«La infancia es felicidad , la adolescencia amor y el resto literatura», leo que dice Luís Landero en una entrevista en El País, y pienso si no será por eso por lo que escribo tan a menudo de mi infancia.
Pero, como añade más adelante el maestro, «el pasado tiene mucho de invención, como en el amor, y a menudo muchas cosas que creemos haber vivido o nos las contaron, las hemos soñado o imaginado. El olvido borra y la imaginación escribe y ya se sabe que cuando la imaginación muerde y se hace carne ya no suelta su presa».
No sé cuánto de mi infancia se debe a la imaginación y cuánto al recuerdo. Lo que sí recuerdo perfectamente es aquella tarde en Madrid en que Luís y yo eramos felices fumando, bebiendo, hablando de literatura y jugando una variante Najdorf de la Defensa Siciliana.
Ya sabíamos que la vida iba en serio, pero aún nos podían las ganas de comernos el mundo.
Hay momentos que no los borra el olvido ni los reescribe la imaginación. Este es uno.