Tagarninas

Tagarninas

El humilde vegetal que tienen ante ustedes fue inscrito al nacer en el Registro Civil de las plantas como «Scolymus Hispanicus», aunque quienes lo conocen le llaman, simplemente, tagarnina.

Hoy, gracias a la cortesía y grandeza de corazón de Francisco Javier Olivero Angulo, tengo encima de mi mesa de despacho bastimento de tagarninas suficiente para prepararme un potajico que, de aquí a poco, voy a empezar a perpetrar.

Gracias compañero, no sólo sacias mi hambre sino que alimentas mi espíritu y aumentas mi conocimiento del país en que vivo.

Debo confesar que lo primero que conocí de las tagarninas fue su nombre y lo escuché en una canción de Carlos Cano («Las Murgas de Emilio el Moro») que costaron a su autor el ostracismo porque, entre otras cosas, mencionaban a la OTAN y a Felipe y el sentido del humor de este último en aquellos años al parecer era nulo.

«Espárragos, caracoles,
tagarninas de la sierra,
a manojitos los niños
venden por las carreteras…»

Esta canción me acompañó siempre: la usé como sintonía de mi programa durante unos años que hice radio, me la ponía en el coche para ubicarme espiritualmente antes de dar cualquier mitin o simplemente la escuchaba para disfrutar de su compás carnavalesco-gaditano y recordar que yo también vi actuar en directo a Don Emilio Jiménez (aka «Emilio el Moro»).

Hoy, gracias a Francisco Javier Olivero Angulo, no solo voy a calmar las hambres del cuerpo sino también las del alma y a darle un poco de tirititrán al intestino delgado.

«Alegría…
Alegría la traigo a espuertas
viene de Cai (qué calor)
Alegría…
Alegría tienen las jambres
de Andalucía:
Frigoríficos volando
la reconversión naval
¡Guardias no tiréis pelotas
que pa pelotas Puerto Real!»

Y ahora voy a ver como asesino, culinariamente hablando, estas tagarninas que, al lado de unos garbanzos carthagineses, creo yo que estarán de lujo.