En pleno debate del acuerdo municipal de Jumilla sobre el uso del polideportivo muchos han recordado que nuestro país, hasta hace muy poco, fue un país de emigrantes a lo que inmediatamente se ha respondido desde la otra trinchera que éramos inmigrantes, sí, pero legales, siempre con papeles.
Y este debate me ha traído a la memoria cierta fotografía, que mi amigo Miguel me mandó desde Francia, de un libro que ves el que ven en la foto y que —en los años 60— pretendía ser un manual, dirigido a las amas de casa francesas, para enseñarles como tratar a las «Conchitas», que era como se denominaba —y aún se denomina en Francia— a las sirvientas españolas.
Los datos del Instituto Español de Emigración (IEE) de la época taparon entonces una realidad de enormes proporciones, cual fue la de la gran emigración de mujeres españolas en solitario. Sin otra formación que rudimentarios conocimientos de confección, su destino mayoritario fue trabajar de sirvientas en Francia.
Ilegales en muchos casos, sin papeles, trabajando en negro y sin devengar pensiones, víctimas en multitud de ocasiones de patrones desaprensivos que aprovechaban su desconocimiento del idioma para los más abyectos fines, las «Conchitas» españolas fueron duramente tratadas en Francia pero, también, muchas de ellas sintieron que vivir fuera del ambiente opresivo que imponía a la mujer en España la Iglesia y la Falange de aquellos años, compensaba. Muchas se resistieron a volver.
Aquellas mujeres eran la punta de lanza de una red de emigración al margen de los cauces legales del IEE (Instituto Español de Emigración) y el proceso típico es más o menos el que sigue:
En Francia tradicionalmente la servidumbre argelina había sido la más popular pero, en algún momento, en los distritos elegantes de París (creo que el Distrito13) se puso de moda como más elegante tener servidumbre española. Las españolas hacían gracia, cocinaban bien y llevaban con esmero las tareas domésticas aunque, eso sí, su forma de ser exacerbaba los tópicos franceses sobre la forma de ser de las españolas. Jóvenes sensuales pero fuertemente retenidas por su formación católica las conchitas vivían su sexualidad retorcidas en un mar de contradicciones. Incapaces de dominar el idioma su forma de atender el teléfono provocaba no pocos chistes e historias hilarantes.
—Señora esta mañana han llamado por teléfono preguntando por usted.
—¿Quién era?
—Un hombre.
—¿Qué hombre?
—No sé, un hombre.
—¿Y qué quería?
—No sé, no le he entendido.
Nuestras conchitas, además de rezar el rosario, planificaban como llevarse el novio a París. Como la entrada a las habitaciones de la servidumbre en el distrito 13 era diferente de la de los señores, nuestras conchitas una vez ganaban confianza se traían a sus novios a vivir con ellas pues las habitaciones de la servidumbre estaban incomunicadas de las de los señores. En pocos días sus novios buscaban un trabajo y el ascenso definitivo solía producirse cuando el novio conseguía trabajao como portero de finca urbana lo cual daba derecho al uso de una pequeña residencia para el portero donde Conchita y su novio ya podían tener hijos.
Las historias de estas conchitas no son agradables de oír y perturbarían gravemente la conciencia de quienes ahora se muestran inflexibles con una emigración que ya no es española. Si desean gozar de un estudio en profundidad de la emigración de las conchitas les recomiendo el libro de Laura Oso Casas «Españolas en París» que es un estudio tan profundo como esclarecedor de este asunto.
No, nuestra emigración no era esa emigración legal que ahora quieren vendernos, lo que ocurre es que nos hemos vuelto ricos y se nos ha olvidado que el dinero que mandaban las «Conchitas» desde Francia palió mucha hambre en España. Nuestra memoria, a fuerza de comer bien, se ha vuelto débil.
Mujeres increíbles, seres humanos con biografías sorprendentes, cuando me hablan de emigrantes ilegales se me olvida la ley de extranjería y me acuerdo de las «Conchitas». Quizá no sea legal, pero es humano.
Y dicho esto quizá sea bueno aclararles por qué la emigración española solía ser ilegal.
El gobierno de Franco pretendía controlar también en Francia o Alemania que el comunismo no penetrase en la población emigrante y, además, la canalización y distribución de trabajos por este cauce podía dar lugar a que un campesino de Trebujena acabase picando carbón en una mina alemana, lo que raramente era de su agrado. El migrante español prefería seleccionar él el trabajo. Así lo hacían las conchitas que lejos de buscar trabajo a través del IEE lo buscaban a través de amigas que ya se habían instalado en París.
No es muy distinto lo que hace el gobierno de Marruecos y les pongo un ejemplo.
Justicia y Caridad (en árabe: جماعة العدل والإحسان) es un movimiento ilegal marroquí, pero parcialmente tolerado por el rey Mohamed VI, fundado por el jeque Abdeslam Yasín su ilegalidad deriva de no reconocer a Mohamed VI como Comendador de los creyentes. Son un fuerte núcleo de oposición al monarca y critican ferozmente los dispendios del Majzen (el entorno del monarca) al tiempo que le niegan su condición de líder religioso. Esto no le gusta al rey de Marruecos, obviamente.
Justicia y Caridad vio cómo muchos de sus miembros emigraron a España en busca de un ambiente más respirable para ellos e incluso abrieron mezquitas, mezquitas que en muchos casos fueron ocupadas cuando no asaltadas por emigrantes partidarios del rey pues Marruecos, como la España de Franco, también cuida de que sus emigrantes no se descarríen ideológicamente. El gobierno de Marruecos ha conseguido que el gobierno de España haga la vista gorda ante los asaltos de los leales al rey a los miembros de Justicia y Caridad que oficialmente, para la policía española, es un peligroso grupo terrorista.
Las historias se repiten y los patrones migratorios tambien, a fin de cuentas el hambre no tiene patria, solo va cambiando de sitio, ayer España hoy Marruecos.
No, la emigración española no fue esa emigración totalmente legal que ahora se nos quiere hacer ver desde una de las trincheras, estuvo llena de historias como la de nuestras conchitas, mujeres solas que marcharon a la aventura en busca de un futuro.








