La votación nicena

Creo que ya les he dicho alguna vez que la democracia no es ese sistema político que dirime sus diferencias votando (como creen muchos) sino que es ese sistema político que alcanza acuerdos deliberando merced a un diálogo abierto, generoso y sincero.

La votación marca en democracia el fracaso del debate.

Para no dar ejemplos de hoy que todos tenemos en mente me van a permitir que les traiga aquí una de las votaciones que más dramáticas consecuencias han tenido en la historia de la humanidad y esta no es otra que la que se produjo en el año 325 en el Concilio de Nicea, sínodo en el que se fijaron las bases de la doctrina católica pero, para que se me pueda entender, es preciso que antes les ofrezca un poco de contexto.

Para el año 325 el cristianismo había tenido un éxito fulgurante pues en apenas tres siglos la fe de unos pocos judíos se había extendido no solo por todo el imperio romano sino también por los territorios adyacentes. El cristianismo —y esto a menudo se olvida— contaba para el año 325 con seguidores no sólo dentro del limes del imperio sino en puntos tan lejanos como la China de la dinastía Han, el Imperio Persa Sasánida o la península arábiga.

Claro es que, para el 325, todos cuantos se llamaban cristianos en ese extenso territorio no creían exactamente en las mismas cosas.

Por solo citar unos ejemplos mencionaremos en primer lugar a los trinitarios, cristianos que creían que aunque Jesús era el Hijo de Dios era tan eterno como su Padre y tan Dios como su Padre mismo. Para complicar las cosas a las dos anteriores añadieron una tercera persona —el Espíritu Santo— a la que consideraron tan eterna y tan dios como las dos anteriores.

Dentro de la limes del imperio romano había también unos cristianos que se decían arrianos y que fueron muy populares entre los pueblos germanos, el Mediterráneo Oriental y algunas zonas de la costa del Mediterráneo africano. Estos arrianos, por ejemplo, llegaron a gobernar la península ibérica merced a la monarquía visigoda.

Los arrianos sostienen que Jesucristo es el Hijo de Dios y que procedente del Padre, pero que no es eterno, sino que fue, como hijo, engendrado por el Padre antes de que tiempo fuese creado. De esta manera, Jesús no sería coeterno con Dios Padre.  Los arrianos citaban fragmentos evangélicos en apoyo de sus tesis como este del Evangelio según san Juan 14:28 (Versión Biblia de Navarra)

«Habéis escuchado que os he dicho: «Me voy y vuelvo a vosotros». Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo».

También había una extendidísima rama de cristianos maniqueistas, un cristianismo que proviene del maniqueísmo (en nuevo persa آیینِ مانی, Āyīn-e Mānī) que es el nombre que recibe la religión universalista fundada en el siglo III d. C. en el Imperio sasánida por el profeta y sabio parto Mani (o Manes; c. 215-276 d. C.), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad, siguiendo a Zoroastro, Buda y Jesús.

Un cristianismo que contó con notable éxito fue el cristianismo gnóstico, una corriente sincrética filosófico-religiosa que sobre la base de ideas platónicas, la dualidad materia-espíritu y otras ideas un tanto «wokes» llegaron a mimetizarse exitosamente con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era (de hecho hay quien ve influencias gnósticas en el evangelio de San Juan) y legando una buena cantidad de evangelios apócrifos de contenido gnóstico fruto de una etapa de cierto prestigio entre algunos intelectuales cristianos.

Para que se hagan una idea de la difusión que tuvieron corrientes cristianas como el difisimo les dejo el mapa de la diócesis ortodoxa oriental en el siglo VIII.

Pues bien, el Concilio de Nicea fue convocado por la autoridad imperial romana (Constantino I) para fijar la ortodoxia cristiana y así se hizo en el año 325 donde se enfrentaron muchos de estos cristianismos y emergió tras la pertinente votación como triunfador el cristianismo trinitario.

La ortodoxia y el credo estaban fijados pero ¿qué paso con todos los cristianismos derrotados en Nicea? ¿desaparecieron?

Obviamente no.

Apoyado por la autoridad imperial romana el cristianismo trinitario con el tiempo se convertiría en la religión oficial del imperio, mientras que los demás cristianismos, más o menos perseguidos, se irían convirtiendo en pecado o delito de forma que los territorios vecinos al imperio se llenaron de seguidores de estos cristianismos proscritos e incluso el interior del imperio se convulsionó con las revueltas monofisitas de quienes mantenían sus firmes creencias en las ideas de estos cristianismos derrotados.

El climax se produjo con el choque que se produjo en el siglo VII entre el Imperio Romano y el persa Sasánida. Ambos imperios estuvieron a punto de desaparecer en aquella brutal guerra y emplearon cuantos medios tenían a su alcance lo que incluía a mercenarios de los más diversos lugares, incluida Arabia.

La guerra duró del año 602 al 628 y para cuando se firmó la paz ambos imperios estaban exhaustos.

Y fue entonces cuando los efectos de la votación de Nicea se dejaron sentir con mayo intensidad porque mientras esa guerra tenía lugar y principiando en el año 610 en un lugar recóndito de Arabia (La Meca) un hombre comenzó a redactar un texto que recogía muchas de las creencias de aquellos cristianismos derrotados que el Imperio Romano había expulsado tras Nicea y que ahora plagaban las tierras exteriores al imperio romano, incluyendo al imperio persa sasánida.

Ese texto, hecho de retazos de aroma a veces nestoriano, a veces ebionita, a veces de cualquier otro cristianismo derrotado, proclamaba que Jesús era el Mesías, sí, y que su madre lo había concebido virginalmente por obra de Dios pero que lo que no era era Dios igual que Dios, ni eterno como Dios ni de la misma sustancia que Dios. Mesías, sí, profeta sí, pero no Dios porque Dios no hay más que uno y no necesita ni tiene hijos.

Esta doctrina ferozmente antitrinitaria hizo las delicias de los derrotados en Nicea y no es de extrañar que habiendo quedado exánime el imperio persa sasánida la nueva doctrina se propagase practicamente sin esfuerzo por toda su antigua extensión.

También en muchas partes del imperio romano la nueva doctrina fue recibida con alborozo pues eliminaba el incomprensible galimatías trinitario, de forma que el norte de África no tardó en adherirse a la vieja/nueva creencia. Incluso la Hispania hasta hace poco arriana los recibió con agrado y sin más que unos pocos choques violentos con parte de los gobernantes visigodos.

El muy trinitario imperio romano sí se enfrentó agonísticamente a ellos y los frenó bajo los muros de la antigua Bizancio hasta 1452 en que acabó sucumbiendo.

¿Al islam?
¡Quiá!
A aquella vieja e innecesaria votación del año 325 en Nicea.

Construyendo un meme: el síndrome de Fadh

Construyendo un meme: el síndrome de Fadh

El de Fadh es un síndrome casi siempre idiopático cuyo principal síntoma es la tendencia de quién lo padece a formular argumentos «ad hominem» cuando se ve inmerso en cualquier tipo de debate.

Se ha observado que el síndrome de Fadh (o de la Falacia AD Hominem) suele aquejar principalmente a los participantes en debates en redes sociales y se ha llegado a formular un enunciado de interacción social paralelo a la llamada «Ley de Godwin» que afirma que:

«formulada una afirmación en redes, a medida que la discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una alusión personal relativa a algún atributo del emisor de la afirmación en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo, tiende a uno».

Dicho de otro modo, si una conversación en linea se alarga lo suficiente uno de los conversantes acabará efectuando alusiones personales respecto de su interlocutor en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento enunciado.

El síndrome de Fadh es crónico entre los miembros de la clase política española (trastorno explosivo del «y tú más») y hay quien le tiene por patognomónico del llamado «trastorno del hooligan político español».

Dada su enorme prevalencia en los debates políticos en redes sociales se ha propuesto como remedio que cualquier conversación se cierre en el exacto momento en que aparezca el primer argumento ad hominem y se coloque en situación de «ignorar» a su emisor señalando o no (en esto no hay consenso) la presencia del síndrome de Fadh.

Aclaración final (wikipedia):

En lógica, se denominan como argumento ad hominem (del latín ‘contra el hombre’) o falacia ad hominem varios tipos de argumentos, muchos de los cuales considerados falacias informales, que consisten en refutar una afirmación en función del carácter o de algún atributo del emisor de la afirmación, en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo. Generalmente sigue la siguiente estructura: «A afirma x; B afirma que A tiene algo cuestionable; luego, por extensión, B afirma que x es cuestionable». La conclusión también suele indicar que lo que afirma A no merece ser tenido en cuenta.

Es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación de haberse servido de ella (argumento ad logicam) se utilizan como recursos en discursos reales. Como técnica retórica es efectiva, y tiene como objetivo persuadir de una idea a personas que se mueven más por sentimientos que por la lógica; se atacan, así, no los argumentos propiamente dichos, sino a la persona que los produce y algunas de sus circunstancias, como origen, etnia, educación, riqueza (o pobreza), estatus social, moral, familia, etcétera.

Ley de Godwin, España 2023

Ley de Godwin, España 2023

La ley de Godwin o regla de analogías nazis de Godwin es técnicamente un enunciado (pese a que se popularizó como ley) de interacción social propuesto por Mike Godwin en 1990 que establece lo siguiente:

«A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno».

En su consecuencia cuando, en un debate o hilo en internet, alguien menciona a Hitler o a los nazis se considera que quien lo hace ha perdido el debate y se cierra el mismo.

En realidad tal regla es una reformulación lejana de la llamada falacia «del hombre de paja», una forma de falsificación del discurso ajeno consistente en adjetivar o reformular la afirmación ajena para catalogarla dentro de las ideologías socialmente inaceptables.

Si alguien afirma que la inmigración ilegal no es deseable la adjetivación de «fascista» tratará de evitar toda discusión sobre el postulado; si alguien afirma que los bancos han expoliado a miles de familias españolas y jamás van a devolver sus latrocinios la adjetivación de «marxista» o «comunista» tratará de evitar entrar a investigar lo dicho.

Pareciera que somos incapaces de debatir con quienes no podemos catalogar dentro de un molde ideológico, pareciera que atendemos antes al perfil ideológico antes que a la sustantividad del argumento. Para nosotros más importante que la verdad es quién la dice, lo decisivo es si es Agamenón o su porquero el autor de la frase.

Me gusta la ley de Godwin y en su virtud suelo dejar de leer las argumentaciones de quienes debaten desde que uno llama al otro «fascista» o desde que el otro llama al uno «marxista» o «comunista» o algo parecido. La taxidermia ideológica no me interesa lo más mínimo, sólo quiero leer argumentos razonados y sin referencias «ad hominem».

«Ad hominem», esa es otra.

Democracia ingenua

Democracia ingenua

Tengo ideas un tanto infantiles sobre la democracia. A mí me parece que la democracia, lejos de ser un sistema para resolver las cosas votando, en realidad es un sistema para llegar a acuerdos debatiendo.

Recurrir al voto para dirimir una disputa es un fracaso.

Las votaciones crean vencedores y vencidos y una persona derrotada es una persona que no cooperará para llevar adelante la solución vencedora; antes al contrario, trabajará para cambiarla.

Si no hay acuerdo y consenso un país jamás avanzará mucho tiempo en una dirección concreta y, como dicen los jugadores de ajedrez, es mejor tener un mal plan que no tener ninguno. Cambiar de plan a cada momento es lo más parecido a no tener ningún plan.

Sí, tengo ideas infantiles a propósito de la democracia y recuerdo cómo, entre 1977 y 1978, nuestros representantes se esforzaron por llegar a acuerdos amplios; consenso era la palabra de moda.

Pero de 1982 en adelante la búsqueda de acuerdos y el consenso fue sustituída por la aplicación de un rodillo parlamentario nacido de una amplísima mayoría absoluta que exterminó del panorama político español el debate y el consenso.

El debate fue sustituido por las votaciones.

Pero los perdedores de anteayer fueron los ganadores de ayer y, acostumbrados a que la democracia era el triunfo de las mayorías, aplicaron el mismo sistema y el mismo rodillo.

Sí, tengo ideas un tanto ingenuas a propósito de la democracia, no me gustan las votaciones que generan ganadores y perdedores y por eso creo que debe darse a la deliberación tanto tiempo como sea necesario para que, cuando llega la hora de votar, todos puedan sentirse ganadores.

Agenda setting

Agenda setting

Deténgase un momento y dígame qué asuntos son los más importantes para usted. Deténgase un poco más y trate de pensar en cuáles son los problemas más acuciantes para quienes viven en España.

No sé cuáles serán los problemas que usted percibe como más urgentes de solucionar o más importantes de enfrentar.

Yo sé que la hipoteca cuesta pagarla cada vez más y que los bancos muerden como alimañas; yo siento que el futuro no es claro y que quizá los años que vienen sean peores que los vividos y no siento, sino que presiento, que, si llegamos a viejos, quizá no haya en nuestra vejez ni júbilo ni jubilación.

No me preocupa que yo haya de trabajar hasta la muerte o hasta que mis facultades me lo permitan; cuando decidí ejercer esta profesión ya desconté que no me jubilaría nunca y que la mutualidad no era la garantía de una vejez feliz sino algo así como un club gobernado por un grupo de amigos donde estabulizar a quienes se han portado dócilmente con quienes la manejan y confortarles con canapés, moqueta y dietas.

Me preocupa que, algún día, no podamos pagar a esa gente maravillosa que, cuando nuestra vida o la de nuestros seres queridos está en riesgo o decididamente perdida, nos tratan con ese cariño que uno jamás detecta en ninguna otra administración. Hablo de quienes componen la sanidad española, gente que le reconcilia a uno con el mundo y le devuelve la ilusión de que aún queda bondad en el universo.

A mí me preocupan cosas así y me gustaría que nuestra atención se concentrase en esos temas; sin embargo el debate nacional va por otros caminos.

Asómese a los periódicos, las radios, las televisiones, las mesas de los cafés y escuche de qué hablan unos y otros. Un ruido tremendo de navajeo político, de acusaciones cruzadas, de tratar de imponer un lenguaje u otro y fijar estigmas para distinguir al progre del facha…

A esa forma de manipular a las sociedades se la llamó «agenda setting» y fue formulada en 1972 por McCombs y Shaw.

Esta forma de manipular llamada «agenda setting» se abrió paso cuando la sociedad maduró lo suficiente para volverse refractaria a la descarada propaganda de algunos regímenes. Los que manejaban los hilos de las marionetas advirtieron que ya no podían engañar directamente y decidieron que, si no podían imponer sus mentiras, al menos podían imponer los temas sobre los que debatiría la gente.

Los factores que intervienen en el establecimiento periodístico, en la «agenda setting» comprenden:

Alianza entre Empresas mediáticas y Gobiernos.

Establecimiento de prioridades Informativas, respecto a las otras agendas.

Canalización de la información redimensión y divulgación.

Organización de la noticia, horarios, espacios, determinación de tiempo…

Quizá piense usted que me he vuelto loco y le hablo de una nueva teoría conspiranóica pero, antes de diagnosticarme así…

Deténgase un momento y dígame qué asuntos son los más importantes para usted. Deténgase un poco más y trate de pensar en cuáles son los problemas más acuciantes para quienes viven en España.

Porque si usted hoy no está debatiendo o la sociedad no debate sobre esos asuntos es que alguien ha impuesto unos temas de debate que a usted no le interesan y a ellos les interesa que interesen.

Enfermos y cansados

Hoy, mientras escuchaba al presidente en funciones dirigirse a la Cámara durante la sesión de investidura, no he podido evitar pensar en una mujer: Fannie Lou Hammer. Les cuento.

Hace ahora 52 años (22 de agosto de 1964) Fannie Lou Hammer, una mujer negra, enferma y cansada de estar enferma y cansada según sus propias palabras, aprovechó la oportunidad que le brindaba la Convención Nacional del Partido Demócrata que se celebraba en Atlantic City para dirigirse a los allí congregados. Su discurso, televisado a la nación, cambió de forma inesperada y para siempre el curso de la historia de la minoría negra en los Estados Unidos.

Fannie se dirigió a los delegados allí reunidos y les habló de la violencia que se ejercía sobre los afroamericanos en Mississippi para impedirles ejercer su derecho al voto. Fannie les habló de cómo ella misma, en 1962, hubo de superar toda una maraña de problemas y obstáculos para poder registrarse como votante en la Corte de Indianola (Mississippi). Fannie les contó cómo, al volver a su plantación, su jefe le dio dos opciones: o se daba de baja en la lista de votantes o tendría que abandonar la plantación y les habló también de cómo ella tuvo que elegir y eligió. Y, así, les contó, en fin, cómo hubo de abandonar la plantación y su trabajo por no renunciar a ejercer su derecho al voto.

Fannie habló también a los congregados de cómo los hombres y mujeres negras era sometidos diariamente a actos de violencia si persistían en su deseo de votar, y les habló de vejaciones, y de disparos e incendios…

Fannie, en el momento quizá más emotivo de su alocución, preguntó si esta América de la que ella les hablaba era esa patria de los hombres libres, ese hogar de los valientes, en el que sus oyentes creían.

En Washington, mientras tanto, el presidente Lyndon B. Johnson, consciente de la inmensa fuerza que tenía el discurso de Fannie, trató de evitar que las cadenas de TV siguieran retransmitiéndolo y para ello convocó a toda prisa una improvisada rueda de prensa, pero fue en vano. Muchas cadenas de TV emitieron íntegramente y en diferido el discurso de Fannie en horario de máxima audiencia y lo que pasó después es ya historia. La mujer que estaba enferma y cansada de estar enferma y cansada, sólo con la fuerza de su discurso, había cambiado la conciencia de muchos norteamericanos y probablemente la historia de la democracia en su país.

Hoy, sin embargo, he visto cómo un hombre que tenía la oportunidad de dirigirse no sólo a los representantes de la nación sino a la nación en su conjunto, despachaba el trámite con la misma pasión con que un registrador de la propiedad escribe una nota marginal en la hoja de un registro. Y he pensado en Fannie y en como ella no habría dejado pasar una oportunidad como esa para hablar de las cosas en las que creía, para tratar de cambiar conciencias, para señalar el camino. Y he pensado en cuántos votantes con muchas cosas que decir han sentado en esa cámara a personas que, llegado el momento, acaban no diciendo nada, ni sintiendo nada, ni, aparentemente, creyendo en nada; o, al menos, creyendo de forma tan tibia que pareciera que la posibilidad de dirigirse a la nación fuese poco más que un trámite burocrático para ellos.

Hemos hecho de la democracia un rito obsceno, da la sensación de que quienes nos gobiernan no creen en la fuerza de la democracia, da la sensación de que hay en ellos antes un sucedáneo de políticos que autenticidad.

Por eso me acordé de Fannie, porque prefiero la pasión y la verdad de una mujer enferma y cansada de estar enferma y cansada al cansino y enfermo discurrir de nuestras instituciones.