España es un país curioso donde todos parecen saber que Iniesta es el futbolista «de Fuentealbilla», Sergio Ramos o Curro Romero son el defensa y el diestro «de Camas» y que el vino es de Valdepeñas, sin que nadie se sienta obligado a aclarar que Fuentealbilla es un pueblo de Albacete, Camas un municipio colindante con Sevilla (río Guadalquivir de por medio), o que Valdepeñas es un municipio de Castilla-La Mancha.

Turrón de Jijona, peladillas de Alcoy, ajo de Las Pedroñeras, melón de Villaconejos, finos de Montilla-Moriles, torta del Casar, queso de Cabrales… Parece que nadie considera necesario aclarar a nadie dónde se encuentran estas localidades, los autores presumen informada a su audiencia salvo, claro está, que hablen de la Región de Murcia.

Los andaluces en esto son maestros y desde antiguo entendieron que Utrera no está en Sevilla ni Antequera en Málaga, que Utrera está exactamente en Utrera y que Antequera está justamente donde ha de estar: en Antequera; y es precisamente por eso que los mostachones son de Utrera y no de Sevilla en tanto que los molletes vienen de Antequera y no de Málaga.

Nadie en Andalucía parece necesitar explicar que Jerez «está en Cádiz» (lo cual es, por otro lado, absolutamente falso) o que Ronda «está en Málaga». Más aún, si nos vamos al mundo del flamenco esta forma administrativo-provinciana de hablar movería a la risa más desaforada: ¿Imagina usted a un crítico musical hablando de la «Soleá de Alcalá (Sevilla)»

—¿Qué idiotez es esa?
—Es para que no la confunda usted con la soleá de Alcalá de Henares (Madrid)
—Oiga ¿Es usted tonto?
—Pues igual sí.

Explicar a un lector que el vino de Jerez se hace en Cádiz es llamarle ignorante, mejor sería hablarle del Puerto de Santamaría o de Sanlúcar de Barrameda porque, puestos a gastar tinta, más vale hacerlo en algo útil.

En cambio, en relación con nuestra región pareciera que los medios consideran que los españoles son todos unos ignaros.

A ver cómo se lo explico: no hay muchas ciudades en España que tengan una imagen de marca mundial tan poderosa como Cartagena.

A poco que usted lo piense reparará en que cualquier niño o niña del mundo que haya ido al colegio, al estudiar historia antigua, necesariamente toma conocimiento de la existencia de nuestra ciudad y de algunas de las cosas que en ella ocurrieron.

Todos los libros de historia de todos los niños de todos los colegios del mundo contienen mapas donde figura nuestra ciudad y le cuentan a sus alumnos la historia de un vecino de esta ciudad, un tal Aníbal, un zagal que un día decidió conquistar Roma… y que casi lo consigue. ¿Imagina usted lo que le costaría a cualquier ciudad comprar una presencia así en los libros de historia?

La historia de la humanidad se decidió en esa guerra a la que llamamos segunda guerra púnica; si los carthagineses hubiesen ganado, por ejemplo, hoy día no hablariamos castellano sino un idioma derivado del fenicio y toda nuestra cultura sería muy diferente.

Muy pocas ciudades del mundo han sido el escenario donde se han jugado dos imperios el destino de la humanidad; muy pocas ciudades han tenido vecinos tan decisivos para la historia del género humano como Aníbal, Asdrúbal o el mismo Amílcar Barca; muy pocas ciudades, en fin, se han ganado un lugar en la historia tan por derecho propio como la nuestra.

Y sin embargo, a diferencia de Fuentealbilla, Valdepeñas, Jerez, Ronda, Camas o Utrera, muchos medios de comunicación de nuestra región deben de entender que sus lectores son unos ignorantes y se ven compelidos a confundir a sus lectores «explicándoles» que Cartagena «está en Murcia». No en la Región de Murcia, no, sino «en Murcia».

Esta forma de confundir tan propia de nuestra región no es exclusiva de Cartagena, este verano he visto en un telediario nacional afirmar que el festival del Cante de las Minas se celebra «en Murcia» y otro tanto he escuchado de otras fiestas y eventos significativos de nuestra región.

Este borrado regional que aqueja a nuestra autonomía, curiosamente, es celebrado por algunos políticos para quienes nuestra región resulta demasiado grande y variada como para entrarles en la mollera y así, poco a poco, la van erosionando y destruyendo mientras se refocilan con su propia estulticia.

Comprenderán ustedes que, cuando una chirigota de Beniaján compitió en el concurso de agrupaciones carnavalescas de Cádiz, yo me sonriese al ver que era anunciada por Canal Sur TV simplemente como «chirigota de Beniaján» mientras que en «La Verdad» se la llamaba «chirigota murciana». Entenderán que entonces no pudiese evitar pensar en que algún día habría de escribir un post como este.

Cuestión algo más que de estilo. Yo me apunto al estilo andaluz.

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