Estas puertas que ven corresponden, cada una, a una sala de vistas de un juzgado de forma que, forzosamente, todas las partes han de esperar compartiendo un espacio común frente a ellas.
A causa de este diseño es posible ver juntos a la familia de un maltratador junto con la maltratada, a parejas con orden de alejamiento a escasos metros, a las víctimas de un delito y sus testigos junto con los acusados y sus testigos. La tensión que puede llegar a vivirse en estas salas de espera se las pueden imaginar ustedes y todo porque, al diseñar los edificios judiciales no se tiene en cuenta ni la ley ni el mejor servicio a los justiciables a los que se trata con notorio desprecio. No hay espacios separados y puertas separadas para demandantes y demandados pero sí hay una puerta separada para los jueces y a veces hasta para los fiscales. El diseño de los edificios judiciales, en este y otros muchos aspectos, olvida por completo a quienes son sus principales destinatarios: los administrados.
Esta óptica que desprecia a quienes debieran ser los primeros destinatarios de los edificios y del completo sistema judicial —los adinistrados— ilustra bien a las claras uno de los aspectos más reprensibles de la administración de justicia española.


