Abogados, derrota y gloria

Abogados, derrota y gloria

Ayer mientras escribía el post «Papá quiero ser LAJ» y hablaba del indudable glamour de nuestra profesión, sobre todo en el caso de que los protagonistas fuesen seres frágiles y al borde de la derrota, no podía dejar de pensar en una cita sobre Cervantes de Manuel Vázquez Montalbán:

«Si Cervantes no hubiera sido manco, ni hubiera perdido tantas cosas, incluido el honor mal llevado por sus parientes femeninos, probablemente jamás se habría metido en la piel de Don Quijote, ni habría arrastrado a Sancho al mal camino de la utopía. Sólo a un derrotado se le ocurre convertir la derrota en victoria moral».

Y pensé si no seremos nosotros y los que son como nosotros los auténticos derrotados de esta historia.

Recuerdo que un día, tras escribir uno de mis habituales post sobre abogados reales y abogados de grandes bufetes, un abogado de uno de esos bufetes me puso un comentario agrio diciendo que ellos también tenían gloria y tal… y creo que le respondí algo así como que no se podía querer todo, que el dinero y la gloria en nuestra profesión no suelen ir juntos y que había que escoger porque, como dijo Calamandrei, el abogado nunca o casi nunca se hace rico; ricos se hacen (y cito textualmente)

«…ricos se hacen solamente aquellos que, bajo el título de abogados, son en realidad comerciantes o intermediarios…»

Y ahora, mientras veo a la profesión pelear por las migajas del turno y no atacar al núcleo de esos que, como dijo Calamandrei, son «…en realidad comerciantes o intermediarios…» y están destruyendo la abogacía, me pregunto si no acabaremos cambiando la poca gloria que nos queda por unos, aún más pocos, euros.

Sí, seguramente sólo a los derrotados se les ocurre convertir las derrotas en victorias morales, pero es porque ser pobre es en verdad la única condición que no puede comprarse con dinero.

Países ricos y países pobres

Países ricos y países pobres

En casi todas las charlas que di en Colombia, en algún momento u otro, apareció siempre la cuestión de la América del Sur pobre frente a la América del Norte del Río Grande rica y, para enfrentar esa cuestión, siempre traté de poner en claro qué era eso de la riqueza o de la pobreza de un país.

Si por «riqueza» se entiende que un país disponga de abundantes recursos naturales no cabe duda de que América del Sur es un continente agraciado por la providencia pero, les decía, no creo que la abundancia de recursos naturales sea lo que hace en verdad rico a un país y les solía poner el ejemplo de Chile.

Al comenzar el siglo XX Chile era un país ciertamente rico: su renta «per capita» superaba a la de países europeos como España, Suecia o Finlandia. La causa de tal riqueza se encontraba oculta bajo el suelo del desierto de Atacama: el nitrato. Indispensable para la fabricación de pólvora y magnífico como abono, Chile vendía su nitrato a todo el mundo.

Sin embargo, para desgracia de los chilenos, en 1909 los químicos alemanes Fritz Haber y Carl Bosch descubrieron una forma barata de producir este nitrato a partir de otros componentes y las exportaciones de nitrato de Chile comenzaron a caer; sin duda muchos de ustedes recuerdan aún el azulejo que se ve en la fotografía; «agricultores, abonad con nitrato de Chile» y añadía las palabras «único natural», este fue uno de los últimos esfuerzo chilenos por mantener su comercio.

Para 1958 toda la industria chilena del nitrato había desaparecido sin embargo la fortuna volvió a sonreir a Chile pues, en esos lustros, la electricidad, el telégrafo y la telefonía exigían cada día más hilo de cobre y Chile, por fortuna, era rico en cobre.

Y dicho esto ¿consideran ustedes a Chile un país rico o un país pobre?

Yo, permítanme decirlo y que no se me enfade ningún chileno, no lo considero rico, sino ponre. Rico es el país que, comi Alemania, tiene conocimientos suficientes como para prescindir del comercio del nitrato cuando le hace falta (recordemos que todo el comercio de nitrato de Chile estaba controlado por Gran Bretaña) o es capaz de diseñar e implementar esos aparatos que necesitan del cobre que otros facilitan.

Disponer de materias primas es cuestión de suerte, disponer de cultura y conocimiento es cuestión de esfuerzo pero permite forjar el futuro independientemente de la suerte que se haya tenido en el reparto de riqueza. El cobre no vale nada, si vale es porque alguien le ha encontrado un uso revolucionario (la electricidad) y por eso no es rico quien tiene cobre sino quien tiene los conocimientos que permiten su uso.

No, riqueza no es disponer de recursos materiales, riqueza es disponer de conocimiento, de cultura, de todo eso que, en sentido amplio, llamamos información.

No creo que América del Sur sea pobre en cuanto a materias primas sino todo lo contrario, es riquísima; sí es pobre en cuanto que ella no controla estas materias primas, en general explotadas y esquilmadas por empresas anglosajonas que no han dudado en corromper u ocupar gobiernos para ello y, sobre todo, es pobre, en la medida que la pobreza material de sus gentes drena a sus sociedades de inteligencia, cultura e información, permitiendo que sus mejores cerebros acaben siempre en el extranjero enriqueciendo a otras sociedades.

Y esto que digo no sólo sirve para América del Sur sino para mi propio país; un país que confía en buena parte su futuro a unos turistas de sol y playa que un día dejarán de venir y que, de momento, han acabado con el 80% de los recursos naturales y turísticos del Mediterráneo Español. Un país cuyos profesionales de la sanidad marchan recién egresados a países extranjeros; un país cuyos científicos, si quieren desarrollar una carrera científica exitisa, deben marchar al extranjero.

Estamos perdiendo nuestra mayor riqueza en favor de otros países, así que nadie se extrañe si un día descubrimos que somos, esencialmente, pobres.

Materia, forma e información

Platón y Aristóteles
Platón y Aristóteles

Probablemente mi catedrático de Derecho Romano, Jesús Burillo Loshuertos, nunca sabrá el mal que me ha hecho el que, en mi primer examen como universitario, incluyese la pregunta de a quien pertenece la escultura, si al escultor o al dueño del mármol, pregunta sobre la que ya escribí en otro post.

En el fondo de la pregunta, además de un histórico debate jurídico entre sabinianos y proculeyanos, late la vieja dualidad materia-forma de la que se ocuparon ampliamente antiguos filósofos y pensadores.

Reflexionando sobre la información en cuanto que acción de informar o dar forma a algo, viene a la mente inmediatamente la percepción de que, mientras la materia es finita y escasa (al menos dentro de las fronteras de nuestro planeta), la capacidad de informar es inagotable, al menos mientras no falte la energía.

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Gabriel Tarde

Conocí de la existencia de la obra de Gabriel Tarde a través de un artículo de Maurizio Lazzarato llamado «Tradición cultural europea y nuevas formas de producción y transmisión del saber», de cuya lectura extraje no poco placer, pues comparto la hipótesis principal que propone: que los modos de producción, socialización y apropiación del saber y de la cultura son realmente diferentes de los modos de producción, socialización y apropiación de las riquezas.

Se ayuda M. Lazzarato en su artículo de las geniales intuiciones contenidas en el libro de Gariel Tarde «Psychologie économique«, Paris, Félix Alcan (1902).

Siguiendo la interpretación de M. Lazzarato, Tarde propone una crítica de la economía política de intrigante actualidad, invirtiendo el punto de partida del análisis económico. No comienza por la producción de los valores-utilidad, es decir por la «producción material» —la célebre fábrica de alfileres así como la Enciclopedia de las Luces, han pasado a la filosofía moral escocesa de Adam Smith convirtiéndose, de esta manera, en el ápice de la economía política—, sino por la producción de conocimientos: la producción de libros. Seguir leyendo «Gabriel Tarde»