Diego Luís García González. In memoriam

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El pasado 21 asesinaron entre Palmira y Cali a Diego Luís García González. Un buen abogado penalista con más de 30 años de experiencia profesional a sus espaldas. Es el sexto abogado que asesinan en Colombia en lo que va de año y es el último (por ahora) de una larga lista de más de 700 abogados asesinados en el mayor genocidio profesional que ha vivido la abogacía mundial.

Este estado de cosas es intolerable; se mata a quien defiende la libertad y los derechos humanos por el sólo hecho de defenderla y la abyecta y execrable violencia liberticida se impone día tras día sin que nadie parezca interesado en erradicarla.

Diego Luís García González escribía y, aunque no le conocí, quede aquí uno de sus cuentos. En memoria de él. Porque los hombres viven en la memoria de los demás y en la nuestra Diego Luís va a vivir para siempre.

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LUNES, 8 DE ENERO DE 2007
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LA MUERTE EN DOS ACTOS




Alonzo Trinidad celebró su encuentro con magdarita con un beso exagerado. Fue un saludo de veinte pesos correspondido con una monedita de centavo. Luego la abrazó tanto como pudo abarcarla y la condujo hasta el parque Bolívar. Pensó que era una melosería impertinente que le restregaba lo chocante que le resultaba hacer pública su relación con aquel. Sin embargo lo toleró como una penitencia que se la tenía bien merecida.

Por estos días Magdarita estaba convencida de que sus amoríos con Alonzo Trinidad eran lo más parecido a la letra de un bolero que describe a una princesa enamorada de quien no debe; sin importar que en la clandestinidad de un motel la princesita se transformara en una diabla. Lo contrario pasaba por la mente de Alonzo Trinidad. En los mismos últimos días venía craneando someter los repechos sociales de su engreída suegra y, sin importar que la vieja se muriera de una buena rabia, anunciar a los cuatro vientos sus amores con la muchacha; como lo haría cualquier enamorado formal, no hacer ni un minuto más el papelón de enamorado secreto. Su encerrado orgullo se llenaría si sus amigos actores los vieran tomados de la mano, entre despreocupados y engreídos, acercarse hasta al atrio de la iglesia, donde, esa noche, él haría de La Muerte en la obra de teatro que iniciaba a media noche.


Magdarita creía que era un extravagante embeleco donde Alonzo Trinidad, en lugar de La Muerte, haría un oso polar. Así se lo dijo mientras caminaban rompiendo el viento de la noche con las cabezas ganchas y los cuellos del saco erectos para protegerse de un mal frío. Nadie distinto de Alonzo Trinidad se prestaría para meterse en una caja mortuoria a media noche, frente a la puerta principal de la iglesia.

En realidad estaba mitad rabiosa y mitad contenta. De una parte creía que abusaban de la ingenuidad de su enamorado. Pero también, y por cuenta de su propia cosecha, Alonzo Trinidad confirmaba con ese papelón que poseía un sentido de vida muy diferente a su parecer, que jamás ella obtendría visa de entrada al mundo en el cual él quería vivir. A ella no le importaba Eugene Ionesco, quien quiera que fuera. No estaba para vibrar con el tal Ionesco ni con el grupo de teatro de Alonzo. Además, lo que sentía no era porque él fuera un teatrero digno de su mínima admiración sino por una casual conjunción de dos copas de más y las ganas de tener algo de qué arrepentirse después. Piénsese en algo así como Un Sueño de Verano. Luego de la primera vez, fue la necesidad de darle sueltas a la concupiscencia con alguien tan relajado como un actor. En últimas, era la princesita del bolero viviendo en el pecado y luego en el remordimiento. Un espiral de frustraciones del cual saldría sólo si el Tuto Santacoloma, a quien durante los últimos días veía a espaldas de Alonzo Trinidad, le cumplía la promesa de desposarla y llevarla al reino meloso de su afortunada familia.

Arribaron al parque sin agotar el tema Ionesco y el absurdo. Alonzo Trinidad habría podido garlar por muchos kilómetros explicándose en vano. Magdarita venía oyéndolo sin escuchar nada. Andaba errando en un mundo donde a él no le darían visa de entrada. Pensando en cómo terminarle sin herirlo. Confesarle que había tomado la palabra del Tuto Santacoloma y que ahora era su prometida. Sólo por hacerlo rabiar, propiciando un desencanto que jamás llegaría, quizás que por lo mismo él tomara la iniciativa de dejarla, en todo caso disfrazando las razones para deshacerse de él, se precipitó a decir que el teatro era basura mental de pueblerinos sin oficio. Pero el plan no resultó. Alonso Trinidad resultó tan comprensivo que ella debió resignarse a callar sin quebrar su ternura con el zarpazo del adiós.



Cuando llegaron al atrio, El Bien y el Mal hacían un ensayo de última hora. El escenario estaba montado. El frontispicio de la iglesia era el telón de fondo. En el atrio, frente a la puerta mayor, estaba la caja mortuoria donde se acomodaría Alonzo Trinidad para hacer su papel. Cuatro actores tratarían en vano de entrarlo en hombros para que un cura le rezara los reponsos. Estos dos harían sus arengas a grito herido para justificar el arrebato con que se disputarían el alma del finado. Otro actor haría El Sacristán que, con los brazos desparramados, impediría el ingreso de La Muerte. Era entonces cuando Alonzo Trinidad se incorporaría del ataúd para gritar que La Muerte quería continuar su vida. El final previsible era que todos terminaran en la comisaría detenidos por irrespeto al culto religioso.



Magdarita lo acompaño hasta la caja mortuoria. Alonzo Trinidad apoyó su mano en el hombro de ella y de un brinquito ganó el interior del cajón. Permaneció por un momento sentado, aferrando la mano de su amada y con la otra sosteniendo abierta la tapa mientras el director ordenaba que se guardara. Magdarita encumbró los ojos al reloj de la torre y a pocos segundos de iniciar el acto, se acercó al oído de Alonzo Trinidad y le soltó su adiós como un ramalazo.

De inmediato doblaron las campanas.

Magdarita abandonó precipitadamente el escenario sin volver la mirada atrás para ver que Alonzo Trinidad apenas tuvo tiempo de cerrar sobre sí la tapa del ataúd. El acto comenzó como lo tenían previsto. Todos los actores hicieron sus papeles. Pero cuando llegó el momento de expulsarse La Muerte del sarcófago, y prorrumpir su parlamento, Alonzo Trinidad permaneció impertérrito. La tapa siguió hermética. No hubo poder humano, ni divino, que pudiera hacerlo regresar de las últimas anillas concéntricas del túnel que lo conducía sin regreso al resplandor.



Lo enterraron al día siguiente en la misma caja fúnebre. Magdarita y el Tuto Santacoloma acompañaron sus restos al cementerio. Allí escucharon la vieja canción mexicana que Los Teloneros De La Nada eligieron para las honras fúnebres: De pasión mortal moría, ay, ay, ay paloma…/Cucurrucucú, paloma. ¡Cómo sufrió por ella que hasta en su muerte la fue llamando…Paloma querida!

Publicado por Diego Luis García González en 11:08 No hay comentarios:
Etiquetas: cuento breve

Discurso del Jefe de Protocolo del Círculo Cultural Faroni en el Gremio Literario de Lisboa

Por su indudable importancia reproduzco el discurso que el Jefe de Protocolo del Círculo Cultural Faroni pronunció, bajo los auspicios del Instituto Cervantes, en el Gremio Literario de Lisboa el 28 de septiembre pasado con ocasión del vigésimo aniversario del Círculo Cultural Faroni. Siendo la impostura uno de los pilares del Círculo no es de extrañar que me mencionase como presente en el acto y que me transplantase de Cartagena a Murcia. Tómenlo como una licencia literaria más. Este es el discurso bilingüe que nuestro Jefe de Protocolo pronunció:

«Caros amigos, sejam todos muito bem-vindos:

Antes de mais, gostaria de agradecer ao Instituto Cervantes e ao Grémio Literário os entusiastas apoios que têm permitido hoje nos juntar para esta sessão comemorativa de dois vigésimos aniversários.

O primeiro é o da publicação de um dos romances mais marcantes do panorama literário finissecular em Espanha, “Jogos da Idade Tardia”, de autoria do Luís Landero, aqui presente, quem fará uso da palavra dentro de breves instantes.

O segundo aniversário é o do Circulo Cultural Faroni, alguns de cujos mais distintos membros hoje estão também connosco.

Temos a Maria Tena, autora de muitos e excelentes romances, quem como sem dúvida nenhuma recordarão os consócios do Grémio, nos falou recentemente sobre os aspectos da sua literatura. Temos também o José Muelas, distinto bastonário dos advogados da região de Múrcia; o Jesús Alonso, conhecido produtor da televisão espanhola; a Iraida González, advogada e escritora; e a Marta Sanuy, directora de uma das mais conhecidas escolas de literatura criativa na Espanha.

Permítanme que ahora prosiga en castellano.

Esta tarde hablaremos de un tema eminentemente landerista: la interacción entre ficción y realidad. Lo haremos glosando el pensamiento de Augusto Faroni, espejo ideal en el que quieren reflejarse los personajes centrales de la novela “Juegos de la Edad tardía”.

Qué duda cabe que Augusto Faroni no existe, ni siquiera en el mundo de la ficción. Es más, no sabemos casi nada sobre el contenido de su pensamiento o sobre los pretendidos méritos de sus obras. El lector de Landero poco descubre sobre Faroni, más allá de su figura elegante y de su decidida apuesta por la aventura permanente. Sabrá, eso sí, que se trata de un dandi, tal vez del último dandi del siglo XX, aunque el dandismo faroniano no sea tanto el de Brummel como el de Eugenio de Aviraneta, descrito con total maestría por ese novelista anti-dandi por antonomasia que fue don Pío Baroja.

El dandismo de Faroni es también el de uno de nuestros más ilustres consocios del Grémio. En efecto, Eça de Queirós comparte con Faroni algo más que una simple travesura literaria. Recordemos que el gran Eça, junto con su cómplice y co-autor Ramalho Ortigão, descubre lo divertido que es transformar la ficción en realidad. La figura de Augusto Faroni tiene también muchos rasgos de la de Fradique Mendes, heterónimo compartido con Batalha Reis, y al que el propio Eça definiria como “verdadeiro grande homem, pensador original, alma requintada e sensível». Palabras con las que igualmente podríamos describir a Augusto Faroni.

Aquel grupo formado por Eça, Ramalho, Oliveria Martins o Arnoso, se entregó en su día a esos mismos juegos de la edad tardía que dieron sentido a la figura de Faroni. Formaron, no lo olvidemos, un círculo cerrado, con afanes secretistas en el que cada uno podía representar el papel que más le apeteciera.

Aquel grupo, que ellos mismos bautizaron como “Os vencidos da Vida”, se reunía precisamente en estos mismos salones. Al igual que ocurrirá un siglo después con el Círculo Cultural Faroni, en un primer momento se limitaron a fabular, diseñando la ficción. Luego entraron con paso firme en un proceso mucho más interesante que pretendía, además, transformar la realidad. De esta manera, pasaron de ser meros fabuladores a convertirse en auténticos con-fabuladores. No olvidemos que el dandismo y la conspiración, como demostró en su día el bueno de don Pío, suelen ir de la mano.

El lector de la obra de Landero también sabe que son sus propios personajes los que crean el Círculo Cultural Faroni. Su intención es difundir el pensamiento y las obras de ese ideal hacia el que ellos mismos aspiran. Recordemos que, en palabras de Landero, “Faroni es la brisa mágica de un ideal de oro”.

A partir de ahí es cuando la ficción comienza a actuar sobre la realidad. Con esos dos únicos elementos que se desprenden de la lectura, – el dandismo y una descabellada apuesta anarco-institucional –, un grupo de entusiastas lectores, tal vez los primeros que podríamos calificar como landeristas, no sólo fundan el Círculo Cultural Faroni sino que des-velan – esto es, re-descubren – el contenido de su obra, analizan, glosan y difunden el hasta entonces inexistente pensamiento de Augusto Faroni, concediéndole, de alguna manera, carta de naturaleza.

De esta manera, qué duda cabe que la realidad se hace ficción. Nos encontramos con una serie de sujetos, serios, formales, algunos incluso respetables, rozando ya aquellas edades en las que rara vez uno se permite el lujo de perder el tiempo, que se aventuran por la senda de lo desconocido. Se convierten en exploradores de la ficción. Impostan sus vidas y se entregan con fervor a esos juegos que, según sostiene Landero, son propios de la edad tardía.

Porque la impostura, es cierto, es parte esencial de las reglas de ese juego recién descubierto por Faroni. Idéntico planteamiento es el que también sostiene Pereira, aquel gran personaje del llorado Tabucchi, cuando entre limonada y limonada alecciona a su joven aprendiz en los no siempre fáciles menesteres para llevar a cabo sus impostadas tareas, que no son otras que redactar esquelas de personajes todavía vivos pero que algún día fallecerán.

Las reglas del juego faroniano se completan con la persecución del afán, o mejor dicho, de los afanes, que son esa otra parte esencial del pensamiento faroniano. La impostura es única, mientras que los afanes, y esto es importante, son muchos y variados.

Si lo que uno pretende es descubrir la esencia faroniana, resulta imprescindible remontarse a los orígenes fundacionales del Círculo Cultural Faroni.

Sabido es que cuando se crea un país lo primero que hay que hacer es diseñar una bandera y componer un himno. Faroni no tiene himno, pero sí un manifiesto que tiene parentescos con el de André Breton y, sobre todo, con el Ultimátum Futurista a la juventud portuguesa de Almada Negreiros.

De igual manera, en lugar de bandera, Faroni enarbola la letra “F”, a modo de orgulloso emblema. Por eso, cuando Luis Landero se digne por fin aceptar el puesto que le tenemos reservado en la Real Academia Española, no podrá sino ocupar el sillón F mayúscula.

De esta manera, la ficción se hará definitivamente realidad. De hecho tal ha ocurrido cuando hemos visto en estos tristes días, por motivos que nada tienen que ver con Faroni, cómo las calles de Lisboa se han llenado de carteles en los que podían leerse, al igual que en el manifiesto del Círculo Cultural Faroni: “Basta; es el fin; se acabó”.

IV Jornadas de Consumo y Nuevas Tecnologías

El Ayuntamiento de Cartagena y la Universidad Politécnica de esta ciudad celebran esta semana las IV Jornadas de Consumo y Nuevas Tecnologías que organiza con mano sabia el Dr. Juan Luis Pedreño Molina del Departamento de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la Universidad Politécnica de Cartagena.

Esta tarde, a las 7,  me toca conferenciar sobre los aspectos legales del Comercio Electrónico, tarea que se me ha encomendado principalmente por mi trabajo en el programa ELEAS de la Unión Europea en 2002 como experto español en comercio electrónico.

Necesariamente debo agradecer a los organizadores su invitación y, para cumplir con la promesa que he hecho a los asistentes, a continuación les ofrezco una copia de la presentación empleada, así como los principales textos legales que he manejado: Seguir leyendo «IV Jornadas de Consumo y Nuevas Tecnologías»