Hay dos conceptos que, como el culo y las témporas, conviene no confundir y estos son los de información y propaganda.
No creo que sea necesario explicar a nadie lo que es un culo y, en cuanto a las témporas, básteme decir que son los breves ciclos litúrgicos, correspondientes al principio y final de las cuatro estaciones del año, consagrados especialmente a la plegaria y a la penitencia. Con esto —creo— aunque vea usted un culo a finales del adviento ya podrá usted orientarse debidamente y no tomar lo uno por las otras.
Más importante que diferenciar culos y témporas es diferenciar los otros dos conceptos de que les he hablado: información y propaganda. Citaré la wikipedia:
«De modo opuesto al suministro de información libre e imparcial, la propaganda, en su sentido más básico, presenta información parcial o sesgada para influir una audiencia. Con frecuencia presenta hechos de manera selectiva y omite otros deliberadamente para sustentar una conclusión, o usa mensajes controlados para producir una respuesta emocional, más bien que racional, respecto de la información presentada. El efecto deseado es un cambio en la actitud de una audiencia determinada acerca de asuntos políticos, religiosos o comerciales. La propaganda, por lo tanto, puede ser usada como un «arma de guerra» en la lucha ideológica o comercial.»
La propaganda ha sido una herramienta básica para los sistemas totalitarios y antidemocráticos lo cual hace particularmente repugnante su uso entre compañeros abogados.
Me explico.
Con el dinero de todos los abogados de España el Consejo General de la Abogacía Española contrata medios humanos y materiales para facilitar a aquellos «información». Publicaciones, webs, cuentas en redes sociales, son manejadas por personal contratado con la intención aparente de «informar» a los letrados y letradas y a la sociedad en su conjunto.
¿Dije «informar»?
Como cualquiera puede comprobar en los últimos tiempos varias concentraciones y manifestaciones de abogados y abogadas han encontrado eco en la prensa: los problemas con la mutualidad o con el turno de oficio han llevado a muchos letrados a concentrarse en Madrid y en sus ciudades de origen y así se ha recogido en los diversos medios de información. ¿En todos? No. El Consejo General de la Abogacía Española ha omitido deliberadamente toda información respecto a ellos. Como en los tiempos más oscuros y en los más tenebrosos sistemas totalitarios la realidad se ha ocultado en función del deseo de quienes ocupan los cargos en el Consejo.
Esta práctica es repugnante y debiera producir vergüenza y consternación a cualquiera capaz de no confundir culos y témporas.
Y no, no es que la falta de información, el acallamiento, la manipulación, el sesgo, la omisión no hayan sido deliberadas porque ayer, convocadas concentraciones por la dueña de las voces y las plumas de quienes escriben para el CGAE, todas las cuentas se lanzaron a propagar hasta lo estomagante una acción en nada diferente de las sucedidas días y semanas antes.
Usar el dinero de todos para informar en beneficio o interés de un grupo concreto de personas e intereses es una acción repugnante que tiene muy mal nombre y esto no se le puede ocultar a ningún consejero que hunda su culo en cualquiera de los asientos del sótano de Recoletos, sede de CGAE. Salvo que confunda culos con témporas, claro.
Este uso sectario, interesado, particularista, contrario a cualquier principio de información veraz y destinado en exclusiva a servir intereses de quienes controlan los medios de «información» repugna a cualquier persona con una mínima sensibilidad jurídica y democrática.
Y si debe repugnar a cualquier persona con una mínima sensibilidad democrática mucho más debiera preocupar a consejeros y consejeras de CGAE que, antes que a defender su cargo, están obligados a defender el interés de sus compañeros y compañeras salvo que, claro, confundan culos y témporas y acaben rezando y haciendo penitencia frente a las posaderas equivocadas.