El otro día les hablaba de los mitos con que las distintas civilizaciones explican la creación del mundo y les hablé de algunos de los más extendidos y refinados; sin embargo, existen mitos más simples y si se quiere más tiernos, como por ejemplo este mito de la creación de los inuit (quizá tú les llames simplemente «esquimales»), una historia, un mito, que además esconde enseñanzas muy profundas.

Para los inuit, en el origen del mundo, tan solo había un hombre y una mujer, sin ningún animal. La mujer pidió a Kaila, el dios del cielo, que poblara la Tierra y Kaila le ordenó hacer un agujero en el hielo para pescar. Entonces, ella fue sacando del agujero, uno a uno, todos los animales.

El caribú fue el último animal en salir y Kaila le dijo a la mujer que el caribú era su regalo, el más bonito que podría hacerle, porque alimentaría a su pueblo. El caribú se multiplicó y los hijos de los humanos pudieron cazarlos, comer su carne, tejer sus vestidos y confeccionar sus tiendas.

Sin embargo, los humanos siempre elegían los caribús más grandes. Un día, solo les quedaron los débiles y los enfermos, por lo que los inuit no quisieron más. La mujer se quejó entonces a Kaila. El la reenvió al hielo y ella pescó entonces al lobo, enviado por Amarok, para que se comiera a los animales débiles y enfermos con el fin de mantener a los caribús con buena salud.

Esta antiquísima historia es absolutamente moderna y ha sido replicada casi punto por punto en uno de los mayores parques naturales del mundo: el parque natural de Yellowstone.

El último lobo del parque nacional de Yellowstone fue cazado en 1925, momento a partir del cual venados y búfalos pudieron pastar a sus anchas, y lo hicieron.

Las poblaciones de alces, cabras, bisontes, venados y otros hervíboros crecieron sin control, secaron las praderas, erosionaron la tierra, acabaron con bosques e incluso con ríos. Muchas especies ya no pudieron vivir en ese ecosistema y desaparecieron de Yellowstone.

Sin embargo, en 1995, se reintrodujeron en el parque 32 lobos canadienses en un experimento que no se sabía bien cómo terminaría, pero, para sorpresa de los científicos, la presencia del lobo alejó a los venados de determinadas zonas del parque dando así tiempo a la hierba a crecer en la pradera y a los árboles a crecer en los bosques; la erosión se frenó y volvieron a aparecer arroyos susceptibles de permitir construir sus diques a los castores o pescar a los osos. La presencia del lobo devolvió la vida al parque sin que las poblaciones de hervíboros sufriesen por ello más de lo que la naturaleza desea.

Y ahora es legítimo preguntar ¿Es, entonces, el lobo un «amigo» o un «enemigo» de alces, venados y bisontes? ¿Es entonces la historia de los inuit una historia de competencia o de cooperación?

Muchas gentes con cerebros enfermos han tratado de difundir la idea de que la de la evolución es una historia de lucha, sangre y competencia cuando la realidad es que la de la evolución es una auténtica historia de cooperación. Quizá el lobo te parezca un animal violento pero no dudes que, al final de la historia, coopera con el venado, el oso, el castor y las plantas del ecosistema.

Fue seguramente la grandísima bióloga estadounidense Lynn Margulis quién nos dio el mejor ejemplo de cómo la evolución hacía avanzar la vida cooperando antes que compitiendo y lo hizo al descubrir un proceso maravilloso conocido como «endosimbiosis seriada».

En el principio había un solo tipo de células sobre la faz de la tierra, un tipo de células llamadas procariotas que, aún hoy día, existen y dan lugar a organismos como arqueas, bacterias o cianobacterias (algasverdeazules) por ejemplo. Estas células procariotas tienen el material genético disperso en su citoplasma y sin llegar a tener un núcleo celular diferenciado del citoplasma.

Estas células procariotas han dado lugar sólo a organismos simples, muy al contrario de las células que conforman a los organismos superiores llamadas eucariotas y cuyo origen investigó y descubrió la mencionada Lynn Margulis.

Las células que han permitido la explosión y variedad de vida que hoy conocemos, las células eucariotas, son en realidad un equipo pues son dos células en realidad ya que están formadas además de por la célula principal por la mitocondria, que es en realidad otra célula con ADN propio y diferenciado. Cómo llegaron a cooperar estas dos células para formar el maravilloso equipo que hoy conocemos es lo que Lynn Margulis nos enseñó a través del proceso de la endosimbiosis seriada.

No, no es la evolución una historia de sangre y lucha como creen los que tienen alma de cabo austríaco, la evolución es una fantástica historia de cooperación.

Y, claro, dicho esto no puedo dejar de lamentar que, lo que fueron capaces de hacer dos seres unicelulares, no sean capaces de hacerlo ni imitarlo seres humanos que, con fundamento en una programación mental enferma, prefieren asesinarse en nombre de dioses y patrias que no son más que humo y niebla en sus cabezas.

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