Si quieres ser abogado déjalo ahora: no tienes ninguna oportunidad.

Por lo que veo no he logrado convencerte, joven amigo, y sigues empeñado en ser abogado. Te ha gustado todo eso que te conté ayer de la ética y de que ser abogado era una forma de vida; veo que tienes buena pasta, pero no te engañes: no vas a ser un abogado de esos de que te he hablado porque, simplemente, no tienes la más mínima oportunidad.

Hoy, en España, el 85% de los abogados forman parte de esa república de que te he hablé ayer pero ese tiempo ha llegado a su fin.

Ha llegado a su fin porque a los gobiernos no les importa tanto la justicia como desregular la profesión, de forma que se establezca una guerra de precios que no permita la supervivencia de este tipo de despachos más que de forma residual. Supongo que ya habrás visto publicidad de divorcios a 150€ (¿tú crees que se puede asesorar y dirigir debidamente un proceso de esta especie por 150€?) y habrás visto también aplicaciones en las que se subastan procedimientos al abogado que ofrezca llevarlos más barato. ¿Crees que a los gobiernos les preocupa si se pueden llevar o no dignamente asesinatos o ejecuciones hipotecarias a 300€? ¿Crees que les preocupa que ejecutante y ejecutado dispongan de una dirección letrada de calidad pareja? ¿Crees que esto es visto con malos ojos por los gobiernos o los dirigentes del Consejo General de la Abogacía Española?

Te daré un dato: en el último «congreso» (nota las comillas joven amigo) el CGAE, en lugar de tratar de buscar una regulación adecuada para estas aplicaciones, ha convocado un hackaton afortunadamente con escaso éxito de participación. Como ves no puedes esperar mucho, ni del gobierno ni de tus representantes, que, no lo olvides, no sólo representan esa forma que amas del ejercicio profesional, representan también a los grandes despachos y a la abogacía-negocio.

No me entiendas mal: la libre competencia es buena, más que buena imprescindible. La libre concurrencia abarata —sin duda— los servicios de los abogados, pero, si estamos de acuerdo en que el dinero no es el primer objetivo de nuestra profesión sino la defensa de los derechos de los ciudadanos, el gobierno y nuestros representantes deberían establecer unas justas reglas del juego, priorizando la justicia frente al precio y adoptando algunas —mínimas— medidas complementarias, salvo —claro está— que quieran beneficiar a un tipo muy concreto de despachos (los despachos-negocio), despachos estos expertos, por cierto, en las tareas de lobby y en subvencionar congresos y saraos a los que siempre son invitados, adivina quiénes, joven amigo.

No creo que nadie entendiese que una clínica privada pudiera ofertar apendicectomías a 150€ o que, en el mercado del medicamento, no hubiese más criterio de regulación que el del negocio y el precio. Los abogados no curamos a nadie de una afección cardíaca pero por nuestras manos pasan la libertad de las personas o el futuro de muchos menores, por ejemplo; quizá no nos juguemos la muerte de nuestros clientes pero sí que nos jugamos su vida.

El gobierno y nuestros representantes no están por ti ni por mí, joven amigo, no están por la defensa de la profesión de que te hablé ayer y, por eso, el avance de una profesión mercantilizada se produce en los últimos años a pasos agigantados. Los procedimientos que afectan a multitud de afectados son un caramelo demasiado dulce para que los fondos de inversión y los bufetes-negocio extranjeros no se hayan fijado en ellos. No te estoy hablando de ciencia-ficción, amigo, te estoy hablando de algo que vamos a ver en los próximos meses o años.

A día de hoy, joven amigo, nadie cuida de esa profesión de la que aspiras a ser parte, déjame que te dé unos datos:

-Si eres abogada y vas a ser madre o si, simplemente, tienes una grave enfermedad, nadie detendrá siquiera mínimamente los plazos procesales: tu enfermedad te deparará, además de sufrimiento, la pérdida de clientes y deudas en forma de responsabilidad civil. Las
peticiones a todos los partidos han sido hechas y tus representantes no han pedido nada distinto de lo que ya existe en la ley.

-Tu trabajo como abogado de oficio para los más pobres, declarado obligatorio por el gobierno en connivencia con tus representantes, se paga a precios de esclavitud. El gobierno valora tu hora de trabajo apenas a dos euros, exige tu trabajo, y lo paga mal… cuando lo paga. Sin duda has visto en las redes manifestaciones de abogados en protesta por el turno de oficio. Habrás visto que colegios de aquí y de allá han organizado protestas y te habrás preguntado: si todos protestan, unos un día y otros otro, ¿por qué los representantes nacionales no convocan un único día de protesta o convocan huelga? Buena pregunta joven amigo, si encuentras una respuesta lógica dímela, yo aún no encuentro explicación salvo la connivencia cómplice o el Principio de Hanlon.

-Habrás visto que, cuando los abogados y abogadas claman por planificar políticas comunes frente a los impagos del turno de oficio, la falta de conciliación, la precarización de la profesión, la explotación de jóvenes abogados por los grandes despachos… los que dicen ser tus representantes organizan un «congreso» en Valladolid en el que hablan de músicas celestiales, tortas y pan pintados. En ese ¿congreso? La única manifestación visible fue la oposición de los grandes despachos y CGAE a las medidas de control de tiempo y exceso de horas extras tomadas por el gobierno. El turno de oficio sólo ha existido porque un puñado de profesionales dignos han llevado su protesta hasta allí.

-Habrás visto también que los abogados de esa clase que tú aspiras a ser no cuentan en absoluto para sus dirigentes: el «congreso», máximo órgano consultivo de la abogacía ha sido convertido, con clara infracción del Estatuto de la Abogacía, en una feria; el código deontológico, una eficaz herramienta para evitar que se acabe con esta forma de entender la profesión, ha sido modificado a espaldas de los abogados, sin periodo de información pública, sin recibir enmiendas más que de los pocos que se sientan en un oscuro sótano en el paseo de Recoletos. Pareciera que esos pocos entiendan que el resto de los abogados no tienen nada que aportar y olvidan así el primer mandamiento de la república de los abogados: que nadie es más que nadie, que en esta república todos somos lo mismo: abogados, desde la presidenta al último colegiado, y que prescindir de cualquiera de los miembros de esta república es desperdiciar la mayor riqueza que esta tiene: sus mujeres y hombres. La participación, tu participación, joven amigo, está en vías de extinción: si se aprueba el nuevo y ominoso estatuto de la abogacía por el que se pugna desde el sótano de Recoletos ya no tendrán ni que saltarse el Estatuto para convocar un Congreso donde nadie pueda hablar, pues ese tipo de Congresos, simplemente, habrá sido eliminado. Eso es lo que puedes esperar de un borrador estatuto redactado en 2013 y que, si entonces ya nació viejo, ahora es un atentado contra la profesión que amas.

No te engañes, pues: no tienes ninguna oportunidad. Aseguradoras, partidos, bancos, lobbys y hasta tus propios representantes (deliberadamente o por efecto de Hanlon) trabajan en la dirección contraria. No vengas pues, no tienes nada que hacer.

El 85% de los abogados de este país carecen de futuro. Son mayoría, sí, pero cada vez serán menos. El año que viene serán el 80% y en dos o tres años no llegarán al 60.

Por eso, joven amigo, si, a pesar de todo, aún persistes en la idea de ser un abogado de esos de los que te hablé ayer, tendrás que pelear por lo que quieres y tendrás que pelear ya, porque hoy somos el 85% y podemos dar la batalla pero cada vez seremos menos y pronto no podremos hacer nada.

Por eso, joven amigo, si quieres ser abogado, no puedes dejar tu futuro en manos de nadie sino tomarlo en las tuyas; por eso, cuando se hable de abogacía, no puedes dejar que nadie hable por ti —porque probablemente no hable en favor de lo que crees y amas— sino que debes ponerte en pie y dejar oír tu voz; por eso debes saber que nadie hará por ti lo que tú no hagas y que el tiempo de hacerlo es ya.

Por eso no mires alrededor y esperes que alguien empiece la acción, vienes a una profesión de héroes y has de acostumbrarte a pelear solo. No temas, tu acción es importante, siempre seremos unos cuantos los que te sigamos y ten fe en que la acción de unos pocos puede cambiar la historia. Y sobre todo no te quejes si el presente es malo, porque lo seguro, joven amigo, es que el mañana es tuyo.