Habladme del futuro

Pronto entraremos en año electoral y los políticos de nuestro entorno comenzarán a gritarnos desde los medios de comunicación que el futuro les preocupa.

Pero es mentira.

Del futuro solo les interesa su suerte electoral, ganar o mantener su cargo, porque, por lo demás, el futuro es un espacio vacío para ellos.

Dicen que les preocupa nuestro futuro, pero es mentira; carentes de toda imaginación los candidatos sólo son capaces de llenar el futuro con frases estereotipadas y ajenas a toda concreción… «Contra el paro fomentaremos el empleo», «queremos «lo mejor» para nuestra ciudad», «nuestra ciudad es lo único importante»… Y así hasta llenar de vacío discursos interminables, tan absurdos y huecos como las declaraciones de un delantero centro tras un partido de fútbol.

Lo que a ellos les gusta no es el futuro, sino el pasado; les gusta el pasado porque no han de hacer esfuerzo alguno para inventar nada, el pasado está lleno de historias que ellos pueden seleccionar a su gusto hasta construir el pasado que les interesa. Con él nos irritan, nos adulan, nos adormecen la razón y, si alguien les critica su irremediable adicción al pasado, responden eso de que «el pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo». Y es por eso por lo que, para que no olvidemos, ellos nos repiten su pasado, el pasado que ellos mismos han construido espigando de aquí y de allá los hechos, reales o inventados, que convienen a sus intereses electorales.

Es por eso también por lo que, cuando un político comienza a hablar de historia, dejo de escucharle. Me gusta la historia y dedico muchas horas de mi vida a escuchar a historiadores hablar de historia y es por eso que sé que, cuando un político me habla de historia, lo mejor que puedo hacer es dejarle hablando solo.

De los políticos no espero que me hablen del pasado, sino del futuro, de ese espacio vacío y sin escribir que hay ante nosotros y en el que pasaremos el resto de nuestra vida. Y es ahí donde me desespero porque, cuando repaso la «obra literaria» de todos estos políticos ágrafos que me rodean, adquiero la certeza de que, quienes son incapaces de escribir sin contratar a alguien que lo haga por ellos, jamás podrán escribir un futuro que merezca la pena ser vivido, de hecho no serán capaces de escribir futuro alguno y simplemente dejarán que la sociedad lo escriba viendo desde su sillón cómo el mundo evoluciona a pesar de ellos. Y lo harán cobrando, naturalmente.

Necesitamos soñar futuros colectivos, necesitamos empresas que realizar juntos, necesitamos definir objetivos para trazar luego los caminos que nos llevarán a ellos. Si te vas a presentar a una elecciones no me hables de lo que fue, mejor cuéntame lo que sueñas.

Y escríbelo, pero escríbelo tú.

Leer para cambiar

Somos esclavos de nuestras palabras y una fuerza irresistible nos obliga a adherirnos a ellas y mantenerlas como si en ello nos fuese la vida y la honra; es por eso que, en ningún debate con nadie nos detendremos a reflexionar, a sopesar sus argumentos y a cambiar de ideas.

Y es por eso también que la lectura es imprescindible, porque en solitario, con tiempo y sin la presión de quienes nos han oído profesar antes verdades distintas, podemos cambiar de opinión, reprogramarnos, planear cómo enfrentaremos el duro trance de explicar al mundo que estábamos equivocados y estrenar una nueva vida con algunas convicciones nuevas.

No hay nada malo en cambiar de ideas, cambiamos todos los días con cada nueva experiencia, ¿por qué no hemos de tener derecho a cambiar de convicciones?

Por eso es importante escribir y es importante leer, porque es así como, en la mayoría de los casos, podemos desprendernos de la piel vieja y renacer.

La primera conversación de ordenadores en ARPANET (1972)

De acuerdo con Katie Hafner y Matthew Lyon (“Where wizards stay up late. The origins of the Internet” Ed. Simon&Schuster, New York 1996) la primera “conversación” entre ordenadores tuvo lugar pocas semanas antes de que se celebrase la primera ICCC (International Conference on Computer Communication) en octubre de 1972; la RFC439, sin embargo, señala como fecha exacta de la conversación el 18 de septiembre de 1972 y a dicha fecha me atengo. La idea de organizar tal conversación se gestó en UCLA (University of California. Los Ángeles) que era el lugar donde la empresa “Bolt, Beranek and Newman” (BBN) había instalado el primer nodo de ARPANET.

Los protagonistas de esta primera conversación eran, de un lado, “The Doctor”, un programa de conversación basado en el lenguaje de programación “ELIZA” escrito por el miembro del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) Joseph Weizenbaum. «The Doctor» parodiaba al psicólogo Carl Rogers, en gran parte reformulando muchas de las declaraciones del paciente como preguntas y planteándolas al paciente lo que era parte de la técnica “rogeriana” (hoy mis compañeras de la «patrulla mediadora» verían con simpatía a este psicólogo). “The Doctor” corría sobre un ordenador en las oficinas de Bolt, Beranek & Newman (BBN).

De otro lado, como interlocutor de “The Doctor” estaba “PARRY”. PARRY fue escrito en 1972 por el psiquiatra Kenneth Colby, y era trataba de representar un modelo del comportamiento de un esquizofrénico paranoide. Disponía de una notable estrategia conversacional.

La conversación entre “El Doctor” y PARRY (el paciente) fue como sigue:

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