Una sirena en Cartagena

El templo de la Virgen de la Caridad visto desde el templo de Atargatis.
El templo de la Virgen de la Caridad visto desde el templo de Atargatis.
Los antiguos griegos llamaban sirenas a unos seres quiméricos, mitad mujer y mitad ave, que atraían a los marinos con sus cantos a un fatal destino; así puede leerse en «La Odisea» en el famoso pasaje en que Ulises ordena a la tripulación de su barco taparse los oídos mientras él permanece atado al mástil a fin de poder oír sin peligro el irresistible canto de estas mujeres-aves.

Sin embargo, la imagen que de las sirenas ha llegado a nuestros días no es esa de unas horrendas aves, sino la de unas bellas mujeres cuya mitad inferior adopta la forma de cola de pez. Esta imagen, hoy día universal, se la debemos a una antigua diosa siria llamada Atargatis cuyo hogar en Cartagena he estado visitando esta mañana.

La historia de cómo la diosa Atargatis llegó a convertirse en sirena presenta muchas variantes aunque, en lo esencial, todas parecen ser coincidentes. La diosa se enamoró de un pastor con quien concibió una hija (la luego poderosa reina de Babilonia Semíramis), pero el pastor acabó muriendo poco después por culpa de Atargatis, la cual, llena de vergüenza, se zambulló en el agua buscando quitarse la vida. Los demás dioses no permitieron su muerte y Atargatis, finalmente, acabó emergiendo de las aguas viva y con su belleza intacta aunque convertida en sirena.

El culto de Atargatis, la diosa de las aguas, se extendió por el mundo de la mano de los comerciantes sirios y pronto pasó a ser una deidad muy popular entre los marineros. Probablemente, alojada en los corazones de estos marinos, llegó la diosa de las aguas hasta la antigua Carhago-Nova donde, en la cima del Arx-Hasdrúbalis (hoy cerro del Molinete), se le construyó un coqueto templo.

La diosa-sirena presenta una imagen verdaderamente «cartagenera» -si se me permite la expresión- pues podemos verla en numerosas monedas luciendo una cartagenerísima corona mural, símbolo que -desde la toma de la ciudad por Escipión- ha venido adornando todas las alegorías de nuestra patria cartagenera. Ciertamente que la diosa es más de mil años anterior a Escipión, pero la azarosa coincidencia no deja de ser remarcable.

Hoy he paseado por las ruinas de su templo y, desde él, he tomado algunas fotos del templo de la que es la actual patrona de Cartagena: La Virgen de la Caridad.

Produce vértigo pensar como, apenas a cincuenta metros uno de otro, se encuentran dos lugares donde hombres y mujeres de todos los siglos buscaron consuelo y esperanza, ya fuese rezando a Atargatis («la que escucha a los que oran» según antiguas inscripciones) o a «La Caridad» («consolatrix afflictorum» según la inscripción de su templo).

Muchas zozobras, penas y esperanzas de cartageneros se han depositado en los dos lugares, (separados por cincuenta metros y dos mil años) y pareciera que allí, a la vista de ambos, uno podría escuchar todavía los ecos de antiguas oraciones; aunque quizá, más seguramente, lo que uno oye o cree oír es su propio corazón asustado ante la insignificancia de nuestra corta existencia.

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