Transparencia y CGAE: un puedo y no quiero.

La presidenta del Consejo General de la Abogacía Española no quiere que los abogados que le pagan dietas y gastos sepan ni cuánto le pagan ni qué gastos le pagan. Podría decirlo pero, como los acusados que se acogen a su derecho a no declarar, ella se acoge a que esos gastos y dietas son «privados» —no son de derecho administrativo— y que, por lo tanto, no tiene por qué decirlo. Y no lo dice.

Puede, pero no quiere; se los lleva, pero no quiere contarlo; dame tu dinero y no preguntes qué hago con él. Esa es la transparencia de Victoria Ortega.

En un país donde un ciudadano puede conocer exactamente y al momento cuánto gana el alcalde o un concejal de su pueblo los abogados y abogadas NO pueden conocer qué parte del dinero que pagan se lleva la presidenta.

Ella podría decirlo, pero no quiere, prefiere afirmar que tiene derecho a guardar silencio. Y lo guarda.

Su silencio y los silencios de quienes, debiendo hablar, callan, dañan a las institución colegial mucho más de lo que soñarían sus peores enemigos.

Para camuflar su silencio los callantes hablan de «conspiraciones», de «campañas», de que «todo está claro» y se muestran particularmente locuaces en manifestar cualquier cosa que no sea lo que se les pregunta: cuánto se lleva en dietas la presidenta y qué gastos se le pagan.

Si, a partir de ahora, les escuchas hablar y pregonar su adhesión incondicional a la líder, sólo pregúntales una cosa: ¿cuánto se lleva esta en dietas y gastos? Si no te responden a eso ya sabes que sólo están haciendo ruido para que no se escuche la pregunta.

La presidenta puede y no quiere, esa es la verdad. La presidenta, entre la transparencia y la opacidad, ha elegido dañar a la abogacía.

Captura de pantalla del diario «El Confidencial».

¿Condecoraciones o trampas al solitario?

Hace unas semanas el diario «El Confidencial» publicaba que el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) alquilaba con el dinero de todos y para uso de la Presidenta un piso en Madrid que era propiedad de una empresa de la que era administrador, curiosamente, un Decano también miembro del CGAE.

En medio de una importante bronca por la absoluta opacidad de CGAE en cuanto a la forma en que se reparten las dietas sus componentes salió a la luz también que, este decano y esta presidenta, formaban parte de órganos directivos de la Mutualidad Ceneral de la Abogacía, razón por la cual, además de las ocultas dietas de CGAE, se embolsaban cada uno un mínimo de 30.000€ anuales más.

Todos estos cargos no exigen demasiado esfuerzo de forma que son compatibles con el ejercicio profesional y cualquier otro trabajo de los perceptores de las dietas.

¿Cuánto percibían ambos de CGAE en concepto de dietas y gastos? ¿A cuánto ascendía el alquiler del piso que le pagábamos todos? Nadie quiso responder a eso y la única respuesta que acertaron a dar desde los equipos de comunicación de CGAE —también pagados por nosotros— fue la de que «todo era una campaña de desprestigio», tesis conspiranóica que recuerda los peores momentos de la corrupción en España.

La organización colegial en España es un pilar fundamental para defender los intereses de la abogacía, sobre todo de la más desprotegida y, sin embargo, en los ya muy largos últimos años, está ofreciendo un electroencefalograma plano en este aspecto. Perdida en un mar de actos sociales, congresos, cursos y conferencias donde premiar adhesiones, el órgano superior de los colegios de España parece haber olvidado sus funciones estatutarias y haber perdido toda capacidad combativa para entregarse a un frenesí de postureos sin trascendencia para los abogados y abogadas que, mayoritariamente, integran la profesión.

Como ilustración de todo esto, esta misma semana y sin que aún se hayan apagado los ecos del escándalo de opacidad del alquiler del piso, el decano arrendante ha condecorado a la presidenta —inquilina gracias al dinero de todos— como colegiada de honor (o algo así) por los servicios prestados desde todos sus cargos que, a lo que se ve, son y han sido muchos.

Yo no sé si se dan cuenta de la penosa imagen que ofrecen ni de que esos premios y condecoraciones que se conceden, lejos de decorar ni con-decorar, lo que hacen es afear la conducta de quienes debieran fomentar la transparencia, premiar el mérito ajeno y no el amiguismo ni el compadreo propio.

Y lo penoso no es que estas personas se hagan trampas al solitario, lo penoso es que estas conductas dañan de forma grave a la institución colegial, una estructura que debiera ser imprescindible para el buen funcionamiento de nuestra profesión y que, por conductas como estas, resulta dañada gravemente.

Es triste que, quienes debieran cuidar los intereses de todos, prefieran que todos cuidemos los suyos.

Las inteligencias artificiales y el CGAE

Las inteligencias artificiales no dejan de sorprenderme. Hoy he colocado en mi inteligencia de lenguaje natural la siguiente frase:

«La labor del Consejo General de la Abogacía Española es …»

Y he pedido a la inteligencia artificial que la complete. Es decir, la inteligencia artificial busca en sus bancos de datos frases que, añadidas a la por mí proporcionada, compongan un texto.

El resultado me ha dejado estupefacto y con la boca más que abierta pues, colocada la frase inicial, el texto que me ha devuelto la inteligencia artificial es el siguiente:

«La labor del Consejo General de la Abogacía Española es ilegal

El Tribunal Supremo ha dictado una sentencia en la que declara la ilegalidad de la labor del Consejo General de la Abogacía Española. Según el Alto Tribunal, el CGAE vulnera el derecho de asociación de los abogados y el derecho a la libertad de empresa.

El Tribunal Supremo ha dictado una sentencia en la que declara la ilegalidad de la labor del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE). Según el Alto Tribunal, el CGAE vulnera el derecho de asociación de los abogados y el derecho a la libertad de empresa.

En concreto, el Supremo estima el recurso de un abogado contra el CGAE por considerar que la organización impide la libre competencia entre abogados. Asimismo, el Tribunal afirma que el CGAE vulnera el derecho de asociación de los abogados al obligarles a afiliarse a la organización.

El CGAE es una organización independiente que agrupa a todos los abogados de España. La sentencia del Tribunal Supremo podría suponer un cambio en la organización de la abogacía española y la posibilidad de que los abogados puedan afiliarse a la organización que consideren más adecuada.»

Obviamente me he quedado en estado de shock; no conozco ninguna sentencia que diga lo que dice la inteligencia artificial ni sé de dónde ha podido sacar la inteligencia artificial —o si simplemente se ha inventado— la sentencia que cita. Pero en ambos casos me deja en estupefacción:

Si la sentencia existe soy un ignorante, una sentencia así sería tan importante que todos deberíamos conocerla, si existe y no la conozco es evidente que debo dar las gracias a la inteligencia artificial por revelármelo; si, en cambio, la sentencia NO existe toda la teoría montada por la inteligencia artificial no puede sino ser motivo de admiración porque la tesis que construye no es despreciable «ab initio».

Pudiera ocurrir también que toda la construcción de la inteligencia artificial fuese una especie de «tertium genus» a caballo entre algo dicho en una sentencia y una interpretación concreta… lo cual sería una teoría creativa de primera magnitud.

¿Y tú qué piensas? ¿Existe o no existe la sentencia que cita la inteligencia artificial?

En secreto y por la espalda

El Consejo General de la Abogacía Española elabora sus normas de forma muy parecida a como los delincuentes cometen sus fechorías: en secreto y a espaldas de sus afectados.

Cuando durante el ¿Congreso? de Valladolid se anunció la existencia un nuevo Código Deontológico, el tal Código llevaba ya un tiempo aprobado sin que, por supuesto, en su elaboración se permitiese participar a nadie que no perteneciese al selecto club del búnker de Recoletos ni, tampoco, se diese información alguna —los debates son secretos siempre en esta congregación— sobre los debates habidos en el ominoso sótano madrileño.

Ahora vuelven a la carga con su deseo de aprobar un «nuevo» estatuto de la abogacía que fue redactado en 2013 (por supuesto a espaldas de la abogacía y con los secretos de costumbre) y que, desde entonces, ningún ministro se ha atrevido a aprobar por malo.

Pero ahí siguen los de Recoletos dando la turra con el «nuevo» estatuto de la «abogacía»; y ustedes comprenderán que use de las comillas cuando llamo «nuevo» a un texto de 2013 y de la «abogacía» a un proyecto redactado a espaldas de los abogados y abogadas de España.

Ahora pretenden también modificar la ley de asistencia jurídica gratuita, y pretenden hacerlo como siempre: en secreto y por la espalda.

El ministro, que, de momento, se encuentra encantado, debiera saber una cosa: que si apoya este tipo de conductas es mucho más que probable que, a no tardar mucho, haya de enfrentar problemas que no espera. No han pasado cien días, está aun a tiempo.


Puedes acceder a este artículo en formato audio (podcast) en: http://www.ivoox.com/47216677