Abogados importantes y abogados que se dan importancia

Abogados importantes y abogados que se dan importancia

Creo que ya les he dicho en alguna ocasión que los abogados a los que admiro no miden su éxito en dinero y es por eso que, al cabo de los años, he logrado disfrutar de la amistad de algunos de ellos.

Este hombre que ven aquí, orgulloso propietario de un Citroën AX matrícula de Barcelona serie OT, es Dionisio Moreno, el abogado que en el año 2013 ganó en el TJUE la ya mítica sentencia del Caso Aziz, ese que ha permitido que los ciudadanos españoles puedan reclamar a los bancos parte de los latrocinios que estos han llevado a cabo durante años merced al uso de cláusulas abusivas en las hipotecas.

Dionisio vive en Martorell y es quizá uno de los mejores ejemplos de cómo funcionan las cosas en la abogacía y en España.

Dionisio, como pueden suponer del propietario de un coche sin aire acondicionado ni elevalunas, no es rico; tampoco es un lince a la hora de cobrar y es quizá por eso que pasear con él por Martorell suele acabarse convirtiendo en una escena de película costumbrista. Tomando un café en una terraza el camarero, por ejemplo, se sintió obligado a informarme de que «el Dioni es el mejor abogado del mundo», una persona que, a juicio del camarero, no era como los demás abogados porque «no te sacaba los cuartos». Andando por allí no era difícil encontrar un taller o una tienda cuyo nombre me sonase también de otro caso ganado en el TJUE, porque Dionisio no es que haya ganado un solo caso en el TJUE, Dionisio es, a día de hoy, el abogado que más casos ha ganado en el TJUE que conozco.

Y sin embargo…

Sin embargo, en este país donde triunfan los que se dan importancia y no los que de verdad son importantes, su colegio no se lo puso fácil; incluso cuando había que dar conferencias sobre el Caso Aziz —y se dieron muchas— Dionisio nunca era invitado de ponente; señores de traje caro y coche nuevo, sin duda, siempre han sido preferibles a un tiñalpa de Citroën AX. Ya si han ganado algún pleito en el TJUE, eso no tiene importancia.

Dionisio se ríe cuando le preguntas cuál fue la clave para poder ganar ese caso en el TJUE y responde: «la soberbia del banco». Y es verdad.

Con que el banco hubiese pagado unos pocos miles de euros a Aziz la sentencia de su caso jamás se hubiese producido y quién sabe si, incluso a día de hoy, seguiríamos siendo exprimidos por los bancos.

Pero así es la vida, al menos en España, al jefe de los servicios jurídicos de La Caixa, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial lo nombró magistrado de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo (precisamente la que resuelve los asuntos hipotecarios) mientras que a Dionisio si alguien lo ha nombrado para algo ha sido para buscarle cualquier tipo de mancha con la que escarnecerle.

España es así, al que tiene se le dará y al que no tiene, a ese le darán también, pero de otra forma y por otros lados.

Y sin embargo, si hoy los españoles y españolas son algo más felices que ayer, si los bancos han de urdir todo tipo de tretas y sacar a la luz su verdadera y desalmada cara para eludir o retrasar infamemente pagos, es porque un tipo de Martorell, un tiñalpa, se fue un día a Luxemburgo en un Citroën AX matrícula de Barcelona de la serie OT a defender el caso de un inmigrante.

Si me preguntan a quién debe más la justicia, si a Dionisio o al magistrado del tribunal supremo antes letrado, creo que ni ustedes ni yo tendríamos la menor duda. Creo también que, si les pregunto quién merece más una de esas medallas, bandas, cruces y placas, que con  tanta alegría intercambian en el Consejo General de la Abogacía, tampoco usted ni yo tendríamos la menor duda.

Pero ese no es el caso en España; Dionisio, mejor dicho, las decenas de miles de Dionisios y Dionisias que en España defienden la justicia todos los días, son ajenos a toda esa faramalla de cursos, conferencias, condecoraciones y bisuterías sin valor que intercambian quienes no saben dónde se forjan de verdad las cruces.

Porque las verdaderas lecciones de derecho las imparten los buenos letrados en sala, los cursos de retórica los dan quienes de verdad saben usarla en estrados y la jurisprudencia de verdad y con mayúsculas la forjan tiñalpas como Dionisio, para que luego, gentes de traje caro y coche último modelo, la estudien y vengan a contárnosla.

Darse importancia o ser importante. Esa es la cuestión en España.







Cuenta lo que somos

Cuenta lo que somos

Muy pocos clientes nos comprenden, por eso es importante que, de vez en cuando, contemos quienes somos. No solemos hacerlo a menudo, por eso, discúlpenme si hoy les cuento un poco de lo que somos.

Somos esas personas que, cuando todos le abandonen, estarán a su lado. En otros tiempos acompañábamos a nuestro cliente hasta el mismo patíbulo, hoy, gracias sean dadas, sólo le acompañamos a la prisión.

Nosotros somos esas personas que, cuando nadie le crea, defenderán su verdad frente a la convicción general.

Nosotros somos quienes, cuando una corporación multinacional abuse de usted, nos subiremos a un estrado a defender su derecho de ciudadano humilde y honesto frente a la desvergüenza multidivisa.

Nosotros somos, en suma, esas personas que hacen que los derechos contenidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales no sean un trampantojo sino el arco de carga sobre el que construir un mundo digno lleno de personas con dignidad.

Y molestamos, claro.

Al rico, que ve cómo su dinero no le sirve para avasallar al pobre; al gobernante, que se da cuenta de que hay límites que su poder e influencia no pueden traspasar; a la sociedad llena de prejuicios que ve como alguien, insolentemente, es capaz de sostener una verdad distinta de la que les han contado medios de comunicación envilecidos; a las corporaciones multinacionales que sufren la resistencia de unos don nadie con toga y, desgraciadamente, hasta algunos funcionario que preferirían que los expedientes acabasen rápido y sin incidentes ni recursos.

Recuerdo bien el momento en que se produjo esta foto. Dionisio estaba llorando emocionado por el aplauso y los gritos de una sala puesta en pie. No les contaré lo que pasó antes, lo verán y lo escucharán a su debido tiempo.