La abogacía en peligro

Esta tarde, con un acto protocolario concebido a la mayor gloria de la presidenta, comienza el congreso que organiza cada cuatro años la abogacía institucional. Dolida por las críticas a la ilegalidad del Congreso de Valladolid y la respuesta de la Abogacía Real con su Congreso de Córdoba este año —por fin— la abogacía institucional recobra el formato —bien que teledirigidamente— deliberativo.

Las ponencias básicas que se proponen son cuatro:

Intermediación y nuevos modelos de negocio, que presenta Francisco Caamaño ex-ministro de justicia del PSOE.

Defensa de Derechos y Libertades hoy, que presenta Jesús Remón Peñalver, presidente del despacho «Uría y Menéndez».

Avances y desafíos de la regulación deontológica, que presenta José Ramón Chaves, Magistrado y

Especialidades y formación legal continua que presenta María Emilia Casas, también magistrada.

Como ven ninguna de las ponencias se relaciona con los temas que han movilizado a la abogacía real en fechas pasadas y, como pueden ver también, entre los ponentes hay magistrados, exministros y un sólo abogado pero, es preciso decirlo, un abogado de gran despacho, una forma de ejercicio profesional ajena al ejercicio del 85% de los abogados y abogadas que ejercen en España; la abogacía real, la que ejercemos usted y yo, queda olvidada.

Por supuesto que ninguna ponencia se llama «turno de oficio» ni nada parecido, si se llega a hablar de esto es porque participantes con especial compromiso, abogados reales, lo han introducido a base de comunicaciones.

Miren, hace tiempo ya que sabemos —pues lo dijeron representantes de grandes bufetes— que vamos a una abogacía dual compuesta de unos pocos ganadores y de muchos perdedores que apenas si podrán subsistir, pero de esto, claro, no se hablará en el Congreso.

Todos sabemos que el juego está amañado pero ¿cómo han logrado —cómo  hemos dejado— amañar las reglas del juego para hacer que una profesión,  no hace tanto digna, se vea sometida a una tensión tan extrema como la  que vivimos en los últimos años? ¿Cómo es posible que esta profesión que hasta hace unos años permitía una vida digna haya sido degradada al nivel de la pura subsistencia?

Los ejemplos serían muchos pero el ejemplo de lo ocurrido con las aseguradoras y el baremo es suficientemente ejemplificativo. Ahora, en plena defensa de los consumidores en el mundo de las hipotecas, el posicionamiento sistemático de los diversos gobiernos y aún de alguna institución que se dice defensora de los abogados, ha sido incuestionablemente favorable a las entidades financieras.

El nivel de vida en España, desde 1995, ha subido en casi un 300%  pero la situación de los abogados ha empeorado notablemente en esos  mismos años como consecuencia de sucesivas reformas que,  perjudicando a consumidores y ciudadanía en general, han beneficiado  fundamentalmente a corporaciones y grandes empresas. Hoy España, con un PIB tan sólo un 24% por debajo de Alemania, tiene unos salarios un 54% por debajo.

Si esta abogacía que nosotros, el 85% de los abogados y abogadas de  España, representamos se sigue desintegrando ¿cual será el futuro de los ciudadanos y ciudadanas de España? ¿Entregarán sus esperanzas de  justicia y su futuro en manos de corporaciones mercantiles supuestamente jurídicas en cuya cartera de clientes serán no más que el último de los números? ¿Serán eficazmente representados por unos pocos bufetes  entregados a la defensa de los intereses superiores de sus cuentas más  importantes en cuanto a pago de honorarios?

Hay una riqueza que crea poder político y un poder político que a su  vez modifica las reglas que crean la riqueza. No solo hablamos de  financiación de campañas electorales, de elaboración de informes o  borradores de leyes, al final del camino siempre están las sempiternas  puertas giratorias. ¿Dónde  crees que fueron importantes cargos gubernamentales de todos los  partidos como Soraya Sáez de Santamaría —vicepresidenta del Gobierno—,  Rafael Catalá —Ministro de Justicia del PP— o Caamaño —Ministro de  Justicia del PSOE— cuando abandonaron el gobierno? Exacto, lo has  adivinado, a grandes firmas jurídicas. ¿Qué poder y qué capacidad de  influencia crees que acumulan esas firmas que prevén que tú, abogado  independiente, acabes en un mundo low-cost uberizado?

Y es esta abogacía real, esta abogacía de las personas, la única por la que me parece que merece la pena vivir y morir, la que es relegada a segundo plano en el Congreso que hoy empieza y donde los papeles protagonistas son entregados a gentes ajenas a ella.

Pero sé que han ido allá abogados de verdad que tratarán de colar en los debates su palabra ruda aunque tampoco importa si no lo logran, porque la abogacía real hace tiempo que ha aprendido que puede reunirse y trabajar por ella misma, que puede organizarse, aunar esfuerzos y vencer.

Es tiempo de valientes.

Vamos.

Cuenta lo que somos

Cuenta lo que somos

Muy pocos clientes nos comprenden, por eso es importante que, de vez en cuando, contemos quienes somos. No solemos hacerlo a menudo, por eso, discúlpenme si hoy les cuento un poco de lo que somos.

Somos esas personas que, cuando todos le abandonen, estarán a su lado. En otros tiempos acompañábamos a nuestro cliente hasta el mismo patíbulo, hoy, gracias sean dadas, sólo le acompañamos a la prisión.

Nosotros somos esas personas que, cuando nadie le crea, defenderán su verdad frente a la convicción general.

Nosotros somos quienes, cuando una corporación multinacional abuse de usted, nos subiremos a un estrado a defender su derecho de ciudadano humilde y honesto frente a la desvergüenza multidivisa.

Nosotros somos, en suma, esas personas que hacen que los derechos contenidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales no sean un trampantojo sino el arco de carga sobre el que construir un mundo digno lleno de personas con dignidad.

Y molestamos, claro.

Al rico, que ve cómo su dinero no le sirve para avasallar al pobre; al gobernante, que se da cuenta de que hay límites que su poder e influencia no pueden traspasar; a la sociedad llena de prejuicios que ve como alguien, insolentemente, es capaz de sostener una verdad distinta de la que les han contado medios de comunicación envilecidos; a las corporaciones multinacionales que sufren la resistencia de unos don nadie con toga y, desgraciadamente, hasta algunos funcionario que preferirían que los expedientes acabasen rápido y sin incidentes ni recursos.

Recuerdo bien el momento en que se produjo esta foto. Dionisio estaba llorando emocionado por el aplauso y los gritos de una sala puesta en pie. No les contaré lo que pasó antes, lo verán y lo escucharán a su debido tiempo.

La puerta de Almodóvar

La puerta de Almodóvar

Recuerdo muy bien cuándo tomé esta foto y recuerdo vívidamente también cuál era el estado de ánimo que me embargaba.

Despuntaba la mañana del 29 de noviembre de 2019 y yo no había podido conciliar el sueño en toda la noche; había salido a pasear de madrugada por la desierta judería y ahora amanecía en la Puerta de Almodóvar.

Se acercaba la hora de marchar a la vieja Facultad de Veterinaria y yo andaba tratando de espantar al miedo como dicen que lo hacía Juan Belmonte: hablándole:

«—¿Sigues ahí? ¿Aún no te has ido? Pues vete o, al menos, aléjate de mí; voy a ir a ver a unas personas y lo último que quiero es que te vean conmigo.»

Sé que todavía hablaba con él cuando tomé esta foto.

Ahora, esta noche en que estoy de guardia, la miro y vuelvo a sentir las mismas sensaciones que cuando la tomé. Y vuelvo a repetirme las palabras que escribí cuando la subí a Instagram: «Ya es la hora. Vamos.»

Y pienso que es verdad, que esta es la hora, que, esta, es siempre la hora.

Vamos.

Una elección bien sencilla

Una elección bien sencilla

Dice el canon de la misa que el vino que se ha de utilizar ha de ser «fruto de la vid y del trabajo del hombre». Mucho se ha discutido sobre qué vinos cumplen con la exigencia de ser natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas, como exige la Instrucción General del Misal Romano, pero yo tengo para mí que, si se analizase con cuidado cualquier vino, en la actualidad prácticamente ninguno cumpliría con esta exigencia. Cuál ha sido clarificado con bentonita, todos han oido hablar de la pajuela de azufre y no pocos incluso de otras sustancias menos nombrables.

Pero yo no quiero hablarles hoy del fruto de la vid sino del trabajo del hombre, porque, de este trabajo, se derivan casi más consecuencias para la sapidez del vino que del propio fruto de la vid y ningún vino ejemplifica mejor este milagro que el vino de Jerez (¿o no?).

Un experimento interesante que puede usted realizar un día que salga a comer es pedir un vino de la Tierra de Cádiz (Barbadillo por ejemplo) y compararlo con una manzanilla de Sanlúcar o un fino de Jerez, pongamos por caso Tío Pepe. Bastará mirarlos para ver las diferencias pero si, además, usted los prueba, cosa que le encarezco, comprobará que tienen sabores y olores muy diferentes. Ambos son producto de la misma uva (la Palomino) pero están vinificados de manera muy diferente: el Barbadillo de la forma estándar en que se vinifica el vino en todo el mundo y la manzanilla o el fino en la forma única y exclusiva con que se elaboran los vinos de Jerez.

El vino de Jerez, un prodigio de la naturaleza que España tiene la suerte de poseer en exclusiva, fue cantado admirablemente por el mismísimo Shakespeare quien, en su obra Enrique IV, dedica al Jerez una loa por la que morirían todos los viticultores del mundo:

Si yo tuviera mil hijos, el primer principio humano que les enseñaría sería el de abjurar de las bebidas flojas y entregarse al jerez.

Edgar Alan Poe nos enseñó en «El barril de Amontillado» que al idiota se le conoce por parecerle meritorio distinguir un fino de un amontillado y, en fin, no ha habido personaje de fuste cultural que no haya encontrado en el Jerez fuente de inspiración y… sin embargo…

Sin embargo yo prefiero el vino cordobés de Montilla-Moriles.

El vino de Montilla-Moriles, vinificado de la misma forma que el vino de Jerez, goza de una ventaja que me hace preferirle pues, no usando de la uva Palomino sino de la Pedro Ximénez, no es preciso «encabezarlo» con alcohol sino que fermenta naturalmente y sin intervención ni adición de nada por el hombre.

Quizá no haya probado usted el vino de Montilla-Moriles y no sepa a qué carta quedarse, pues bien, si su marido o su mujer es abogado o abogada, no tiene más que acompañarle al Congreso de la Abogacía Independiente que tendrá lugar en Córdoba los días 29 y 30 de noviembre. Ella o él tienen un trabajo que hacer, usted sólo tiene que realizar una elección bien sencilla: o Moriles o Montilla.

Congreso de Valladolid: una carísima reunión sin sentido.

Digámoslo claro: a lo que el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) ha organizado esta semana en Valladolid se le puede llamar de muchas formas, lo que no se le puede llamar es Congreso de la Abogacía.

El Congreso de la Abogacía se regula en los artículos 76 y 77 del Real Decreto 658/2001, de 22 de junio, por el que se aprueba el Estatuto General de la Abogacía Española, NO es el que se está celebrando en Valladolid; en Valladolid, si acaso, lo que se está celebrando es una reunión de unos pocos abogados (apenas un 1%) que ha
sido organizada y financiada con la garantía del 99% restante.

El Congreso, para merecer el nombre de tal, debía, al menos y por exigencia legal contar con un reglamento previo:

Artículo 77.

1 El Reglamento del Congreso Nacional, que determinará la forma de
composición del Congreso, será aprobado por el Consejo General y será
remitido a los Colegios con la convocatoria.

2 En la elaboración del Proyecto de Reglamento, el Consejo General
de la Abogacía lo enviará a las Juntas de Gobierno de los Colegios
para que, en plazo de treinta días, formulen sugerencias o enmiendas,
que serán debatidas por el Pleno del Consejo General al aprobar dicho
Reglamento.

Pues bien, tal reglamento NO existe. Trate usted de buscarlo en la web del CGAE o en las comunicaciones que le ha remitido su colegio, trate de verificar si se ha producido el proceso de elaboración del reglamento fijado por el artículo 77.2 del Estatuto de la Abogacía, trate siquiera de encontrar a alguien que le dé razón de él. Comprobará, supongo que con tristeza, que tal reglamento no existe y no existe porque la dirección de CGAE ha decidido dar cumplimiento (cumplo y miento) a las obligaciones establecidas en el Estatuto de la Abogacía en la forma habitual: llamar a las cosas por el nombre que no tienen. Así pues, aunque el Estatuto de la Abogacía obliga a CGAE a organizar un congreso con unos requisitos determinados, CGAE ha
decidido incumplirlo descaradamente y pasarse los preceptos de su propio estatuto por el forro de los vestidos de gala y canapé. CGAE, a la vista está, no quiere una abogacía participativa, la que le gusta
es esta: una reunión de afectos al régimen que aplaudan hasta sangrar. Y que paguen otros.

Recalquémoslo, este congreso-feria (se dice que ronda el millón de euros de presupuesto) no es el regulado en el artículo 76 del Estatuto de la Abogacía, esta reunión de abogados de Valladolid puede ser llamada de muchas formas pero en ningún caso es el Congreso
Nacional de la Abogacía que regula el artículo 76 del Estatuto:

Artículo 76.

1 El Congreso Nacional de la Abogacía Española es su suprema
instancia consultiva y las conclusiones tendrán carácter orientador
para los órganos corporativos de la misma.

2 El Congreso Nacional será convocado por el Consejo General de la
Abogacía, al menos una vez cada cinco años.

Aunque a CGAE no le gusta una abogacía participativa en lo institucional parece que le deleita una abogacía participativa en lo
económico: no hay empacho en cobrar cuotas a todos y con ellas, participen o no, garantizar o financiar la asistencia del 1% adicto en unos casos, engañado en otros o que, en los casos más éticos —gracias
Altodo, gracias compañeros de #R—, acude a protestar.

Incumplir deliberadamente el Estatuto General de la Abogacía silenciando la única instancia de que disponen todos los abogados de España para participar y hacerlo usando del presupuesto de todos, es una acción grave, muy grave, y está pidiendo una respuesta adecuada.

La denuncia en redes no ha merecido respuesta por parte de los responsables de la abogacía institucional hasta ahora, esperemos que, en el futuro, este ominoso silencio voluntario no se le ofrezca a los
ahora silentes como un derecho.

Esta abogacía institucional está muerta, pero su agonía de fiestas, saraos y canapés, amenaza con arrastrar al abismo a esa abogacía que componen el 85% de los abogados de España que no pertenecen a grandes despachos y que, para colmo, han de afianzar las fiestas sin sentido de estos mandarines.

Es, pues, tiempo de organizarse.

El sedicente congreso de la abogacía

El Estatuto General de la Abogacía Española dedica su Título VII a
regular el Congreso Nacional de la Abogacía Española y lo hace,
literalmente, de este modo:

TÍTULO VII

El Congreso Nacional de la Abogacía Española

Artículo 76

1 El Congreso Nacional de la Abogacía Española es su suprema instancia consultiva y las conclusiones tendrán carácter orientador para los órganos corporativos de la misma.

2 El Congreso Nacional será convocado por el Consejo General de la Abogacía, al menos una vez cada cinco años.

Artículo 77.

1 El Reglamento del Congreso Nacional, que determinará la forma de composición del Congreso, será aprobado por el Consejo General y será remitido a los Colegios con la convocatoria.

2 En la elaboración del Proyecto de Reglamento, el Consejo General
de la Abogacía lo enviará a las Juntas de Gobierno de los Colegios para que, en plazo de treinta días, formulen sugerencias o enmiendas, que serán debatidas por el Pleno del Consejo General al aprobar dicho Reglamento.

Pues bien, esta semana comenzará en Valladolid, organizado por el Consejo
General de la Abogacía Española, el autodenominado XII Congreso Nacional de la Abogacía, congreso que, como podrán comprobar con la mera lectura de sus programas, nada tiene que ver con el Congreso que, legalmente, diseña el Estatuto General de la Abogacía Española.

Este Congreso de Valladolid —como los anteriores desde aproximadamente 2007— nada tiene que ver con un Congreso consultivo donde abogados y abogadas expresen su parecer y lleguen a acuerdos
sobre temas previamente fijados; este congreso, por el contrario, no es más que una especie de feria de muestras o curso festivo de formación en donde la palabra de la abogacía no tiene la más mínima cabida.

Los Congresos de la Abogacía fueron una herramienta importante en manos de la abogacía, herramienta que la actual dirección del Consejo ha decidido desactivar no sabemos en servicio de qué o quién pero desde luego no en servicio de la abogacía y si, para desactivarla, ha de vulnerar la letra del Estatuto General, como ven, no experimentan problema alguno al hacerlo.

Para sumir en el oprobio a quienes han decidido desactivar el carácter deliberante de los Congresos nos basta recordar el IV Congreso, celebrado en León en 1970 y que es recordado como el “Congreso de la Ruptura”, pues la Abogacía decidió abrir sus puertas a la sociedad comprometiéndose a modernizar sus estructuras, haciendo especial hincapié en la defensa de los derechos humanos y las libertades de todos los ciudadanos, estableciendo además, los cimientos del Estatuto General de la Abogacía de 1982.

En pleno régimen franquista la abogacía levantó su voz en defensa de la democracia para honra de esta profesión, eran otros tiempos y sin duda otros dirigentes hechos de una pasta muy distinta de los que tenemos ahora.

La siguiente cita —así lo cuenta el propio CGAE— tuvo lugar en 1989 en Palma de Mallorca, donde se certificó un cambio en las estructuras colegiales; a la que siguió A Coruña en 1995, donde se tomaron numerosos acuerdos en relación a la Ley de Asistencia Jurídica Gratuita que se aprobó en 1996 y donde además se acordó celebrar un Congreso cada cuatro años. En 1999, Sevilla, el último Congreso del milenio, fijó los cimientos de la Ley de Acceso a la Abogacía.

Como pueden ver ninguno de esos Congresos sería posible hoy día porque la actual dirección del CGAE ha preferido incumplir el Estatuto General de la Abogacía que dar la palabra a sus abogados y abogadas.

Este sedicente congreso de la abogacía que va a tener lugar en Valladolid tendrá monologuistas, saraos, cenas de despedida, cursos y conferencias de postín a las que adjuntarse para darse lustre; lo que no se oirá en este congreso será la voz de la abogacía, lo que no habrán son acuerdos tomados por representantes elegidos al efecto y lo que se perpetuará es el silencio moribundo en que el Consejo ha sumido a la abogacía en los últimos lustros. Un silencio que debería romperse con cada Congreso pero que, a base de infringir el Estatuto, es ya un silencio espeso y ominoso.

La situación presenta un aspecto más hiriente aún si cabe: ¿quién paga esta fiesta?

Sospecho que la versión oficial dirá que cada asistente paga su estancia e inscripción pero, si eres abogado, tómate la molestia de enterarte de quiénes son los compañeros de tu colegio que asisten y si el colegio les paga dietas o gastos por asistir. Descubrirás que desde colegios que becan con 9.000€ a quienes vayan a asistir —los más democráticos— a colegios que pagan íntegro el importe de la asistencia de sus juntas de gobierno, un amplio abanico de opciones se han establecido.

No te engañes, la organización de este congreso la pagas tú y la asistencia de congresistas en muchos casos también la pagas tú, compañero y compañera que no puedes asistir a un congreso cuya
cuota general son 280€ a los que luego has de añadir gastos de estancia y desplazamiento.

En una época en que la abogacía se enfrenta a un proceso alarmante de precarización y donde el ejercicio profesional enfrenta amenazas sin parangón, el Consejo General de la Abogacía retira la palabra a los abogados y organiza un algo que vulnera el Estatuto y a lo que no se puede llamar congreso.

Y mientras el barco de la abogacía española hace aguas la orquesta sigue tocando en cubierta, no cesan las cenas de gala, los monólogos de humor amenizan la velada y la fiesta continúa.

Habrá que examinar con mucho cuidado este presupuesto, gastar decenas —probablemente centenares— de miles de euros de todos los abogados en organizar un sedicente congreso no puede quedar sin
respuesta.

Paridad oculta

Paseaba hoy por la Carrera de San Jerónimo camino de la estación de Atocha cuando, al pasar frente al Congreso, he recordado un viejo debate que tiene como protagonistas a los leones que hay frente a él. El debate tiene que ver con el hecho cierto y comprobable de que uno de ellos carece de los elementos que ejercen como pequeños testigos (testículos) de la masculinidad de su portador. Dicho por derecho: el león del rabo recogido carece de testículos.

En el año 2012 el Canal Historia inició una campaña publicitaria para pedir que se pusieran los testículos a este león del Congreso, ya que el otro sí los tenía. La campaña fue a través de la prensa y de las redes sociales y obtuvo un premio del Festival Iberoamericano de la Comunicación Publicitaria. Manda… Bueno, manda.

Y el caso es que quizá la historia no sea esa sino que, a pesar de su melena y de su morfología netamente masculina, es posible que este león no sea macho sino hembra. No, no se echen a reír y denme una oportunidad de explicarme.

Empezaré diciendo que los leones que tiran del carro de la diosa Cibeles, un poco más abajo, con toda seguridad no son leones, sino león y leona a pesar de su melena. La mitología antigua nos aclara este entuerto pues los leones que tiran del carro de Cibeles son, nada más y nada menos, que Hipómenes y Atalanta, una pareja cuya historia conocemos bien. Atalanta, mujer de rara belleza y apasionada por la caza, logró ser tan veloz que, no deseando casarse con nadie, puso como condición a quien quisiese ser marido que, antes, la derrotase en una carrera, pero que —siempre hay un pero— al que perdiese la competición contra ella le daría muerte sin piedad.

El caso es que, como la zagala era guapa pero, para desgracia de sus admiradores, rápida como el viento, pronto apioló a multitud de optimistas que se creyeron capaces de derrotarla y llevaba ya hecho un escabeche de categoría cuando Hipómenes decidió pedir su mano.

Atalanta le retó a la consiguiente carrera en la confianza de que Hipómenes pronto sería un fiambre más; sin embargo Hipómenes, previsor, no había acudido desprevenido a la carrera pues, antes, había buscado y obtenido la ayuda y coaching de Afrodita, una diosa que en esto del amor y los matrimonios era la máxima autoridad. Afrodita entrenó a Hipómenes y le entregó como arma secreta tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, instruyéndolo en el uso que debía darles. Así lo hizo Hipómenes y en cuanto comenzó la carrera fue dejando caer cada cierto tiempo una de las manzanas; Atalanta se entretuvo recogiéndolos y por ende perdió la concentración y la carrera.

Atalanta no pudo darle gusto al cuchillo tras la carrera pero, a cambio, se llevó tres manzanas de oro macizo (que quieras que no consuelan bastante por la derrota) y un marido del que se acabó enamorando locamente, tanto que se dedicó a hacer el amor con él en los lugares más inverosímiles e inapropiados. A tanto llegó su celo amatorio que ambos amantes acabaron copulando en un templo de Cibeles (cosa que, como todo el mundo sabe, está feísima) de forma que la diosa se cogió un cabreo más que regular y decidió castigar a la pareja convirtiéndolos en leones. Así pues los dos aparentes leones que tiran del carro de la diosa Cibeles no son dos leones sino un león y una leona, bien que melenuda ella.

¿Se repite la historia de Hipómenes y Atalanta en los leones del Congreso? Hay división de opiniones.

La Wikipedia afirma que no (sin fuentes que a avalen tal afirmación) sin embargo no son pocos los autores que afirman lo contrario.

Lo cierto y verificable es que uno de los leones carece de testículos sin que exista explicación contrastada del por qué de tal ausencia. Quizá los castizos Daoíz y Velarde nos estén mandando un mensaje cifrado, quizá el escultor quiso decirnos algo… ¿Quién sabe? Lo cierto es que hasta aquí ha llegado la paridad.

Comparecencia en la Comisión de Justicia del Congreso

Ayer hube de comparecer en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados para informar sobre determinados extremos del Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de Datos, consecuencia del Reglamento de Protección de Datos de la Unión Europea. Fue un honor, claro, pero también una gran responsabilidad que me causó no poca desazón. Al final este que pueden ver en el video de este post fue el resultado de la comparecencia. Para mí el resultado fue una enorme tranquilidad.

La maldición de Frost

Esta semana ha sido, por muchos conceptos, memorable para mí. Como siempre, nada agradable viene sin su acompañamiento de angustias y ansiedades, pero, por lo que respecta a la acción pública emprendida hace tres años contra las tasas judiciales y en defensa de la justicia, esta semana ha sido, créanme, histórica.

Hace hoy 888 días que decidimos iniciar una acción para oponernos a la inicua ley de tasas judiciales que había aprobado el gobierno, un gobierno apoyado por una mayoría absoluta granítica y contra el que no parecía posible oponer planteamiento discrepante alguno. La situación política ofrecía todas las características precisas para que cualquier acción de protesta estuviese condenada al fracaso, pero, también, regalaba a cualquiera que pretendiese rebelarse contra ella todo lo que necesita un ser humano para ponerse en pie y sentir que la razón y la épica están de su parte, un cóctel tradicionalmente muy peligroso para los gobernantes. No hay gloria alguna en vencer sin dificultades pero, cuando la Brigada Ligera cargó en Balaclava en una acción disparatada, estaba escribiendo al mismo tiempo un poema que Tennyson no tuvo más que pasar a limpio.

En el siglo XXI ya no quedan caballos ni sables pero el espíritu que anima al ser humano a hacer cosas grandes sigue intacto, ese espíritu granadero que tan bien conocemos en Cartagena y que hace que, en un mundo de información y software, aún queden húsares a la busca de valles donde cargar y galopar poemas que otros, después, pasen a limpio.

Vivimos en el siglo XXI, un mundo donde la tecnología exige un cambio en las reglas del juego político que los gobernantes se resisten a reconocer y, por eso, decidimos utilizar las herramientas del siglo XXI para llevar a cabo nuestra acción. Usamos de las redes, provocamos enjambres, operamos en fuerza y en guerrilla según procedía, imaginamos algoritmos biomiméticos e infectamos con ellos las redes de forma que pronto dispusimos de un amplio capital, el más importante de que puede disponer ninguna organización: personas. No hay mayor riqueza en un país que las personas que lo integran, el conocimiento —jurídico por ejemplo— no está en los gobiernos ni en los asesores sustanciosamente pagados y dispuestos a alquilar su opinión mercenaria; el conocimiento jurídico está en las personas que dedican su vida al estudio del mismo y que, animadas por la razón y el épico impulso cívico, deciden ponerlo al servicio de la comunidad. Igual ocurre en los demás campos del saber, el único trabajo organizativo preciso es dejarlo fluir sin perder de vista el objetivo.

Los gobiernos, estúpidamente, suelen preguntarse cuánto les costará poner a trabajar para ellos al personal necesario; en lugar de eso debieran preguntarse más bien cuánta gente estaría dispuesta a trabajar gratis para ellos impulsada sólo por la razón y un épico impulso cívico. Desperdician la mayor riqueza de la sociedad, la tienen pero no la ven o, quizá, aún peor, no tienen épica ni razón alguna que ofrecerles. Líderes de trampantojo que desconocen que su trabajo es lograr lo que hace años ya enseñó Lao Tsé, que al acabar la tarea y conseguir los objetivos, la gente sepa que: «lo hemos hecho nosotros». Hay que reconocer que algo bueno tuvo el mandato Gallardón/Catalá: nos ofreció una buena causa por la que luchar y movilizarnos. Gracias por eso, señores, y por nada más.

Este lunes, proposiciones redactadas al 90% por húsares de la Brigada —gracias Enrique, gracias Jaime— llegaban al Congreso de los Diputados tras haber peregrinado de victoria en victoria por nueve parlamentos autonómicos de España y allí se votó su toma en consideración por el Congreso para tramitarlos y dar luz verde a su aprobación como ley que acabase con las infames tasas judiciales; este fue el resultado de la votación:

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Luz verde por práctica unanimidad (una sola abstención y al parecer por error); el ministro y el gobierno, cobardemente,  prefirieron no estar presentes una tarde en la que los húsares de la brigada ocupaban las tribunas del Congreso y hacían temblar las redes sociales con un «Trending Topic» a escala mundial. Parafraseando a Kennedy podríamos decir que estos gobernantes ignoran el verdadero valor de la democracia pues desconocen que, si bien es cierto que los hombres que ostentan el poder hacen un aporte indispensable a la grandeza del país, tan cierto o más es que los hombres que cuestionan el poder hacen un aporte igual de indispensable, especialmente cuando dicho cuestionamiento es desinteresado.

Estos gobernantes, hombres que parece que sólo diesen la cara cuando las cosas vienen bien y sacan el plasma cuando no vienen bien dadas, tendrán que conformarse con leer en el diario de sesiones del Congreso frases como estas:

Hoy se encuentra entre nosotros una de ellas, la Brigada Tuitera, que tanto tiene que ver en esta proposición de ley. Se unieron y, gracias a la presión que ejercieron —y seguramente también a que había elecciones en el horizonte—, consiguieron que al final de la pasada legislatura se eliminaran las tasas judiciales para las personas físicas. Señorías, no es suficiente. (Patricia Reyes. Ciudadanos)

O estas

Señorías, doy la bienvenida al hemiciclo, como han hecho el resto de diputados que han subido a esta tribuna, a la Brigada Tuitera. Hay que reconocerle el esfuerzo que han hecho con tal de que se ponga encima de la mesa un debate sobre la Ley de Tasas. (Sra. Perea, Partidos Socialista)

O incluso estas que fueron refrendadas por aplausos tal y como consta en las actas

Sean mis primeras palabras para expresar el privilegio que supone para mí representar desde esta tribuna a más de los 5 millones de personas que votaron a Podemos-En Comú Podem-En Marea en las elecciones del 20 de diciembre. Permítanme también que le agradezca a la Brigada Tuitera el trabajo que han hecho para que esta proposición de ley, efectivamente, vea la luz en esta Cámara. (Sr. Yllanes Suárez. Podemos)

Siguiendo con la paráfrasis, estos gobernantes que huyeron del hemiciclo dejando a sus diputados huérfanos de los causantes de sus males, no entenderán nunca lo que Frost enseñó a Kennedy: que en una sociedad democrática la labor más importante del escritor, del compositor o del artista  —y del jurista y todos en general— es ser honestos consigo mismos y dejar que la chispa caiga donde tenga que caer porque al servir a su visión de la verdad sirven mejor a su nación. Y que la nación que desdeña la misión del arte y de estas voces libres invita al destino del hombre señalado por Robert Frost, el destino de no tener «nada en el pasado para enorgullecerse y nada en el futuro que anhelar con esperanza».

Son muchos quienes preferirían que esta votación nunca hubiese tenido lugar, son muchos los que prefieren esconderse tras sus cargos de directivos en partidos y corporaciones, son muchos quienes prefieren no ver estas cosas y silenciarlas u ocultarlas para que no subrayen su propia inanidad, lo siento por ellos, su condena es la predicha por Frost.

Queda mucho trabajo que hacer aún, sin duda, pero hoy, 888 días después de iniciada la campaña, voy a sentarme y a pensar en estas cosas; mañana volverán las angustias y ansiedades y habrá que trabajar para ganarse la cada vez más difícil vida.