La cena dio para mucho y la conversación fluyó sin problemas desde las evidentes carencias de la informática judicial a las discutibles virtudes del innombrable «Licor de merda» que fabrican en Cantanhede (Portugal). Pero, como los comensales eran en un 99% gallegos y la cerveza y el vino comenzaban a fluir, en cierto momento de la noche hube de plantearme seriamente la posibilidad de verme envuelto en una súbita interpretación «a capela» del «Miudiño».
Si usted no sabe lo que es el «Miudiño» no sabe lo que se está perdiendo. Si usted lo oye cantar por primera vez y no entiende la letra, perfectamente podría pensar que es el himno de Galicia, mucho más si ve —como sucede a menudo— a centenares o miles de personas cantándolo; pero, cuando lo ha oído unas cuantas veces y aunque siga sin saber qué dice la letra, notará un impulso incontenible que le obliga a cantarlo.
Es casi un himno, ya se lo digo yo, y, tan himno es, que fue base de la canción que más identifica la revolución minera de los valles asturianos: aquella que empieza con «Santa Bárbara bendita…» y acaba con un «…mira Maruxina, mirá, mira cómo vengo…» final que, para quien haya cantado el «Miudiño», resulta muy revelador.
Bueno, vamos al turrón, que me pierdo; el caso es que aunque conozco perfectamente la letra del «Miudiño» (no hay que tener un memorión precisamente para acordarse) la primera palabra de la canción nunca la he tenido clara, pues he oido no menos de tres principios distintos, desde el sencillo «Trallo un andar miudiño…», al muy galaico «Eche un andar miudiño» e incluso al incorrecto (creo yo) «Heiche un andar miudiño». La conversación, naturalmente, giró sobre la segunda versión, «Eche», que traducido al castellano significaría —más o menos— «te es», una forma de incorporar al interlocutor a la frase que en gallego se llama «pronombre de solidariedade». Quizá a ustedes les suene oír a un gallego usando expresiones del tipo «los percebes tampoco te me debieron sentar bien…» o incluso la muy inquietante «no te quiero más» dicha por el niño a la madre que se empeña en ponerle un cucharón más de comida en el plato ya rebosante.
Me quedé suspenso con la conversación y traté de investigar cómo podría yo, castellanoparlante de nacencia, incorporar el pronombre de solidariedade a alguna locución castellana de andar por casa.
Esfuerzo inútil, el castellano también tiene su propio «pronombre de solidariedade», sólo que le llama —muy pomposamente— «dativo ético». Conforme a la Real Academia Española este «dativo ético» se construye con pronombres innecesarios que concuerdan con el sujeto de la oración y que se usan para dar énfasis. Indudablemente en castellano la expresión «mañana te me vas de casa» significa exactamente lo mismo que «mañana te vas de casa» y, sin embargo, parece obvio que no es lo mismo o al menos no nos transmite la misma información. Tengo para mí que Miguel Hernández le estaba haciendo un monumento al dativo ético castellano cuando escribió en el principio de su elegía a Ramón Sijé aquello de:
En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo…
Porque, verdaderamente, siendo lo mismo, son expresiones muy diferentes «se ha muerto» y «se me ha muerto».
Pronombre «de solidariedade», reservado casi en exclusiva en castellano a expresiones coloquiales y de puertas para adentro del hogar familiar, mucho más profusamente utilizado en gallego y desde la noche del viernes imprescindible inicio no sólo de un “Miudiño” cantado como ha de cantarse sino de cualquier acción humana solidaria o ética.
Gracias Sabela por descubrirme estas cousas. Graciñas avogados novos.
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