Les contaba el otro día que en Cartagena habíamos perdido todas las guerras, desde la segunda guerra púnica en el 209 AEC a la última guerra civil en el 1939 EC. Y sin, embargo…

Sin embargo, a pesar de la República Romana, de Suintila, de los moros y los cristianos, de los austrias y de los borbones, de los bombardeos de Martínez Campos y los de la Legión Condor, 2229 años después de que Asdrúbal diese nombre a nuestra ciudad aquí seguimos pese a esos casi tres mil años de derrotas.

Y hemos vivido no solo derrotas sino también traiciones, muchas traiciones, desde alcaldes (o alcaldesas) que venden el futuro de todos para pagar su personal futuro político, a obispos que abrazan la mentira para ellos y sus sucesores como forma de ejercer su cargo. Sin propósito de enmienda y sin el más mínimo dolor de los pecados.

No, no es fácil seguir aquí tras 2209 años de traiciones y derrotas, sólo la memoria de quienes fuimos, la seguridad de lo que somos y la conciencia de quiénes podemos llegar a ser, empuja desde hace dos milenios a las gentes de esta tierra a marchar hacia Roma, a zarpar hacia las Antillas a pelear guerras perdidas o a enfrentarse al mundo en un sueño federal que costó miles de muertos.

Sí, hemos perdido todas las guerras, pero quizá porque las hemos peleado todas seguimos aquí, va ya para 3000 años.

Y a lo mejor es también por eso por lo que, infames que desearían que sus iniquidades se olvidasen, tratan de convertir en mercancía paletizada los vestigios venerables y las pruebas palpables de su miserable inanidad.

No se trata solo de una catedral.

Deja un comentario