Van a cumplirse seis meses de que se iniciasen las huelgas en la administración de justicia, medio año, pues, de paro en uno de los servicios esenciales del estado.
En estos seis meses todos han perdido pero, de entre todos los que han perdido, abogados y procuradores son probablemente los colectivos más perjudicados. ¿Imagina usted que su empresario cerrase la empresa seis meses? ¿imagina usted que el dinero del que vive se retrasase seis meses en llegar?
Ciertamente todos los administrados —unos más, otros menos— sufren con esta huelga pero la situación de abogados y procuradores es llamativa por dramática.
Mientras los representantes de los funcionarios se encierran en el ministerio para tratar de forzar el fin de la huelga, la «representante» de los abogados no se encierra ni en el piso cuyo alquiler a nuestro pesar le pagamos todos, sigue con su vida festiva de entregas y recepciones de medallas y condecoraciones, sigue cobrando sus dietas y obvenciones aunque los abogados no cobren, sigue en silencio absoluto sobre los problemas de jubilación o de la infamia de los pagos del turno de oficio aunque los abogados griten por las calles. Ella no ve nada, no oye nada, el de los abogados, para ella, es un mágico mundo de colores como en las películas de Disney.
La «representante» de abogados y abogadas en lugar de usar las redes sociales —los periodistas y community manager que todos le pagamos— para defender la actuación o la imagen de un decano acusado de defender a sus compañeros, prefiere usarlas en la autoalabanza, la autosatisfacción y en el onanismo institucional, como si esos medios que se le pagan estuviesen para servirla a ella y no a los abogados y abogadas de España que las pagan.
El problema de abogados y abogadas no es que no funcionen los juzgados y sus ingresos bajen, su problema no es que, por no prestarles nadie, ni siquiera su «representante» les presta atención. La «representante» parasita el cargo, lo sangra con abundantes sinecuras y mantiene en silencio oficial a una abogacía que se muere de inanición.
A nadie se le oculta esto ya, lo que nadie entiende es que, siendo esto un estado de oponión generalizado, exista todavía un importante núcleo de consejeros que la mantienen en el solio con abundantes muestras de reverencia y pleitesía.
Esos consejeros y su conducta son el misterio que se esconde tras las difícilmente calificable conducta de la «representante». A desentrañar el por qué de su incomprensible conducta habrá que dedicar algún próximo post.