Leo que hoy se reúne en Singapur la Asociación Internacional de Jóvenes Abogados para «analizar cuál será el futuro de la profesión». Leo una pequeña parte de la nómina de asistentes y me echo a temblar, les cito a unos pocos:
G.B., socio de AGM Abogados experto en litigación y arbitraje; Á.C., «counsel» de mercantil de Gomez Acebo & Pombo en el área mercantil, especializado en «Banking & Finance» (banca y finanzas); C.H., socia de Hernandez Martí Abogados, experta en propiedad intelectual; E.D.L.P., de la firma Reed Smith, de Miami; K. Z., socia del bufete alemán Rodl & Partner y J.-R. F., socio de la firma suiza Kellerhals Carrard, especializado en el campo de la construcción…
Podría seguir —la nómina es larga— pero la mayoría de los asistentes responden a este perfil y se nota que el congreso es influyente y que garbilla parneses: en la ceremonia inaugural estará Edwin Tong, ministro de Cultura de Singapur y junto a él intervendrá Richard Susskind, profesor de la Universidad de Oxford, conferenciante internacional y autor de libros esenciales sobre la evolución y el futuro de la profesión jurídica. Y eso para empezar.
Todo en este congreso respira dinero, desde la sede, Singapur, un centro financiero internacional y miembro del selecto club de los cuatro «tigres asiáticos», a la personalidad de los conferenciantes, personalidades del mundo político y académico, hasta a la caracterización de los asistentes, jóvenes abogadas y abogados de hasta 45 años relacionados con grandes bufetes dedicados a finanzas, mercantil, propiedad intelectual, constructoras… Supongo que si algún abogado o abogada de los que yo conozco apareciera por allí a contar cómo el último divorcio que defendió se retrasó inconorensiblemente tres años o que el gabinete psicosocial no funcionaba por falta de personal estos jóvenes tigres jurídicos creerían hallarse en presencia de una marciana/o proveniente de un planeta desconocido para ellos y donde habita una humanidad que no entiende de paraísos fiscales, royalties o grandes contratos transnacionales.
Y vuelvo a releer el titular de la noticia y no puedo evitar una sonrisa melancólica…
«La Asociación Internacional de Jóvenes Abogados se cita en Singapur para analizar cómo será el futuro de la profesión…»
A lo que parece los abogados que yo conozco no pertenecen a esa profesión cuyo futuro discuten en Singapur; preocupados por la «captación de talento» o el «networking» estos tigres no mencionan ni una vez como preocupación los déficits de las administraciones de justicia; enrolados en grandes firmas comprenden disciplicentemente que puedan existir «boutiques jurídicas», aunque lo que no parece caber en su cabeza es la existencia de tiñalpas que consagren su vida a la simple defensa de sus semejantes con conciencia y convencimiento de no solo estar ganándose honradamente la vida sino también desarrollando una labor imprescindible para la supervivencia del estado de derecho.
Y pienso que no me da la gana de que a mí me escriban ni me analicen el futuro estas gentes; y siento que no me apetece que estos jóvenes viejos de 45 años puedan hablar de la profesión con absoluto olvido de quienes ejercen la abogacía como los compañeros y compañeras con quienes me cruzo todos los días en los juzgados; y presiento que, a toda esta grey singapureña de «hubs» tecnológicos y «boutiques» jurídicas, no le vendría nada mal que fuesemos nosotros, los abogados y abogadas de verdad, quienes les analizásemos a ellos el futuro.
Somos más y estamos a tiempo de hacerlo y ni Córdoba, ni Barcelona, ni Oviedo o Sevilla, tienen menos glamour que Singapur.
El año que entra toca.