Memoria de monos y cultura humana

El otro día, hablando de la incultura del pulpo, les dije que los chimpancés eran superiores mentalmente a los humanos en muchos aspectos ybque, si alguien lo dudaba, que me lo dijera. Ninguno de mis seguidores lo puso en duda, lo que demuestra que, o bien tienen mucha fe en lo que les cuento, o bien no me hacen ni puñetero caso, o bien —como yo creo— mis lectores pertenecen al grupo de los «homo» (y mulieribus) bastante más «sapiens» que el resto.

Como, de todas formas, creo que alguno de ellos no quedó convencido de lo que le dije hoy, si me lo permiten, haremos un experimento y les pondré a competir contra un chimpancé. Si pierden no se acongojen, yo he perdido todas las partidas y mi moral no ha bajado lo más mínimo.

El juego es el siguiente: un ordenador les mostratrá en la pantalla números del 1 al 9, ustedes deben memorizarlos y luego ir tocando con el dedo los números del 1 al 9, pero cuidado, en cuanto toquen el 1 el resto de los números se convertiran en cuadrados blancos, de forma que deben ustedes memorizar su posición antes de comenzar el juego.

Ahora échense unas partiditas con este chimpancé y decidan quien es mejor a este juego y si, en este punto ellos o nosotros somos los más «sapiens».

Mañana volveremos a hablar de pulpos, chimpancés, inteligencia y cultura.

La Virgen del Carmen

Hoy, según entraba con un cliente a la Ciudad de la Justicia de Murcia, nos hemos tropezado con un vendedor de cupones de la Organización Nacional de Ciegos que voceaba muy afinadamente tener para hoy «La Virgen del Carmen».

Mi cliente, que andaba preocupado, ha murmurado entre dientes «esa me hace falta a mí, la Virgen del Carmen…». No soy supersticioso ni aficionado a las loterías, pero, como el deseo de mi cliente era cumplible por sólo un euro con cincuenta, he decidido comprarle al vendedor «La Virgen del Carmen» mientras me alegraba de que los números de lotería aún se vendan así en mi entorno.

Fue Camilo José Cela en 1951 quien, en un trabajo titulado «Nombres que dan los ciegos de Cartagena a los números de su lotería», llamó la atención sobre la forma que en esta parte de España tienen de venderse y vocearse los números. Corrigiendo a Cela debo decir que no sólo en Cartagena los números se vocean de esta forma, pues esta costumbre alcanza por el norte a la comarca de Elche y la Vega Baja del Segura y por el Sur hasta Almería, ya saben, la vieja Spania bizantina.

Muchas veces he tratado de encontrar sentido a los apodos de los números pero les aseguro que no es fácil. Que el «1» sea «El Galán» y el «8» sea «La Dama» hacen totalmente lógico que el «81» sea «El Casamiento» (el matrimonio) y, por lo mismo, resulta incomprensible que el «18» sea «El ramillete». Por qué «España» sea el «20», «Francia» el «21» o «Aragón» el «29» me parece absolutamente arbitrario y, por más que he investigado, no he descubierto que en el año «54» («El cólera») hubiese ninguna epidemia en Cartagena ni alrededores ni en el «93» («La Revolución») se produjese ninguna insurrección; debo seguir investigando, pues.

El apodo de otros números se debe a cierto parecido con objetos de la realidad; dejo a su imaginación averiguar por qué el «77» son «Las banderas» o, más escatológicamente, el «86» es «La con perdón» o el «88» es «Las mamellas».

Si usted oye a un vendedor de cupones o loterías gritando «¡Me queda la con perdón, las mamellas y el agüelooooooo…!» no lo dude usted un segundo, está en el sureste de España.

Debo confesar que me agrada oír a los vendedores gritar esta jerigonza y ver a las abuelas comprar el «39» si han soñado con toros o el «34» si ha soñado con patos (no se equivoque, el «22» por aquí es «La Poma» o «la manzana») y, sobre todo, me agrada oír a quienes los vocean con el estilo canoro de la antigua escuela, en especial a las viejas y sus tonos agudísimos de voceo que, desgraciadamente, ya no quedan.

En fin, que les dejo, y que si hoy sale «La Virgen del Carmen» ya les invito yo a unas cañas.