templo de Salomón y, tras su destrucción,  el segundo templo de Zorobabel que más tarde engrandecería Herodes el Grande, el llamado «segundo templo», el que conoció Jesucristo.

Tras su destrucción por los romanos en el año 70 la explanada del templo quedó vacía hasta que en el año 692 el califa omeya Abd-Al-Malik, movido por intereses políticos interesantísimos de comentar, levantó justo en el mismo lugar en que se encontraba el templo judío un lugar de culto conocido como «La cúpula de la roca».

Sin duda ustedes lo han visto, pues su cúpula dorada es la construcción más conspicua de cuantas componen la imagen habitual de Jerusalen en las noticias. La construcción más visible de Jerusalén, vista desde el monte de los olivos, es precisamente esta «Cúpula de la Roca» y es la plaza que la rodea (la «Explanada de las Mezquitas») el epicentro de los conflictos sociales interreligiosos que se disparan recurrentemente en Jerusalén.

Pero… ¿qué es lo que hay allí que convierte ese lugar en epicentro de tormentas religiosas»?

Lo que hay bajo esa cúpula es, como su nombre indica, una roca. Lo que ocurre es que para los judíos esa roca es la roca fundacional, desde ella creó Yahweh el mundo y al hombre, allí trató de sacrificar Abraham a su hijo Isaac, allí estuvo el arca de la alianza y el sancta sanctorum del templo y allí ha de volver el mesias esperado.

Los musulmanes poco más o menos creen lo mismo si bien a quién trató de sacrificar Abraham no fue a su hijo Isaac sino a su primogénito Ismael y fue desde allí, además, desde donde Mahoma inició su viaje por los cielos.

La cúpula es una de las primeras construcciones de lo que llamamos «islam» y las inscripciones que hay en su interior son las primera muestras epigráficas de lo que hoy llamamos islam.

¿Y qué dicen esas inscripciones?

Pues les ruego que controlen sus nervios y crean en las traducciones que les ofrezco.

Las inscripciones que hay en esa cúpula dorada nos hablan de Jesucristo y de su santa madre la siempre Virgen María. Les transcribo un par de ellas:

«Innamā l-Masīḥ ʿĪsā bnu Maryam rasūlu llāhi wa-kalimatuhū alqāhā ilā Maryam wa-rūḥun minhu.»

(Traducción) «Ciertamente, el Mesías, Jesús hijo de María, es el Mensajero de Dios, y Su Palabra que Él comunicó a María, y un espíritu procedente de Él.»

¿Curioso verdad? Uno de los «sancta sanctorum» del islamismo y un lugar de enfrentamiento crónico con judíos y cristianos lo que guarda en su interior son menciones de inmenso respeto hacia Jesús (a quien llama mesías) y hacia su madre.

Sabemos muy poco del islam y lo que nos transmiten los medios de comunicación no suele ser más que los episodios violentos o los de integrismo religioso ocultando los demás. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que la Virgen María es mencionada más veces en el Corán que en los mismos Evangelios? Y no, no crean que es mencionada con poco respeto, todo lo contrario, María (Maryam) es mencionada con reverencia extrema, su concepción de Jesús fue tan inmaculada como la cristiana y es para ellos, como para los cristianos, Virgen. Una de las suras más bellas del Corán (la 19) está íntegramente dedicada a ella.

Ayer coloqué una encuesta en twitter preguntando a mis seguidores si creían que los musulmanes consideraban virgen o no a María y el grado de desconocimiento de aspectos como este resultó enorme. Y como este los demás ¿conocen los musulmanes el antiguo testamento? ¿en qué creen? ¿de dónde nace el islam?

Los seres humanos preferimos ignorar y temer lo desconocido que conocer y tender puentes hacia lo ignorado y esto es válido para musulmanes, judíos, católicos y protestantes. Por eso no debiera extrañarnos que si cultivamos la ignorancia estemos cultivando al mismo tiempo el miedo y la violencia.

O asumimos que vivimos en un estado aconfesional, sacamos las religiones (todas) de nuestras ecuaciones políticas y combatimos la ignorancia, o lo de Torre Pacheco será solo el principio.

Y discúlpenme si molesto.

Las cruces de mayo y el islam

Las cruces de mayo y el islam

Se está celebrando en muchos lugares de España la fiesta de las cruces de mayo y —visto que en lugares como Cartagena esta fiesta no tiene más profundidad que la de un macrobotellón para mayor ganancia de los hosteleros— me van a permitir que aproveche la ocasión para decirles que esta fiesta de las cruces de mayo es un buen momento para establecer los orígenes del islam.

Y, como alguno de ustedes habrá comenzado a trasudar con esta afirmación de que el islam tiene su origen en la fiesta de la cruz de Cristo, antes de seguir adelante le ruego que me lea con indulgencia y me dé tiempo a explicarme.

Vayamos, pues, al turrón sin mayor dilación.

La fiesta de las cruces de mayo conmemora el descubrimiento de la cruz de Cristo por la madre del emperador Constantino; es decir, la madre del emperador que convocó el concilio de Nicea para fijar la ortodoxia católica.

Recordemos lo que pasó en este concilio y las consecuencias que tuvo para la cristiandad.

Hasta el concilio de Nicea no había una versión oficial del cristianismo, antes al contrario, coexistían muchas versiones de la fe cristiana. A poco que hayan leído ustedes sobre el tema recordarán que para el tiempo en se convocó el concilio de Nicea había al menos una versión del cristianismo en plena efervescencia: el arrianismo. Para un cristiano arriano Jesucristo es el Hijo de Dios, procedente del Padre, pero no es eterno, sino engendrado por el Padre antes que Dios creara el tiempo. De esta manera, Jesús no sería coeterno con Dios Padre, si bien habría empezado a existir fuera del tiempo, en tanto el tiempo se aplica solamente a las creaciones de Dios. Hay que destacar que los arrianos no se denominaban a sí mismos de esta manera, y se trata de un término empleado por los autodenominados ortodoxos.

Obviamente un arriano no se llamaba a sí mismo arriano sino simplemente cristiano, el nombre de «arrianos» se lo colocó la facción trinitaria vencedora en Nicea.

Antes de este cristianismo arriano ya habían existido —y en muchos casos aún perduraban— otras versiones del cristianismo como es el caso del cristianismo de Marción cuya doctrina afirmaba la existencia de un verdadero Dios, desconocido y ajeno al mundo, revelado por Jesús, al cual se oponía un ser inferior, el demiurgo, a quien identifica con Yahveh, el dios de los judíos. Alegaba que la Ley mosaica era imperfecta y contraria a las enseñanzas del evangelio por lo que rechazaba la Biblia judía y en general las creencias y prácticas del judaísmo. Compiló por vez primera las epístolas escritas por Pablo de Tarso y las publicó junto a una versión modificada del Evangelio de Lucas. Se considera por ello a Marción el inventor del concepto de Nuevo Testamento.

Pensar que en los siglos IV-V-VI había un solo cristianismo es tan erróneo como creer que el cristianismo era una doctrina circunscrita a los límites del imperio romano. Había cristianos en el imperio romano, sí, pero también los había en el imperio persa, en arabia y muchos otros lugares. Para que se hagan una idea, en el siglo VIII (siglo del nacimiento del islam) la difusión del cristianismo nestoriano llegaba desde Arabia hasta la China.

Con todo esto en mente piensen ustedes ahora cuáles podían ser las consecuencias geopolíticas del Concilio de Nicea y su decisión de que un solo cristianismo —el trinitario— fuese el oficial dentro de los confines del imperio romano.

La primera consecuencia, obviamente, fue la derrota de todos los cristianismos no trinitarios (arrianismo, docetismo, gnosticismo, nestorianismo…) dentro del imperio lo que, paradójicamente, produjo un alivio evidente entre los imperios vecinos al imperio romano. En el imperio persa, por ejemplo, se dejó de mirar a los cristianos con recelo cual si fuesen una «quinta columna» del imperio romano, pues sus cristianos no eran trinitarios sino nestorianos y el Concilio de Nicea no hizo sino expulsar a los cristianos no trinitarios del imperio y potenciar los cristianismos derrotados en Nicea dentro de los límites del Imperio Persa, némesis del imperio romano, que acabó viendo a los cristianos nestorianos como «sus» cristianos.

Guarden en la memoria este dato porque la divinidad de Jesucristo, el trinitarismo de Nicea y todas las controversias cristianas en torno a la figura del Hijo, están en el origen de esa religión judeo-cristiana a la que se acabará conociendo como islam siglos más tarde.

Pero, por ahora, volvamos a la madre de Constantino, Elena, y a su descubrimiento de la cruz de Cristo origen de la fiesta de las cruces de mayo.

Ni que decir tiene que el «descubrimiento» de la más sagrada reliquia de la cristiandad tuvo consecuencias geopolíticas inesperadas por entonces.

Según los datos ofrecidos por los historiadores de la época, en torno a los años 325-327 Elena vigilaba las labores de desmantelamiento del foro occidental de un templo consagrado a Afrodita. Mientras se realizaban estos trabajos, se encontraron las tres cruces, los clavos y el titulus crucis (el letrero mandado poner por Pilato a la cruz). Elena misma, al volver a Roma, decidió que la cruz fuera partida en dos de manera que una parte de ella pudiera trasladarse a la capital del imperio partiendo el titulus crucis también en dos con idéntica motivación.

Las otras dos mitades de la cruz y su titulus quedaron en Jerusalén, dominado entonces por el imperio romano aunque no lejos del «limes» con el imperio persa, auténtica némesis de los romanos y con quien se sucedieron siglos de guerra y tensiones.

El clímax de la tensión entre persas y romanos llegó en el año 613 en que los persas invadieron Jerusalén y aniquilaron du guarnición. El rey persa Cosroes II Abharwez (el Victorioso) mandó entonces al obispo de Jerusalén deportado, junto con las reliquias de la cruz, a la ciudad de Ctesifonte, cerca de Bagdad.

La reacción romana como pueden imaginar fue violentísima y entre el 613 y el 627 tanto el Imperio Persa como el Imperio Romano (bizantino) se desangraron atrozmente en una guerra sin cuartel que les dejó absolutamente extenuados.

Fue en ese mundo del imperio persa extenuado, poblado por cristianos monoteístas no trinitarios y plagado de evangelios no reconocidos por la iglesia trinitaria (apócrifos) donde acabó arraigando un siglo más tarde esa religión que otro siglo después conoceremos como islam.

En el 627, tras la batalla de Nínive, el emperador romano Heraclio recupera la santa reliquia y en un desfile triunfal la devuelve a Jerusalén, quedando desangrados ambos imperios.

Pero el dominio romano de Tierra Santa estaba condenado a extinguirse, extenuados por la guerra contra los persas apenas una década después, en el 638, Jerusalén fue conquistada por un tal Umar ibn al-Jattab en el año 638.

¿Quién era este hombre y quiénes los soldados que le acompañaban?

Nuestra primera tendencia es decir que eran musulmanes pero les ruego que conserven en la memoria dos datos: el primero es que hasta el año 750 no existe ningún texto que nos hable de la existencia de ningún profeta llamado Mahoma (Muhammad); el segundo es que hasta el año 800 no podemos hablar con propiedad de una religión llamada islam.

Y sin embargo… Sin embargo para el año 691 estos recién llegados a Jerusalén habían construido en la explanada del viejo templo de Yahweh un nuevo templo sagrado conocido hoy día como «la cúpula de la roca». Si todavía no había una edición del Corán ¿qué textos la decoraban?

La respuesta les sorprenderá: ese lugar santo para los musulmanes no contiene versículos del Corán, su epigrafía nos habla de Jesucristo y de su Madre la Virgen María aunque dejando bien claro que Jesucristo, santo y profeta, no es hijo de Dios ni es Dios porque Dios no tiene ni necesita hijos.

Un nestoriano lo firmaría en el acto.

Al tiempo que dentro de la cúpula ya no hay iconos ni imágenes al otro lado de la frontera, todavía dentro del imperio romano, la revolución iconoclasta sacudía al imperio. Siendo clara la prohibición de representar imágenes de dios el emperador empleaba su furia en destruir imágenes algo en lo que los nuevos ocupantes de Jerusalén parecían estar totalmente de acuerdo.

A esos recién llegados se les llamó de muchas formas: judíos ismaleitas (descendientes de Ismael el primer hijo de Abraham), se les llamó también agarenos (descendientes de Agar, la madre de Ismael), se les llamó judíos del desierto y a la fé que les movía se la consideraba una forma de judaismo propia de los habitantes del desierto. Aunque hablaban en árabe su lengua de cultura seguía siendo el griego y era así como leían a Aristóteles y al resto de filósofos griegos… El estado de extenuación en que quedó el imperio persa tras la guerra contra el imperio romano a cuenta de la cruz de Cristo les permitió extenderse por todo él sin esfuerzo y los romanos apenas si pudieron escapar a ser ocupados por estas nuevas poblaciones.

El Concilio de Nicea, la definición de una ortodoxia, la expulsión de los heterodoxos, la condena de unos evangelios creídos pero no autorizados fueron el caldo de cultivo y los mimbres con que elaborar una nueva religión judeo-cristiana. Las guerras a cuentas de la Cruz en que murió Jesús desangraron a los imperios dominantes y permitieron que estos heterodoxos, estos judíos del desierto, ismaelitas, agarenos o como usted prefiera llamarles, pudieran ocupar simplemente los territorios que dos estados exhaustos ya eran incapaces de controlar. Apenas un siglo después, no antes del 800, a su creciente conjunto de creencias se le llamó islam y el resto es historia.

Y todo porque Elena, un día, encontró la Cruz mientras su hijo Constantino fijaba una ortodoxia que es justo lo que celebramos hoy con las cruces de mayo.

Seguramente ismaelitas o agarenos podrían esgrimir mejores razones que nosotros para celebrar esta fiesta.

Discusiones bizantinas

Discusiones bizantinas

La gente usa la expresión «discusiones bizantinas» como sinónimo de debates sin trascendencia práctica y, eso, solo demuestra el absoluto desconocimiento de los hablantes de la realidad de Bizancio y de sus debates.

Para entender las cosas a veces basta con mirar el mapa político de una época determinada y, por eso, abajo les dejo el mapa de Bizancio; en él, en amarillo, se puede contemplar el territorio dominado por el Imperio Romano de Oriente, ese al que —desde el siglo XVIII— a los historiadores les dio por llamar Imperio Bizantino. En verde pueden contemplar la tremenda extensión del archienemigo de los romanos el, para los occidentales, bastante desconocido Imperio Persa Sasánida.

No se llamen a engaño, en ese momento el Imperio Persa Sasánida era la primera potencia mundial y la vida no era fácil para los gobernantes del Imperio Romano de Oriente. Y ahora tratemos de entender cómo funcionaban las cosas entre esas dos potencias mundiales del momento (siglos III al VII).

En una parte del Imperio Romano, Judea, había sido ajusticiado en el siglo I un individuo llamado Jesús de Nazaret cuya muerte sacudió un avispero de seguidores que alcanzó a todos los territorios colindantes. La secta de los cristianos se difundió no sólo por todo el Imperio Romano sino también por partes importantes del Imperio Persa. Otros seguidores de Jesucristo se extendieron por la zona y, en particular, muchos judeocristianos como los ebionitas se establecieron en tierras del Imperio Persa hasta el día de hoy en que están siendo masacrados por los talibán. Si les interesa otro día hablamos de quiénes eran esos ebionitas.

Cuando el imperio romano hizo del cristianismo su religión oficial el Imperio Persa Sasánida no pudo sino mirar con recelo a los cristianos que vivían dentro de su territorio.

El emperador persa (el «Shaj») legitimaba su posición en base a los fundamentos de la religión zoroastrista y su dios Ahura Mazda y resultaba normal que recelase de que los cristianos podían convertirse en una peligrosa «quinta columna» dentro de su reino dado el carácter de religión oficial del imperio vecino. Si queremos verlo con una mirada más actual digamos que el rey persa miraba a los cristianos de la misma forma en que Truman y Eisenhower miraban a los comunistas estadounidenses durante la Guerra Fría, en plena «Caza de Brujas».

Pero, además del zoroastrismo, en el Imperio Persa Sasánida existían otras religiones que también invadían a su archirrival el Imperio Romano de Oriente. En el 216 había nacido en Ctesifonte un tal Mani o Manes que pronto adquirió fama de profeta. Mani vivió en su juventud en el seno de una comunidad judeocristiana ascética conocida como los elcesaitas, un subgrupo de la secta ebionita. Según sus biógrafos recibió una revelación de un espíritu al que llamaba Syzygos o «Gemelo». Cuando tenía alrededor de 25 años, comenzó a predicar su nueva doctrina, basada en la idea de que podía alcanzarse la salvación mediante la educación, la negación de uno mismo, el vegetarianismo, el ayuno y la castidad. Su visión dualista del mundo ha dado lugar a una palabra que aún hoy día usamos: maniqueísmo.

Más adelante, anunció que él era el Paráclito (Espíritu Santo) prometido en el Nuevo Testamento, el Último Profeta y el Sello de los Profetas, último de una serie de hombres enviados por Dios que incluía a Set, Noé, Abraham, Shem, Nikotheos, Henoc, Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús… (¿no les suena esto a una especie de Mahoma «avant la lettre»?)

Durante su vida, los primeros misioneros de Mani difundieron la nueva fe por Persia, Palestina, Siria y Egipto. El mismo emperador del Imperio sasánida, Sapor I, fue amigo y protector de Mani y favoreció la divulgación de su mensaje por el Imperio.

Quizá a ustedes no les suene el nombre de Sapor I, pero si les digo que conquistó Armenia, Siria y Antioquía empezarán a tomarle en serio y si les añado que, cuando el emperador Valeriano marchó contra él infligió a los romanos la más dolorosa y humillante derrota de su historia entenderán Sapor no era ningún mindundi. Sapor no solo acabó con el ejército romano sino que incluso capturó al propio emperador a quien, según las malas lenguas, usaría de taburete para subir a su caballo. No, para los romanos, créanme que Sapor no era ningún mindundi.

Mani no solo difundió su doctrina dentro del Imperio Persa, sino que sus enseñanzas también se propagaron por el propio Imperio Romano de Orienta donde muchos de los evangelios apócrifos, que por entonces se estaban escribiendo, se tiñeron de sus enseñanzas maniqueas.

¿Empiezan a tomar conciencia de la trascendental importancia de las religiones y su difusión?

Fue por eso por lo que los debates teológicos de los concilios católicos eran de la máxima importancia política y eso en un momento en que el ambiente teológico echaba chispas a cuenta de la verdadera naturaleza de la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo: Jesucristo.

Fue por eso también que, cuando el monje Nestorio, oriundo de Alejandría, una vez nombrado obispo de Constantinopla, comenzó a proclamar que Cristo estaba radicalmente separado en dos naturalezas, una humana y una divina, completas ambas de modo tal que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas, los persas comenzaron a entender que aquella trifulca teológica podía ser importante para ellos.

Cuando Teodosio II llamó a los partidarios de Nestorio al concilio de Éfeso en el año 431 con ánimo de condenarlos como herejes y ordenar su expulsión del Imperio, naturalmente, los persas se frotaron las manos. Tras la condena de la herejía nestoriana muchos de sus adeptos huyeron a Persia y allí fueron calurosamente recibidos: los cristianos persas habían dejado de ser una amenaza, pues ya no eran cristianos fieles de la ortodoxia romana sino adversarios de ella. Los persas nunca más volvieron a temer que sus cristianos nestorianos fuesen una quinta columna del Imperio Romano de Oriente. El nestorianismo, en su momento de máxima extensión alcanzó a regiones tan distantes como Malasia, China o el sur de Siberia.

Naturalmente que los emperadores romanos y el clero ortodoxo persiguieron celosamente al maniqueismo, al gnosticismo y a cualquier herejía dualista y, con lo contado hasta ahora, entenderán mejor por qué.

Discusiones bizantinas, puede ser, pero, enmedio de esas discusiones, en el año 602, comenzó una de las más espantosas guerras de la antigüedad, una guerra que enfrentaría a muerte a romanos y persas durante más de 25 años. En el curso de aquella guerra los emperadores persas llegarían a tomar Judea y a apoderarse de la principal reliquia de la cristiandad, el gran trozo de la Cruz de Cristo que la emperatriz Elena dejó en Jerusalén. Los romanos bizantinos no asumirían la pérdida y bajo el mandato del emperador Heraclio mandaron al combate todo lo que tenían… Y vencieron, y recuperaron la Cruz (el próximo 14 de septiembre si eres cristiano celebrarás esta gesta) y acabaron casi tan exhaustos como sus adversarios persas sasánidas…

Corría el año 628 y durante todo ese tiempo un hombre llamado Mahoma (en el que un monje nestoriano había reconocido a un profeta) que, como Mani, se declaró el Último Profeta y el Sello de los Profetas, último de una serie de hombres enviados por Dios que incluía a Set, Noé, Abraham, Shem, Henoc y Jesús; había estado predicando su doctrina en la olvidada península arábiga…

Cuando los ejércitos árabes salieron hacia Mesopotamia, Persia y el Medio Oriente, se sorprendieron de la facilidad con que conquistaron aquel, en otro tiempo, fabuloso imperio persa y que ahora yacía extenuado tras sus guerras contra los romanos de oriente. La realidad fue que, simplemente, no encontraron resistencia.

También se sorprendieron de la incapacidad romana para defender Palestina, Egipto y otras provincias romanas y, aunque Constantinopla resistió casi mil años más salvando a Europa de una invasión musulmana, los hijos de la Media Luna pudieron campar a sus anchas por África hasta los confines del mundo conocido: Al Ándalus.

Y todo por unas discusiones bizantinas. ¿Sin trascendencia práctica?

No sé qué opinas tú.