Como un juego de niños

Como un juego de niños

Cualquier animal social, para vivir en grupo, necesita respetar las normas que regulan el funcionamiento del grupo y esto es válido para una colonia de simples bacterias como para la más evolucionada horda de chimpancés u homo sapiens.

Estas habilidades para la vida en grupo no se adquieren culturalmente mediante el aprendizaje sino que están inscritas, al menos en su nivel más básico, en los genes de los miembros del grupo dando lugar a conductas que se heredan. En el caso de los humanos a ese conjunto de conductas heredadas (el «derecho natural» genuino) se añade otro conjunto de normas fruto de la evolución cultural de cada comunidad.

¿Se ha planteado usted si la empatía, el orgullo o la venganza son rasgos heredados o aprendidos?

Las ideas que ha ido teniendo el ser humano sobre sí mismo han tenido a menudo consecuencias dramáticas. No es lo mismo pensar que el niño, cuando nace, es una hoja en blanco que la sociedad escribe a través de la educación a pensar que el niño, cuando nace, ya trae un equipamiento genético que determina muchas de sus características; no es lo mismo pensar que el hombre es un ser bondadoso por naturaleza que la sociedad estropea a que el hombre es, en sí mismo, un ser malvado que si no expresa toda su maldad es gracias a que, de alguna forma, firmó un contrato social que hace que la sociedad le salve de sí mismo.

Es muy peligroso creer que sabemos cómo es el hombre porque ello nos llevará a dictar leyes que pueden ir contra su naturaleza y hacerlo profundamente infeliz.

En la naturaleza existe la empatía, existe el orgullo y existe el altruismo y no sólo en la especie humana sino también, en mayor o menor medida, en cualquier animal social. Pero también existen en el hombre multitud de aspectos que no comprendemos y que no sabemos si se deben a la cultura o a su equipamiento genético. Hoy el País publica una serie de estudios científicos que yo conocía desde hace tiempo a través de los estudios del primatólogo Frans de Waal pero sobre los que no me había atrevido a escribir en redes sociales por temor a ir contra el «mainstream» del pensamiento actual: ¿los juegos de los niños y niñas humanos son diferentes por educación o existe algún tipo de condicionamiento genético?

El tema, que debiera ser estrictamente científico, sé que puede segmentar a los lectores rápidos en función de algunos apriorismos políticos y no me gustaría que ese fuese el caso, sólo quisiera compartir el «state of the art» de la ciencia en este punto y, para ello, nada mejor que transcribir las apreciaciones del propio Frans de Waal, primatólogo al que, como sabrán los lectores más antiguos y recalcitrantes de estos post, he dedicado numerosos artículos:

Una mañana, a través de mis binoculares, vi a Amber encaminarse hacia la isla en una extraña postura encorvada, renqueando sobre una mano y dos piernas. Con la otra mano abrazaba la cabeza de un cepillo de crin contra su vientre, exactamente igual que una madre chimpancé sostiene a un neonato que es demasiado pequeño y débil para agarrarse por sí solo. Amber era una hembra adolescente de la colonia de chimpancés del zoo de Burgers. Uno de los cuidadores debió de dejarse el cepillo, y Amber le había quitado el mango. Ocasionalmente, lo acicalaba y deambulaba con el cepillo colocado en la grupa, como una madre cargando con un retoño más crecido”.

En los infantes humanos encontramos un patrón similar al de los chimpancés: las niñas juegan mucho más con muñecas que los niños, en todas las culturas. Sin duda, desde pequeños aprendemos que algunas actividades son socialmente más aprobadas para un género u otro, y con frecuencia se estigmatiza a los niños que juegan con muñecas. Sin embargo, las observaciones con primates indican que también podría existir una base biológica.

Para comprobarlo, en 2008 se llevó a cabo un experimento en el Centro de Investigación de Yerkes con macacos (Macaca mulatta). A 39 infantes les dieron distintos objetos para que se divirtieran. Unos eran juguetes comúnmente asociados a chicos, como pelotas, tractores y otros objetos con ruedas, y otros eran peluches similares a muñecas, que solemos asociar a las chicas. El resultado fue que, al igual que ocurre con los humanos, los machos prefirieron los juguetes con ruedas a los peluches, mientras que las hembras no mostraron preferencias

Este resultado llama la atención, sobre todo si tenemos en cuenta que los macacos no tienen este tipo de objetos en su hábitat natural. En un gran número de especies de mamíferos, cada sexo juega de manera diferente: los machos suelen tener un juego más dinámico y brusco que las hembras. Por tanto, es posible que los juguetes con ruedas permitieran a los macacos desarrollar este tipo de juego mejor que los peluches.

Si dos machos jóvenes de macaco o chimpancé se ponen a jugar con una muñeca, lo más probable es que esta termine destrozada. Cada uno agarrará un extremo y tirarán de él en una lucha por hacerse con el objeto, demostrando así quién es el más fuerte. Por el contrario, las hembras lo arroparán y le inspeccionarán la zona de los genitales. Son más propensas a los cuidados.

Estas diferencias en el tipo de juego también se ha observado en los humanos. Los niños son más enérgicos y las niñas utilizan más los juegos narrativos. Por lo tanto, es posible que niños y niñas tengan juguetes distintos porque escogen aquellos que les permiten desarrollar mejor su tipo de juego. En 1982, un estudio estadounidense hizo una encuesta para averiguar los motivos por los que estos escogían los juguetes. El 55% habló de lo que podía hacer con esos juguetes, frente al 1% que hizo referencia a su género.

Por supuesto, esto no quiere decir que su entorno cultural no afecte. Uno de los juguetes preferidos de los macacos del experimento era un carrito de la compra en miniatura, pero este no es un juguete popular entre los niños humanos, probablemente por el imaginario asociado a él.

Es importante aclarar que hablamos en términos generales, siempre hay excepciones. Por ejemplo, la exposición en el útero a hormonas sexuales influye en las preferencias por los juguetes. Las niñas con hiperplasia suprarrenal congénita, que secretan más andrógenos de lo normal, presentan un juego más parecido al de los chicos y también eligen juguetes típicamente masculinos con más frecuencia. Esto es así, aunque desde pequeñas se les anime a utilizar juguetes supuestamente femeninos.

Y sin embargo, a pesar de lo expuesto, yo no tomaría decisiones definitivas sobre resultados científicos que, como todos los resultados cuentíficos, son siempre más o menos provisionales, jugar a ser Dios con otros seres humanos legislando sobre aspectos que no podemos estar seguros de conocer es siempre peligroso.

No hay nada que me inquiete tanto como un legislador absolutamente seguro y convencido de lo que hace y, en ese sentido, todos los credos me inquietan sean religiosos o políticos.

Desde 2008 he tratado de penetrar en los fundamentos genéticos —y por tanto evolutivos— de los comportamientos sociales —y por ende jurídicos— humanos para tratar de entender el verdadero derecho natural que se esconde tras las conductas humanas y que está escrito en su ADN y es por ello que me he dedicado a buscar los antecedentes de estos comportamientos en otros animales que podrían mostrar estadios evolutivos anteriores al de la especie humana actual.

He aprendido mucho en este viaje de 25 años aunque, seguramente, mi convicción más asentada es la de que la única seguridad válida es la duda; esa y la de que este tipo de post no suelen interesar a nadie, mucho menos en verano y a la hora de la siesta.