El de Fadh es un síndrome casi siempre idiopático cuyo principal síntoma es la tendencia de quién lo padece a formular argumentos «ad hominem» cuando se ve inmerso en cualquier tipo de debate.
Se ha observado que el síndrome de Fadh (o de la Falacia AD Hominem) suele aquejar principalmente a los participantes en debates en redes sociales y se ha llegado a formular un enunciado de interacción social paralelo a la llamada «Ley de Godwin» que afirma que:
«formulada una afirmación en redes, a medida que la discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una alusión personal relativa a algún atributo del emisor de la afirmación en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo, tiende a uno».
Dicho de otro modo, si una conversación en linea se alarga lo suficiente uno de los conversantes acabará efectuando alusiones personales respecto de su interlocutor en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento enunciado.
El síndrome de Fadh es crónico entre los miembros de la clase política española (trastorno explosivo del «y tú más») y hay quien le tiene por patognomónico del llamado «trastorno del hooligan político español».
Dada su enorme prevalencia en los debates políticos en redes sociales se ha propuesto como remedio que cualquier conversación se cierre en el exacto momento en que aparezca el primer argumento ad hominem y se coloque en situación de «ignorar» a su emisor señalando o no (en esto no hay consenso) la presencia del síndrome de Fadh.
Aclaración final (wikipedia):
En lógica, se denominan como argumento ad hominem (del latín ‘contra el hombre’) o falacia ad hominem varios tipos de argumentos, muchos de los cuales considerados falacias informales, que consisten en refutar una afirmación en función del carácter o de algún atributo del emisor de la afirmación, en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo. Generalmente sigue la siguiente estructura: «A afirma x; B afirma que A tiene algo cuestionable; luego, por extensión, B afirma que x es cuestionable». La conclusión también suele indicar que lo que afirma A no merece ser tenido en cuenta.
Es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación de haberse servido de ella (argumento ad logicam) se utilizan como recursos en discursos reales. Como técnica retórica es efectiva, y tiene como objetivo persuadir de una idea a personas que se mueven más por sentimientos que por la lógica; se atacan, así, no los argumentos propiamente dichos, sino a la persona que los produce y algunas de sus circunstancias, como origen, etnia, educación, riqueza (o pobreza), estatus social, moral, familia, etcétera.


