Carrus navalis: carnavalis

Carrus navalis: carnavalis

Los fenómenos culturales simples ni son fenómenos ni tienen recorrido. Es por eso que nadie sabe dónde nació Homero —ya se cuidó él de no revelarlo— ni cual era el pueblo de Don Quijote —de esto se encargó Don Miguel en el fragmento más recordado de la lengua castellana—, para que así disputaran por ser su cuna un sinnúmero de pueblos griegos y manchegos y ni siquiera ese datos fuese simple sino controvertido. Es por esa complejidad de significados y antecedentes por los que, el carnaval y la pascua, son períodos de tanta profundidad antropológica.

Hoy es 5 de marzo. ¿Y qué? (se preguntará usted) pues nada… Le responderé yo… O mucho, que todo es según se mire.

Como hoy es 5 de marzo me he acercado a visitar el templo de la «señá» Isis, una vecina de mi barrio que comparte vecindario con una virgen judía a la que le mataron al Hijo (nuestra señora de La Caridad) y otra diosa siria que, enamorada de un pastor, acabó haciendo una barbaridad y tratando de suicidarse por la cosa de los remordimientos. La pobre Atargatis, a diferencia de sus vecinas Isis o Miriam, acabó siendo mitad mujer y mitad pez y regalando a la compañía Disney un icono para que esta se forrase.

Como les digo, hoy, 5 de marzo, antes de irme a dormir la siesta, me he pasado por «an ca la señá Isis» y le he tomado una foto a las ruinas de su casa y, mientras reposaba un poco el potaje de cuaresma que me he apretado, me he ido acordando de aquellos viejos buenos tiempos en que la diosa que llevaba al niño en brazos era la que vivía en esta casa y no cien metros más al este.

Ocurre que los devotos de Isis, como los de María, en estas fechas en que se produce el equinoccio de primavera, celebraban y aún celebran fiestas de mucho fundamento. Los seguidores de María, la que vive en La Serreta, celebran el primer fin semana tras la primera luna llena de la primavera que su Hijo resucitó.

También los devotos de la Reina del Cielo (Isis) celebraban la primera luna llena tras el equinoccio de primavera y, en honor de la diosa que vive en Balcones Azules, sacaban en procesión, entre otras cosas, una barca, porque Isis fue estrella de los mares y protectora de los marineros y… Y bueno que la «Isidis Navigium» era muy celebrada aunque no sé si habría llamada y pasacalles de los granaderos californios y marrajos.

Antes de la fiesta del «carrum navalis» había un período de vida licenciosa (carnavalis) que, oiga, era justamente lo mismito que ahora.

No sé, entre la stella maris, el niño en brazos, el carrum navalis y las procesiones creo estoy empezando a perder un poco el oremus, pero bueno, como les decía hoy es 5 de marzo y, en muchos lugares, en rsta fecha, se celebraba el Viernes de Dolores… Quiero decir la «Isidis Navigium»… O ¡yo qué sé!. Las vecinas de mi barrio son demasiado profundas para mí.

Caridad

Vivo en una ciudad que esconde historias en cada rincón, muchas te pasan desapercibidas años hasta que, una noche, caes en la cuenta o alguien te saca de tu ignorancia.

Fue al principio de la guerra civil que se produjo el asalto de iglesias y la quema de imágenes. Muchas imágenes se perdieron —casi todas las de Salzillo— y, las que se salvaron, casi todas encierran una interesante historia. Una de las historias más curiosas y más llena de mitos fue la de cómo se salvó la imagen de la patrona de la ciudad: La Virgen de la Caridad.

La versión más difundida de los hechos cuenta que una madame de burdel (Caridad «La Negra») y sus muchachas se opusieron al asalto armadas con cuchillos y tijeras y que, con la ayuda posterior de algunas autoridades, hicieron desistir a los asaltantes. La historia es parcialmente cierta pues parece que Caridad La Negra nunca estuvo allí.

La iglesia de La Patrona colindaba con el barrio tolerante de la ciudad en 1936 y es verdad que, cuando la iglesia fue asaltada, un grupo de prostitutas se encerró en el templo dispuestas a hacer resistencia. Lo que normalmente no se cuenta es que por allí apareció un concejal socialista que, al frente de las mujeres, hizo retroceder a los asaltantes. Una escena se repite en casi todas las versiones de la historia: los asaltantes se acercan hasta los escalones de acceso al altar donde están el concejal socialista y las mujeres y se oye una frase desde el grupo defensor: «si vais a subir esos escalones más vale que lo hagáis con las pistolas empuñadas». Los asaltantes, fuese por la razón que fuese, no se atrevieron a subir los escalones y la imagen de la patrona se salvó.

Tres años después Cartagena era la última ciudad en capitular frente al ejército de Franco y el concejal socialista de nuestra historia aún estaba en la ciudad. Todos sabían que era «rojo» y se daba por seguro que sería represaliado, pero la historia ocurrida tres años antes disuadió a los ocupantes de hacerlo. Este concejal se dedicaba a las artes gráficas y tenía una imprenta —hoy cerrada— en la Glorieta de San Francisco en la que trabajó durante toda la dictadura.

La otra noche pasé por las ruinas de lo que fue su imprenta y alguien me señaló el nombre de la misma. Y me dejó pensando un buen rato.

La Patrona

Si usted no ha vivido en un cuartel de la guardia civil quizá no comprenda el puntito entrañable que tiene el «día de la patrona». En mi infancia viví 17 años en un cuartel que constituía un pequeño microcosmos: Había una escuela a la que yo iba, economato, barbería, bar, carpintería… Uno podía vivir prácticamente sin salir de allí. El cuartel, situado en un por entonces todavía pantanoso Almarjal, fue el ecosistema donde transcurrió mi infancia.

Este microbarrio también tenía sus fiestas y esas se celebraban tal día como hoy: El día de la Patrona. Cucañas, piñatas, verbena con baile y cerveza «El Azor».

La guardia civil ha cambiado mucho de entonces a ahora, el cuartel ha sido absorbido por la ciudad y las costumbres han hecho que ya no haya cucañas ni piñatas ni verbenas el día de la Patrona. Los guardias civiles ahora son hombres mucho más cultos y leídos que los de entonces. En esos tiempos no era infrecuente que, al cantar el himno de la guardia civil y llegar a la parte que dice «por ti cultivan la tierra», más de uno y más de dos guardias se sonrieran irónicamente, pues ellos sabían que muchos habían ingresado en el cuerpo huyendo de las duras condiciones del trabajo en el campo: «desertores del arado» se decían con la boca chica. En aquel entonces, también, si le preguntabas a un guardia qué significaban las letras «PGC» que aparecían y aparecen en las matrículas de los vehículos del cuerpo, en el 99% de los casos la respuesta era la misma: «Pocos Garbanzos Comemos».

Eran tiempos duros para los guardias: Tenían prohibido vestir de paisano e iban incluso a la playa con tricornio y sahariana, realizaban correrías interminables a pie y pasaban infinitas horas de servicio. De la vida y la estampa de aquellos guardias de tricornio, capa verde y mosquetón mauser a la espalda a la presente de teresiana, chaleco reflectante y pistola de polímero va una vida.

Hoy he recordado todas estas cosas y otras muchas mientras me dirigía, por aquello de que soy decano y me han invitado, a la misa del día de la patrona. Porque soy hijo de ese extraño cuerpo al que llaman la Guardia Civil.

La Benemérita.

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