Los ruiseñores también mueren en Colombia

Dayana Martínez había denunciado a cinco individuos por violación; Julio César Walteros, su abogado, pidió ante los tribunales la busca y captura de lo sospechosos y los tribunales admitieron su petición. Poco después, Julio César, murió acribillado a balazos.

Sé que en España sonará horrible un suceso así, pero en Colombia, donde han sido ya asesinados más de 800 abogados, suena dramáticamente común.

Porque, a poco que lean entradas pasadas de este blog, comprobarán que en Colombia la vida de los abogados no parece valer nada ni tampoco parece que nadie vaya a hacer nada por este genocidio profesional de quienes, para defender los derechos o la libertad de los demás, se ven irremisiblemente condenados a poner el juego su propia vida.

Matar al abogado, es la forma en la que en Colombia se tratan de «solucionar» muchos procesos y cientos de abogados muertos parecen confirmar que el método está extendido.

No es posible que el mundo consienta esto; no es admisible que miremos hacia otro lado. Cada muerte de un abogado achica los espacios de libertad y justicia en el mundo y permitir que eso siga ocurriendo lo acabaremos pagando todos antes o después.

Sí, los ruiseñores también mueren en Colombia (y a centenares), esta vez ha sido Julio César Walteros.

Descanse en Paz.

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Luís Evelio Londoño «in memoriam»

Los abogados colombianos son víctimas de un genocidio profesional sin que nadie haga nada para evitarlo. Son ya más de 700 los abogados asesinados desde que se empezaron a llevar estadísticas de este drama y esta brutal matanza no parece generar la más mínima consternación en las instituciones colombianas.

Anteayer asesinaron en Cali a LUIS EVELIO LONDOÑO, abogado. Ejercía en derecho penal y era conocido como uno de los muchos abogados del pais que esperan en las URI (Unidades de Reacción Inmediata de la Fiscalía) a la espera de prestar sus servicios a las personas detenidas, no despachaba desde ninguna oficina.

Los abogados nos llamamos entre nosotros compañeros. Es una palabra bonita. Derivada del latín cum-panis designa a aquel con quien se comparte el pan y está emparentada con otras palabras bellas provenientes todas del indoeuropeo “Kom” que transmite de la idea de “juntos, cerca, con…”

Hoy ha muerto un compañero y en Cartagena de España queremos estar cerca de él. Todas nuestras condolencias y todo nuestro cariño para su familia y amigos.

Óscar Cortés Baena y José Luban Duque Jiménez: In memoriam.

La muerte sigue golpeando a nuestros compañeros abogados en Colombia, es difícil saber a estas alturas a cuántos han asesinado pero pasan de los ochocientos (sí 800) los abogados que han sido vilmente asesinados sin que se haya condenado a nadie por esos crímenes en la práctica totalidad de los casos.

Hoy lloramos a los Abogados Colombianos, Oscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez. Abogados como nosotros; seres humanos como nosotros.

La noticia me ha llegado en un correo que me manda el abogado Sr. Don Feisal H. Buitrago, colombiano como ellos y miembro de la Federación Iberoamericana de Abogados. En un país donde hasta los psicólogos tienen colegiación los abogados mueren sin una organización que los defienda. Este genocidio profesional debe cesar y las autoridades deben localizar, detener y juzgar a los criminales: Es su responsabilidad. La nuestra es que las naciones civilizadas se lo exijan.

Les dejo con el correo de Feisal H. Buitrago.

Óscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez: In memoriam.

«Colegas y amigos

Nuevamente informo a ustedes del asesinato, en menos de quince horas, de los Abogados Colombianos, Oscar Cortes Baena y Jose Luban Duque Jimenez, en la Ciudad de Armenia, Quindio.

No sabemos hasta cuando sera esta masacre y quien o en que Ciudad sera el próximo. Ya se ha informado que en la ciudad de Cali en solo siete meses del 2013, asesinaron a 11 Abogados y en Armenia, sino me equivoco van cinco en este Año, sumados a los de Bogota, Antioquia y el resto del país.

A la gravedad de estos hechos se suma que no tenemos Colegiatura Obligatoria, y menos aun un Colegio o Asociación de Abogados fuerte, seria y respetable, que tenga peso y representación para hacer estas denuncias y ser oídos en todas las instancias del Gobierno central. La gran prensa apenas registra estos hechos en sus paginas Judiciales.

Por ello a titulo individual lo hacemos a nivel Nacional e Internacional.

A solas y con dolor en el alma, seguimos escuchando a Beltorl Brecht

Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde. (Bertolt Brecht)

Hasta pronto amigos, si en que en esta Patria ensangrentada y en esta noble y Universal profesión aun podemos decirlo. Ejercemos bajo la amenaza permanente del tableteo de las ametralladoras

Feisal H Buitrago

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Juan Carlos Canizalez Ocampo

Otro abogado asesinado en Colombia. Juan Carlos Canizalez Ocampo fue vilmente asesinado en Buga por personas hasta ahora desconocidas. Es por ahora el último de los 800 abogados asesinados en Colombia sin que las autoridades parezcan capaces de esclarecer ni uno solo de estos ochocientos crímenes. Este intolerable genocidio profesional debe concluir y es preciso exigir a la administración que destine todos los medios precisos para acabar con esta lacra.

Diego Luís García González. In memoriam

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El pasado 21 asesinaron entre Palmira y Cali a Diego Luís García González. Un buen abogado penalista con más de 30 años de experiencia profesional a sus espaldas. Es el sexto abogado que asesinan en Colombia en lo que va de año y es el último (por ahora) de una larga lista de más de 700 abogados asesinados en el mayor genocidio profesional que ha vivido la abogacía mundial.

Este estado de cosas es intolerable; se mata a quien defiende la libertad y los derechos humanos por el sólo hecho de defenderla y la abyecta y execrable violencia liberticida se impone día tras día sin que nadie parezca interesado en erradicarla.

Diego Luís García González escribía y, aunque no le conocí, quede aquí uno de sus cuentos. En memoria de él. Porque los hombres viven en la memoria de los demás y en la nuestra Diego Luís va a vivir para siempre.

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LUNES, 8 DE ENERO DE 2007
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LA MUERTE EN DOS ACTOS




Alonzo Trinidad celebró su encuentro con magdarita con un beso exagerado. Fue un saludo de veinte pesos correspondido con una monedita de centavo. Luego la abrazó tanto como pudo abarcarla y la condujo hasta el parque Bolívar. Pensó que era una melosería impertinente que le restregaba lo chocante que le resultaba hacer pública su relación con aquel. Sin embargo lo toleró como una penitencia que se la tenía bien merecida.

Por estos días Magdarita estaba convencida de que sus amoríos con Alonzo Trinidad eran lo más parecido a la letra de un bolero que describe a una princesa enamorada de quien no debe; sin importar que en la clandestinidad de un motel la princesita se transformara en una diabla. Lo contrario pasaba por la mente de Alonzo Trinidad. En los mismos últimos días venía craneando someter los repechos sociales de su engreída suegra y, sin importar que la vieja se muriera de una buena rabia, anunciar a los cuatro vientos sus amores con la muchacha; como lo haría cualquier enamorado formal, no hacer ni un minuto más el papelón de enamorado secreto. Su encerrado orgullo se llenaría si sus amigos actores los vieran tomados de la mano, entre despreocupados y engreídos, acercarse hasta al atrio de la iglesia, donde, esa noche, él haría de La Muerte en la obra de teatro que iniciaba a media noche.


Magdarita creía que era un extravagante embeleco donde Alonzo Trinidad, en lugar de La Muerte, haría un oso polar. Así se lo dijo mientras caminaban rompiendo el viento de la noche con las cabezas ganchas y los cuellos del saco erectos para protegerse de un mal frío. Nadie distinto de Alonzo Trinidad se prestaría para meterse en una caja mortuoria a media noche, frente a la puerta principal de la iglesia.

En realidad estaba mitad rabiosa y mitad contenta. De una parte creía que abusaban de la ingenuidad de su enamorado. Pero también, y por cuenta de su propia cosecha, Alonzo Trinidad confirmaba con ese papelón que poseía un sentido de vida muy diferente a su parecer, que jamás ella obtendría visa de entrada al mundo en el cual él quería vivir. A ella no le importaba Eugene Ionesco, quien quiera que fuera. No estaba para vibrar con el tal Ionesco ni con el grupo de teatro de Alonzo. Además, lo que sentía no era porque él fuera un teatrero digno de su mínima admiración sino por una casual conjunción de dos copas de más y las ganas de tener algo de qué arrepentirse después. Piénsese en algo así como Un Sueño de Verano. Luego de la primera vez, fue la necesidad de darle sueltas a la concupiscencia con alguien tan relajado como un actor. En últimas, era la princesita del bolero viviendo en el pecado y luego en el remordimiento. Un espiral de frustraciones del cual saldría sólo si el Tuto Santacoloma, a quien durante los últimos días veía a espaldas de Alonzo Trinidad, le cumplía la promesa de desposarla y llevarla al reino meloso de su afortunada familia.

Arribaron al parque sin agotar el tema Ionesco y el absurdo. Alonzo Trinidad habría podido garlar por muchos kilómetros explicándose en vano. Magdarita venía oyéndolo sin escuchar nada. Andaba errando en un mundo donde a él no le darían visa de entrada. Pensando en cómo terminarle sin herirlo. Confesarle que había tomado la palabra del Tuto Santacoloma y que ahora era su prometida. Sólo por hacerlo rabiar, propiciando un desencanto que jamás llegaría, quizás que por lo mismo él tomara la iniciativa de dejarla, en todo caso disfrazando las razones para deshacerse de él, se precipitó a decir que el teatro era basura mental de pueblerinos sin oficio. Pero el plan no resultó. Alonso Trinidad resultó tan comprensivo que ella debió resignarse a callar sin quebrar su ternura con el zarpazo del adiós.



Cuando llegaron al atrio, El Bien y el Mal hacían un ensayo de última hora. El escenario estaba montado. El frontispicio de la iglesia era el telón de fondo. En el atrio, frente a la puerta mayor, estaba la caja mortuoria donde se acomodaría Alonzo Trinidad para hacer su papel. Cuatro actores tratarían en vano de entrarlo en hombros para que un cura le rezara los reponsos. Estos dos harían sus arengas a grito herido para justificar el arrebato con que se disputarían el alma del finado. Otro actor haría El Sacristán que, con los brazos desparramados, impediría el ingreso de La Muerte. Era entonces cuando Alonzo Trinidad se incorporaría del ataúd para gritar que La Muerte quería continuar su vida. El final previsible era que todos terminaran en la comisaría detenidos por irrespeto al culto religioso.



Magdarita lo acompaño hasta la caja mortuoria. Alonzo Trinidad apoyó su mano en el hombro de ella y de un brinquito ganó el interior del cajón. Permaneció por un momento sentado, aferrando la mano de su amada y con la otra sosteniendo abierta la tapa mientras el director ordenaba que se guardara. Magdarita encumbró los ojos al reloj de la torre y a pocos segundos de iniciar el acto, se acercó al oído de Alonzo Trinidad y le soltó su adiós como un ramalazo.

De inmediato doblaron las campanas.

Magdarita abandonó precipitadamente el escenario sin volver la mirada atrás para ver que Alonzo Trinidad apenas tuvo tiempo de cerrar sobre sí la tapa del ataúd. El acto comenzó como lo tenían previsto. Todos los actores hicieron sus papeles. Pero cuando llegó el momento de expulsarse La Muerte del sarcófago, y prorrumpir su parlamento, Alonzo Trinidad permaneció impertérrito. La tapa siguió hermética. No hubo poder humano, ni divino, que pudiera hacerlo regresar de las últimas anillas concéntricas del túnel que lo conducía sin regreso al resplandor.



Lo enterraron al día siguiente en la misma caja fúnebre. Magdarita y el Tuto Santacoloma acompañaron sus restos al cementerio. Allí escucharon la vieja canción mexicana que Los Teloneros De La Nada eligieron para las honras fúnebres: De pasión mortal moría, ay, ay, ay paloma…/Cucurrucucú, paloma. ¡Cómo sufrió por ella que hasta en su muerte la fue llamando…Paloma querida!

Publicado por Diego Luis García González en 11:08 No hay comentarios:
Etiquetas: cuento breve

Compañeros de Colegio

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Os echaremos de menos. De la Bocana a Bocagrande, de Cartagena a Cartagena. En Colombia asesinan a un abogado cada 9 días por el mero hecho de cumplir con su deber. Van ya 700, al menos 20 en Cartagena de Indias y nunca se acaban de investigar sus muertes.

Cuando muere un abogado en Cartagena (en cualquiera de las muchas Cartagenas del mundo) sentimos que asesinan a uno de los nuestros, a un compañero de ese colegio que es más que un lugar en el mapa. Porque la libertad no tiene más patria que el corazón de la gente. Que tengáis suerte, pronto estaremos allí. Cartagenas del Mundo. Cartagenas del Alma.