Justicia y vergüenza

Cuentan las viejas historias que los dioses dotaron a cada animal de una facultad con la que perpetuar su especie; a unos los hizo fuertes, a los menos fuertes los hizo más rápidos, a otros les protegieron con espinas y corazas y a otros les dieron alas. Unos comerían vegetales y otros frutas y aún otros comerían a otros animales, pero estos se reproducirían menos que los comidos de forma que todo el reino animal permaneciera en equilibrio.

Pero, cuando lo repartieron todo, se dieron cuenta que al hombre, un animal débil y sin garras, no le habían dado nada.

Viendo al hombre tan débil Prometeo robó el fuego del cielo y se lo entregó al hombre pero, aún así, la especie humana seguía siendo débil de forma que Zeus pensó que lo mejor que podía hacer era hacerles vivir en sociedad, pero, careciendo de las habilidades necesarias para vivir en sociedad, en cuanto vivían juntos se injuriaban y la vida en común era imposible.

Fue entonces cuando el dios Hermes les dió las dos herramientas sobre las que podrían fundar la vida en sociedad: la justicia y la vergüenza.

Cuando leo el pasaje del diálogo platónico «Protágoras» donde se contiene esta historia tengo la tendencia de echarme a temblar y temo por este mi país; un país donde hemos hecho de la justicia un trampantojo y donde la vergüenza, al menos en nuestra clase política, parece escasear tanto como la paz en Ucrania estos días.

Justicia y vergüenza. Tengo para mí que los dioses griegos sabían muy bien lo que necesitaban los hombres para vivir en sociedad.

Les dejo con el fragmento de «Protágoras» donde se cuenta esto:

«Buscaron [los hombres] la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que, al dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres la vergüenza y la justicia, a fin de que rigiesen las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y la vergüenza entre los hombres:

—¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes? Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el pudor entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?

—Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas sólo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquél que sea incapaz de participar de la vergüenza y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad.»

Amén.

Milladoiros: La Cruz de Ferro.

Entre las manifestaciones religiosas más llamativas del Camino de Santiago se encuentra la llamada «Cruz de Ferro».

Se alza esta cruz a cosa de un kilómetro del pueblo de Foncebadón, en el puerto del propio nombre, en el monte Irago, dando vista a las dos vertientes, la de Maragatería, que aquí termina, y la del Bierzo, que aquí comienza.

Los peregrinos que iban -y aún van- a Compostela dejaban -y aún dejan- una piedra sobre el montón inmenso de guijarros que por millares sirven de peana a la cruz.

Así pues, éste monumento está formado básicamente por el montón de piedras acumulados durante siglos por los peregrinos, y de entre ellos, emergiendo, un asta de madera coronada con una pequeña cruz de hierro.

Siguiendo a Luengo(1), la Cruz de Ferro tendría su origen en los llamados «Montes de Mercurio» de naturaleza celta, con los que los caminantes señalaban, mediante montoncitos de piedra, lugares estratégicos de los caminos y que luego se cristianizaron con cruces.

Yo no sé si la costumbre es celta o no pues, mi padre, que es de todo menos celta, me cuenta que, durante los años que -muy a su pesar- hubo de vivir en las montañas en la zona de Utiel-Requena, era muy seguida esta costumbre de señalar con montoncitos de piedras determinados lugares por motivos estratégicos o incluso piadosos (con ellos solían marcar los lugares donde alguien había encontrado la muerte).

Durante todo el Camino de Santiago los montoncitos de piedras (milladoiros) son abundantísimos y parece que esto de amontonar cantos es tan consustancial al caminante como las ampollas en los pies.

¿Por qué razón construyen los caminantes estos milladoiros?

He preguntado a muchos de ellos y casi todos carecen de ninguna explicación que darme (salvo en el caso, claro está, de la Cruz de Ferro en que justifican su conducta con la tradición), yo por mi parte tengo formuladas muchas hipótesis al respecto pero ninguna contrastada.

Según Cabal(2) y López de los Mozos(3), a Mercurio, en los caminos y a modo de sacrificio, se le amontonaban piedras, que eran refugio de los manes.

Y es que el origen de estos túmulos de piedras está junto a los caminos sirviendo para cubrir el cuerpo de los cadáveres: «Pero todos los muertos -seguimos a Cabal-, bajo el túmulo, reclamaban otros muertos, y se les ofrendaban sacrificios, aún en los tiempos históricos. En cada piedra del túmulo había además un espíritu, y añadir a estas piedras otras piedras, era añadir otro espíritu y responder a las ansias de cuantas vigilaban el sendero. Así, cada transeúnte, para evitar que los muertos le arrebatasen el suyo con alguna enfermedad, colocaba en el túmulo una piedra y aumentaba de este modo la muchedumbre de almas que había en él».

Muchos «memes» de naturaleza más menos religiosa, esotérica o espiritual se agolpan en torno a la Cruz de Ferro. Creencias como que cada viajero debe traer la piedra desde su lugar de origen o que el peso de dicha piedra debe ser proporcionado a la gravedad de los pecados cuyo perdón se busca, son repetidos sistemáticamente por los peregrinos. Tampoco faltan explicaciones legendarias como que en la Edad Media y para construir la catedral de Santiago se pidió a los peregrinos que llevasen piedras hasta Santiago… En fin, ritos, creencias, leyendas, rodean éste lugar, quizá uno de los más atractivos del Camino de Santiago.

(1)LUENGO, L.A., Los Maragatos. Su origen, su estirpe, sus modos. León, 1980, p. 130 y ss. Hace referencia a la «Cruz de Ferro» de Foncebadón (León). Otras referencias en VALIÑA, E., Caminos a Compostela. Guía. Vigo, 1971, pp. 66-67 y VV.AA., El Camino de Santiago. Confederación Española de Cajas de Ahorros. Barcelona, 1971, pp. 192-193.

(2) CABAL, C., «Mitología Ibérica», en Folklore y Costumbres de España, Tomo I. Barcelona, 1934

(3) LÓPEZ DE LOS MOZOS, J.R., «Una cruz caminera en las cercanías de Maranchón (Guadalajara): La «Cruz de Hierro». Posibles orígenesde éste tipo de cruces.» Actas del I Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Tomo I, pp. 471-476

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