Ya viví la «singularidad» y el camino hacia ella en el mundo del ajedrez en los años 90 y ahora disfruto experimentando con el muy parecido camino que las inteligencias artificiales han emprendido en otros aspectos de la vida humana. Y, si con los algoritmos de ajedrez disfruté y aún disfruto (¿has visto que «espiritualmente» juega alpha-zero?), ahora disfruto conversando con las inteligencias artificiales e intercambiando con ellas ideas que me persiguen desde los hace más de tres lustros que empecé a escribir en mi blog actual.
Está mañana, mientras desayuno, le he preguntado a propósito de uno de mis tole-toles habituales: el origen evolutivo de la justicia y, como tenía redactado un trocito de post que hoy pensaba endosarles a ustedes, antes de pegarlo aquí he decidido pedirle opinión a una avanzada IA sobre el mismo y esta ha sido la conversación. Me ha dejado bastante satisfecho y con ganas de seguir experimentando con ella.
Se la copiaré pero antes pongo una foto del bar donde estoy desayunando para ilustrar de cualquier manera la conversación y paso a trascribir la conversación:
«Hola, dice un proverbio latino que «ubi societas ibi ius»; es decir, que allá donde hay sociedad hay derecho y a mí está afirmación me parece tan cierta que creo que es válida no sólo para las sociedades humanas constituidas por seres conscientes sino también para las sociedades vivas menos evolucionadas como aquellas formadas por bacterias, carentes de sistema nervioso e incapaces —por tanto— de todo raciocinio.
Esto me sugiere que el derecho, la justicia o la regulación de las relaciones interindividuales no nace de actos de razón sino de procesos evolutivos independientes inicialmente de la voluntad de los indivíduos que forman el grupo.
¿Qué opinas sobre esto y qué nos dice la ciencia al respecto?»
—Tu reflexión sobre el proverbio latino «ubi societas, ibi ius» plantea una idea fascinante sobre el origen del derecho y la justicia como fenómenos no exclusivos de la razón humana, sino como resultado de procesos evolutivos que podrían surgir incluso en formas de vida menos complejas, como las bacterias. Esto sugiere una visión del derecho y de las normas sociales como elementos emergentes de la vida en comunidad, más que como creaciones racionales deliberadas.
¿Es el derecho un fenómeno exclusivo de los seres humanos?
La noción tradicional de derecho se ha basado en la capacidad humana de razonar y tomar decisiones morales, lo que ha llevado a la creación de leyes y sistemas de justicia. Sin embargo, desde un enfoque evolutivo, algunas teorías sugieren que las normas de comportamiento —incluyendo las normas implícitas de cooperación y reciprocidad— podrían surgir en cualquier forma de vida social, aunque carezca de razón consciente o lenguaje formal.
En el ámbito de la biología, existen múltiples ejemplos de comportamientos organizados en seres vivos que, aunque no regulados por leyes en el sentido humano, parecen seguir una forma de «normatividad» emergente. Estos sistemas regulan las interacciones dentro de grupos para garantizar la supervivencia o mejorar las posibilidades de éxito evolutivo.
Ejemplos de «regulación» en organismos no conscientes:
1. Bacterias y la comunicación química: Las bacterias, por ejemplo, no tienen sistema nervioso ni capacidad de razonamiento, pero se organizan de manera colectiva a través de procesos como la quorum sensing. Este mecanismo regula el comportamiento colectivo en función de la densidad de la población bacteriana, permitiendo, por ejemplo, la formación de biopelículas o la coordinación en la liberación de toxinas. Aunque no podemos hablar de «derecho» en el sentido tradicional, se trata de una forma de regulación que establece ciertas reglas sobre cuándo y cómo los individuos deben actuar en beneficio del grupo.
2. Insectos sociales: En las sociedades de insectos como hormigas y abejas, hay comportamientos muy estructurados y «reglas» de cooperación que son esenciales para la supervivencia de la colonia. Las hormigas obreras, por ejemplo, tienen roles bien definidos y realizan tareas que benefician al grupo en su conjunto. Aunque no existe un derecho formal, su comportamiento colectivo responde a principios de organización que son funcionales para la supervivencia de la colonia.
3. Evolución de la cooperación: En animales más complejos, la cooperación puede surgir sin necesidad de un razonamiento consciente sobre normas. En muchas especies de mamíferos, las relaciones de cooperación y altruismo recíproco están documentadas. Estos comportamientos no se basan en un acuerdo explícito, sino que son producto de la evolución, donde las conductas cooperativas se seleccionan porque benefician a los individuos en el largo plazo.
¿Es el derecho un producto evolutivo?
Desde esta perspectiva biológica, podríamos argumentar que el derecho, entendido como un conjunto de reglas que regulan las relaciones entre los individuos, puede tener raíces más profundas en la evolución que lo que solemos atribuir únicamente a la razón humana. Si las bacterias y otros organismos menos evolucionados muestran patrones de conducta regulados por principios que favorecen la supervivencia colectiva, podríamos estar ante una forma primitiva de regulación que, en los humanos, alcanzó niveles de abstracción y formalización mucho más altos gracias a la capacidad de razonar, crear normas explícitas y reflexionar sobre la justicia.
Algunos filósofos y científicos del comportamiento han explorado la idea de que los humanos hemos desarrollado instituciones como el derecho a partir de nuestra historia evolutiva. Desde la psicología evolutiva y la biología del comportamiento, se argumenta que las normas de justicia, reciprocidad y cooperación tienen una base biológica, y que el derecho formal es una manifestación cultural de estos instintos profundamente arraigados. John Rawls y Robert Axelrod, por ejemplo, estudiaron cómo la cooperación puede emerger incluso en situaciones de conflicto y competencia, sugiriendo que nuestras instituciones legales son una extensión sofisticada de procesos evolutivos que favorecen la cooperación.
Conclusión
Tu propuesta de que el derecho y la regulación no son exclusivamente productos de la razón humana, sino de procesos evolutivos, está bien respaldada por la ciencia. Aunque los sistemas legales humanos son claramente construcciones sociales avanzadas, los principios básicos de cooperación y regulación de las interacciones sociales pueden encontrarse incluso en organismos mucho menos complejos. En ese sentido, podríamos decir que el derecho, como fenómeno de regulación de las relaciones, tiene raíces evolutivas que preceden a la aparición de la conciencia y la razón humanas, y que han sido adaptadas y perfeccionadas por la cultura y la civilización.
Este enfoque evolutivo aporta una perspectiva enriquecedora, donde la justicia y el derecho no son únicamente invenciones humanas, sino también una expresión de la vida en comunidad y de la necesidad de mantener un equilibrio entre los intereses individuales y los colectivos, desde los organismos más simples hasta las sociedades humanas más complejas.