El cañón ruso

Esta mañana, por la cosa del ejercicio, me he acercado caminando hasta la batería de cañones que (dispuestos «en barbeta» diría un artillero) protegían la entrada del Arsenal de Cartagena.

La semana pasada di una conferencia que hablaba sobre la corrupción en el siglo XIX y hoy, casi sin pensarlo, me he reencontrado con uno de sus protagonistas pues, entre los cañones de la batería, puede usted localizar sin dificultad este que les muestro en las fotos, decorado con un águila bicéfala.

Este águila nos indica el origen ruso del cañón (los zares se creían herederos de Bizancio) y nos lo señala como uno de los que vinieron a bordo de la flota de barcos rusos que Fernando VII compró a su amigo el Zar. Con una España sin flota para defender sus colonias en América del Sur, Fernando VII y sus amigotes (una camarilla compuesta de peluqueros, bailarines, rufianes y curas negros) se dedicaron a repartirse comisiones con motivo de esta compra. El producto de sus rapiñas llegó a alcanzar nada menos que a una mujer llamada «Pepa La Malagueña» magnífica amiga del rey, meretriz, y regente del prostíbulo de referencia del soberano. Tan aficionado a los servicios de La Pepa era el monarca que, en una de las múltiples conspiraciones que se urdieron para asesinarlo (la «conspiración del Triángulo»), se decidió hacerlo en el lupanar de «La Pepa» pues era seguro que el Rey no fallaría en su visita al burdel.

Para evitar que se descubriesen sus chanchullos toda la compra de los barcos se mantuvo oculta a los marinos profesionales y por eso —como era de esperar— los barcos que compró el rey resultaron absolutamente inútiles: al llegar a Cádiz la escuadra se comprobó que todos los barcos tenían los cascos podridos. El rey, justamente enfadado, procedió inmediatamente a destituir y/o desterrar a los honestos marinos que le informaron de tal hecho y a continuar repartiéndose dineros y comisiones con los rufianes que le acompañaban.

Hoy, al volver a ver ese cañón, he pensado que España no merece los gobernantes que tiene y ha tenido y que ya son muchos siglos de sobres y tres por cientos como para que no hagamos algo para remediarlo y salir de este ominoso «déjà vu».

PD. Bonus para el lector: en la foto también se ve un submarino amarrado a muelle, silueta que da indudable sabor cartagenero al típico paisaje. Si lo encuentra invito a un cafelico.