El lobo ¿compite o coopera con el venado?

El lobo ¿compite o coopera con el venado?

El último lobo del parque nacional de Yellowstone fue cazado en 1925, momento a partir del cual venados y búfalos pudieron pastar a sus anchas, y lo hicieron.

Las poblaciones de alces, cabras, bisontes, venados y otros hervíboros crecieron sin control, secaron las praderas, erosionaron la tierra, acabaron con bosques e incluso con ríos. Muchas especies ya no pudieron vivir en ese ecosistema y desaparecieron de Yellowstone.

En 1995 se reintrodujeron en el parque 32 lobos canadienses en un experimento que no se sabía bien cómo terminaría, pero, para sorpresa de los científicos, la presencia del lobo alejó a los venados de determinadas zonas del parque dando así tiempo a la hierba a crecer en la pradera y a los árboles a crecer en los bosques; la erosión se frenó y volvieron a aparecer arroyos susceptibles de permitir construir sus diques a los castores o pescar a los osos. La presencia del lobo devolvió la vida al parque sin que las poblaciones de hervíboros sufriesen por ello más de lo que la naturaleza desea.

¿Es, entonces, el lobo un «amigo» o un «enemigo» de alces, venados y bisontes?

Conceptos como los de «amigo», «enemigo», «antagonista» o «cooperador» deben de ser revisados posiblemente. ¿El lobo es amigo de hierbas y bosques y enemigo de las cabras?. Si el lobo protege las hierbas de las que se alimenta el venado, cabe preguntarse entonces: el lobo ¿coopera o compite con el venado?.

En Yellowstone todos los recursos de la naturaleza son comunes, no existe ningún texto legal que diga como deben repartirse entre los animales que lo pueblan, pero la naturaleza ha encontrado la forma de distribuir y proteger esos bienes en beneficio de todos.

En el caso de la especie humana, ya sin competidores sobre la faz de la tierra, hemos sido incapaces de encontrar una forma racional de explotar y preservar los bienes comunes. La atmósfera, los mares o el agua de los ríos son testigos de nuestra ignorancia y nuestro fracaso. Muchos economistas han estudiado este fenómeno al que han llamado «La tragedia de los comunes» (les animo a googlear la expresión), entre ellos la premio nobel Ellinor Ostrom que estudió en profundidad y puso como ejemplos de buena gestión los tribunales de las aguas de Murcia y Valencia (ciudades en las que Ellinor es una absoluta desconocida). Pero, a salvo de ejemplos puntuales, el ser humano, a diferencia de la naturaleza y a pesar de contar con leyes y tribunales de justicia, se ha mostrado absolutamente incapaz hasta la fecha de salvar a los bienes comunes de la tragedia. La teoría económica explica perfectamente por qué los bienes comunales no pueden sobrevivir, lo que no ha explicado hasta ahora es cómo pueden conservarse. Ya conocen aquel dicho atribuido infantilmente a los indios Creek: cuando haya desaparecido el último animal y el último árbol os daréis cuenta de que el dinero no se come.

En fin, en la naturaleza, en general, todos los seres vivos compiten y al mismo tiempo todos cooperan, lo decisivo es mantener la homeostasis del sistema, mantener el equilibrio.

Y ahora planteémonos el papel del ser humano, el mayor depredador de la naturaleza: ¿Contribuimos al equilibrio o hemos inventado un equilibrio mejor?. Quizá, como los venados, cuando nos hayamos comido la última hierba de la pradera echemos de menos la cooperación del lobo.

Pateras invisibles

Retransmiten en directo la llegada del Acuarius a Valencia mientras al litoral español llegan decenas de pateras anónimas. Valencia es hoy una excepción a la normalidad que rige desde Ayamonte a Port Bou. Una normalidad hecha de internamientos en CIE y expedientes de devolución que se amortigua en el caso de Valencia.

No sé si hoy, en el Puerto de Valencia, además de policías, profesionales de la sanidad, funcionarios, intérpretes, trabajadores del 112… habrán jueces, fiscales, LAJ y… abogados de oficio. Lo que sí sé es que, en el resto del litoral y para los inmigrantes que no salen en la tele habrán abogados de oficio, que tampoco saldrán en la tele ni en las palabras de la ministra de justicia.

Hace pocos meses en Cartagena recibimos a 430 inmigrantes y mis abogados y abogadas cumplieron con su deber; quizá los demás les olviden, yo nunca les olvidaré.

Es tiempo de pasodoble

A mí me gusta el pasodoble ¿qué quieren que le haga?

Muchos piensan que el pasodoble es una ancestral y carpetovetónica forma musical representativa de las esencias ibéricas, pero mucho me temo que no sea así… O quizá sí, veamos.

Poco tiene de ancestral el pasodoble: La primera composición digna de tal nombre es una pieza musical del maestro Barbieri titulada «Marcha de la Manolería», una pieza que hoy conocemos con el nombre de la zarzuela de la que es parte «Pan y Toros«. Este «pasodoble» se compuso en 1864 lo que, en términos de historia de España, es poco menos que antesdeayer. Por tanto permítanme que cuestione el carácter «ancestral» del pasodoble: Cuando se fundó el Colegio de Abogados de Cartagena aún faltaban muchos años para que se compusiese el primer pasodoble; de forma que, para «ancestrales», nosotros, los de @icacartagena

En cuanto a que sea una forma musical carpetovetónica representativa de las esencias ibéricas pues no, o sí. Veamos.

De entre la ingente cantidad de pasodobles que se han compuesto creo no equivocarme si afirmo que la mayor parte de ellos tiene su cuna en el País Valenciano, un lugar que -como saben- habla una lengua española que no es el castellano y que nos ha dado desde el valencianísimo «El Fallero» (¿imaginan las Fallas sin este sonido de fondo?) hasta ese genuino himno a la alegría española -que bien pudiera ser nuestro himno si fuésemos un pueblo con menos mala leche- compuesto por un genio de Cocentaina: «Paquito el Chocolatero«.

No va escasa Cataluña en materia de pasodobles: Entre otros muchos allí compuestos quisiera señalar uno de los más bellos y canónicos pasodobles de cuantos existen: «Amparito Roca«.

Compuesto en 1925 por el músico barcelonés Jaume Teixidor Dalmau Amparito Roca representa en mi sentir el arquetipo canónico de un pasodoble: tres temas sin estribillo, una espléndida melodía de los bajos y un fantástico trío donde la banda «discute» en inolvidable conversación con un agudo instrumento de viento. Más no se le puede pedir a un pasodoble.

Nacido en Barcelona y muerto en Barakaldo Jaume Teixidor nos dejó un legado excepcional y -si no- traten de imaginar unas fiestas en Tarragona donde no suene, se cante o se baile Amparito Roca. Lo diré en cristiano para que se entienda: L’Amparito Roca és un popular pasdoble que amb el pas dels anys s’ha convertit en l’himne de les festes. Lo firmo.

Recuerdo que en 1982, con motivo del mundial de fútbol, se buscó un lugar que representase a «España» para que fuese la sede de los partidos de la selección. Se eligió Valencia. Un lugar donde se habla el catalán, se componen y tocan como en ningún otro pasodobles y que es propietaria del icono gastronómico español por excelencia: la paella. Quizá España cuando es diú Espanya es mucho más ella misma.

Pero ¡ay! Yo soy de Cartagena, un lugar donde sopla el Lebeche (de llebetx) y se comen bajocas y pésoles en lugar de judías y guisantes (los catalanoparlantes me entenderán), una Cartagena que es española desde la muralla del mar a los baluartes de la cortadura; y claro, no puedo evitar mencionar a dos de los muchos pasodobles compuestos en mi ciudad. Uno con éxito mundial y sabor a imperio británico, «El Abanico» (Alfredo Javaloyes, Cartagena-1910) con el que la guardia real británica hace los cambios de la guardia en Buckingham y otro ¡ay! que quizá sea la perfecta música de fondo para esta España cainita del año 2013:

«Suspiros de España» (Antonio Álvarez Alonso, Cartagena 1902).

PD. Acabado el post y mirando cómo nuestros políticos dejan enquistarse los problemas, cómo siguen sin enfrentar la crisis con valentía, cómo se refugian en las instituciones dando la espalda a su pueblo, recuerdo a un tristísimo personaje taurino a quien, probablemente, jamás le tocaron un pasodoble: Don Tancredo.

Entre lo patético y lo cómico-taurino Don Tancredo se colocaba en el centro de la plaza mientras soltaban el toro y fiaba toda su fortuna a permanecer quieto de forma que el toro lo considerase un objeto inanimado y no le embistiese. No siempre tenía suerte.

Hoy que nuestros políticos son expertos en el lance de «hacer el tancredo» se me ocurre que es tiempo de redoblar esfuerzos, de forzar la marcha, que es tiempo de pasodoble.

La Ciudad de la Justicia de Valencia o el Nuevo Interiorismo Judicial Valenciano

Recientemente he revisitado la llamada «Ciudad de la Justicia» de Valencia y como desde que soy decano vivo pegado a la Blackberry, me animé a hacer unas fotos con ella para exhibir a mis compañeros de Cartagena y de la Región de Murcia las condiciones en que se impartía Justicia en tan moderno edificio. Lo que fotografié habla por sí mismo «res ipsa loquitur» y, si me lo permiten, quisiera compartirlo con ustedes.

Antes que nada y, para que se vayan situando, déjenme mostrarles un plano general del interior de la Ciudad de la Justicia de Valencia.

Vista general del interior de la Ciudad de la Justicia de Valencia
Vista general del interior de la Ciudad de la Justicia de Valencia

Aparentemente impresionante ¿verdad?. Sin embargo, no se dejen engañar por el especto exterior, el diablo se esconde en los detalles. Veámoslo. Seguir leyendo «La Ciudad de la Justicia de Valencia o el Nuevo Interiorismo Judicial Valenciano»