El hombre que cuenta historias

El hombre que cuenta historias

Miguel pasa con holgura los setenta años y ejerce de guía. Entre las mil maneras en que los cartageneros se buscan la vida él eligió la de ser guía turístico: a cambio de unos pesos él te cuenta la historia de lo que ves en la plaza donde habita… y lo hace como nadie. La necesidad le obligó a tener que dominar varios idiomas y el hombre se expresa con fluidez en lenguas extrañas. Sus conocimientos admiran a los cartageneros y hoy, mientras me acercaba a la catedral de Santa Catalina, el taxista no ocultaba su admiración por él. «Ese hombre sabe muchísimo» —me ha dicho— y se notaba la admiración y el respeto en sus palabras.

En las sociedades occidentales hemos interiorizado tanto el principio de igualdad que no sólo es que nos creamos iguales jurídicamente a los demás, es que creemos que nuestras opiniones o habilidades son igual de valiosas que las de los demás y apenas si nos reconocemos inferiores y rendimos respeto a nadie vivo. En ese tipo de sociedades como la nuestra sólo el dinero marca las diferencias y así nos va.

Aquí aún no es así, Miguel es pobre de solemnidad pero despierta la admiración no solo del taxista sino de la profesora de universidad que me acompaña —Claudia— y de mí mismo.

Miguel nos da datos y nos cuenta historias, unas historias sin duda recibidas por tradición oral porque entroncan directamente con viejas historias que yo ya tengo escuchadas en la península. Cartagena es patrimonio de la humanidad pero Miguel es patrimonio oral no sólo de América sino de España.

Dudo y le pregunto: ¿sabe usted leer y escribir?

Me responde que sí y respiro aliviado, si este hombre hubiese recogido todos estos conocimientos de forma oral no me habría quedado más remedio que pedir a alguna real academia que lo estudiase.

Y le pido hacerme una foto con él y el hombre acepta. Y hoy dos días después aún me acuerdo de Miguel, el hombre que cuenta historias.

Posta cartagenera

Posta cartagenera

Bonifacio Ávila era boxeador y de los buenos. Representó a su país —Colombia— en los juegos olímpicos de 1972 aunque la mala suerte le enfrentó en segunda ronda al monstruo alemán Dieter Kottysch que, a la postre, obtendría la medalla de oro.

Luego se dedicó al boxeo profesional con un palmarés de 17 victorias, 8 derrotas y tres combates nulos.

A mí su historia me recuerda a la de José Ruíz Calderón, más conocido como Pepe El Manteca, un hombre que iba para torero pero acabó emigrando a Alemania con una maleta de cartón para, finalmente, acabar abriendo en Cádiz, en la calle Corralón de los Carros la taberna más famosa de la tacita de plata.

A Bonifacio Ávila, El Bony, el púgil de Cartagena, le pasó casi lo mismo y cuando dejó el boxeo abrió un kiosco de comida en Bocagrande que es, a día de hoy, un lugar casi de culto. Mojarritas fritas (¿Notan el parecido con Cádiz) sancocho de pescado y Posta Cartagenera. Porque para defender Cartagena de ingleses, franceses y holandeses, no sólo es precisa posta lobera para repartir sino un buen condumio con que sostener el cuerpo y ese, en el Kiosco de El Bony, es la Posta Cartagenera; una fascinante preparación a base de carne glaseada con panela y especias y que se acompaña habitualmente con arroz de coco y ensalada.

El sabor es maravilloso, puedo jurarlo por las rapadas barbas del almirante Vernon, y ese glaseado dulce es pura sabrosura.

Sólo echo una cosa de menos: como estos cartageneros no usan del pan en sus comidas es imposible rebañar la salsa sobrante, una cosa que te deja con no poca desazón al ver marcharse el plato aún con salsa camino de la cocina.

Por 7€ (35.000$ colombianos) puede usted ponerse hasta arriba de posta cartagenera. Yo lo he hecho, ahora voy a dormir un ratico.

¡Y un mojón pa los humanos!

¡Y un mojón pa los humanos!

Embalsamamos las ciudades como los taxidermistas disecan sus animales. Admirados de la belleza del zorro o del pavo real los matan, les extraen todas sus vísceras, los vacían por dentro y los rellenan de estopa o serrín. Finalizada la obra unos cuerpos sin vida, unos pellejos rellenos de paja, son presentados como «la viva imagen» de lo que una vez fueron bellos animales.

Los animales disecados son apenas una imagen de lo que un día fueron del mismo modo que, para nosotros, Venecia, Cádiz, Cartagena de Indias o Nueva York no son más que imágenes que vemos en las películas, la televisión o los reportajes de viajes.

Pero dígame: ¿cree usted que Cádiz seguiría siendo Cádiz sin gaditanos, Venecia sin venecianos o Nueva York sin neoyorkinos?

Acostumbrados a ver imágenes sin vida viajamos a las ciudades buscando recapturar esas imágenes mil y una veces capturadas sin percatarnos de que, lo que un día fue un ecosistema atractivo, hoy no es más que un decorado donde toda una industria busca que usted sacie su sed consumista. La gente que levantó esos lugares, la gente que dió vida a ese ambiente y esa cultura de la que le han hablado ya no existen más, ya no viven allí. Como en la arquitectura kitsch de los hoteles de Las Vegas una nueva mafia le muestra a usted hoy pirámides, esfinges, canales y torres de Eiffel con la esperanza de que usted consuma y gaste su dinero en ese entorno que, si una vez fue, hoy ya no es.

Cuando declararon a Cartagena de Indias patrimonio de la humanidad poco podían sospechar muchos cartageneros que les estaban expropiando su ciudad y su entorno vital y por eso, con no poca visión de futuro, cuando quisieron declarar a Cádiz patrimonio de la humanidad, el inolvidable «Capitán Veneno» cantó con su chirigota…

«Cádiz, patrimonio de la humanidad,
¡y un mojón pa los humanos!
Cádiz es de Cádiz na más
y es patrimonio del gaditano».

Hemos hecho del turismo una industria low cost, de poco leer y mucho fotografiar, queremos que las ciudades conserven el ambiente y las imágenes que hemos visto en las películas o leído en las novelas y si, para ello, hemos de vaciarlas de personas y disecar sus barrios así lo haremos.

Así, turistas de cerveza barata y salto del balcón a la piscina, podrán volver a su país contando a sus amistades que viajar culturiza, aunque para ello haya que desplazar barrios enteros y privar a seres humanos de los paisajes y entornos de su infancia.

Sin duda el turismo trajo mucho dinero a Venecia, aunque la dejó sin venecianos. Por eso, cuando en su ciudad hagan planes de recuperación o de reforma de entornos o pidan —peligro— que la declaren patrimonio de alguien que no sean los propios vecinos, puede usted echarse a temblar.

De confinamientos, burbujas financieras, guerras y Sir Isaac Newton

De confinamientos, burbujas financieras, guerras y Sir Isaac Newton

Las pandemias y las burbujas financieras no son fenómenos recientes y de ello podría dar fe, si viviese, el mismísimo Sir Isaac Newton quien, según las versiones populares, habría concebido su teoría de la gravitación universal durante un confinamiento provocado por la Gran Peste en 1665 y se habría arruinado posteriormente debido al estallido de la burbuja provocada por la «Compañía de los Mares del Sur» en cuyas acciones Siri Isaac había invertido los ahorros de toda su vida. España jugó, de forma indirecta, un importante papel en todo esto.

Tras la Guerra de Sucesión a la Corona Española tanto Francia como Inglaterra se habían repartido un interesante botín a costa de los españoles. La parte británica del botín consistía, entre otras cosas, en el derecho de vender esclavos en las colonias españolas (el asiento) en América y en la ruptura del monopolio comercial español con sus colonias merced a la posibilidad de introducir un único navío al año.

La corona británica, sin embargo, había salido de la Guerra de Sucesión con unas deudas escalofriantes y para pagarlas decidió traspasar la deuda a una nueva compañía encargada de explotar las posibilidades comerciales con las colonias españolas: «La Compañía de los Mares del Sur».

Las fantasías que se crearon en la opinión pública inglesa sobre las riquezas y las posibilidades que presentaba el comercio con la América Española produjeron una fiebre de compra de las acciones de esta compañía de los Mares del Sur que provocaron que estas multiplicaron su precio vertiginosamente. Gracias a estas subidas el bueno de Sir Isaac obtuvo pingües beneficios en los primeros meses de 1720, beneficios que, a finales de ese mismo año, tras el estallido de la burbuja, se convirtieron en espantosas pérdidas en las que Sir Isaac perdió los ahorros de toda su vida. Ciertamente Sir Isaac era capaz de predecir el movimiento de los astros del universo pero no fue capaz de hacer lo mismo con las fluctuaciones de la bolsa londinense.

La suerte de la Compañía de los Mares del Sur no fue buena. Las fricciones entre España e Inglaterra comenzaron pronto, la vigilancia española sobre el contrabando inglés con las colonias se estrechó duramente y pronto Inglaterra comenzó a preparar una guerra contra España, la «Guerra del Asiento», que se desarrolló durante bastantes años con fortuna irregular para las armas británicas que no consiguieron ventaja alguna y sí alguna estrepitosa derrota como la de Cartagena de Indias, donde Don Blas de Lezo, con la valiosa ayuda de su sorprendente «fuerza aérea» de la que les hablaré otro día, se impuso a una enorme escuadra británica.

No se crean todo lo que leen. Las victorias militares no suelen deberse principalmente a la valentía o al coraje, aunque eso sea lo que el poder haga creer para estimular el valor de sus cándidos soldados, sino a factores muy diversos y distintos de este. En esta Guerra del Asiento la inteligencia española había conseguido fuentes magníficas en el bando británico y gracias a ellas pudo anticiparse frecuentemente a las intenciones inglesas.

Un dato poco conocido es que en 1719 (un año antes de la quiebra de Sir Isaac) tropas españolas habían sublevado a clanes escoceses (entre ellos el del famoso Rob Roy) para lanzarlos contra los ingleses apoyando su espíritu secesionista. Fueron solo 260 infantes de marina españoles pero esta intentona española es la última «invasión» de Gran Bretaña de la que se tiene noticia. La insurrección escocesa acabó en la batalla de Glenshiel.

Y ahora que he saltado de la gravitación universal a las burbujas financieras pasando por una guerra contra Inglaterra y una invasión de Gran Bretaña ya no recuerdo por qué empecé yo a escribir esto…

Bueno, da igual, si Sir Isaac no era capaz de predecir el comportamiento humano siendo la mente más preclara de la humanidad, no voy a ser yo el que trate de explicarme a mí mismo.

El Colegio de la otra Cartagena


Los abogados de la Cartagena del otro lado del mar, la Cartagena de Indias, la del Caribe, el pasado 29 de julio se constituyeron en Colegio de Abogados. Esto a los abogados de España podrá parecerles normal pero créanme que no lo es. Ser abogado en Colombia no es tan fácil como en España, allí la vocación de ser abogado se ha pagado demasiadas veces con la vida: más de 700 abogados asesinados. Para los abogados de Colombia disponer de una colegiatura que les proteja y les dé presencia es un sueño largamente acariciado. En la Cartagena de España no les olvidamos y sé que ellos no nos olvidan a nosotros. Me han invitado a ir allí este próximo día 12; se me rompe el corazón, pero no puedo; sin embargo estaré, porque internet permite que podamos hablar personalmente a quien tenemos cerca en el corazón aunque estemos a gran distancia. Sé que les va a ir bien y que la vida va a mejorar para ellos, que sufrirán como aquí sufrimos las miserias y bajezas de unos pocos, pero que saldrán adelante y contarán estos principios a sus hijos y nietos. Felicidades Claudia Patricia Florez Hernandez eres la primera presidenta de una corporación llamada a vivir tanto como su corporación hermana de España. Toda la suerte del mundo para los abogados de allá. Un honor haber podido conocerte. Nos vemos el día 12.

Compañeros de Colegio

20130303-123026.jpg

Os echaremos de menos. De la Bocana a Bocagrande, de Cartagena a Cartagena. En Colombia asesinan a un abogado cada 9 días por el mero hecho de cumplir con su deber. Van ya 700, al menos 20 en Cartagena de Indias y nunca se acaban de investigar sus muertes.

Cuando muere un abogado en Cartagena (en cualquiera de las muchas Cartagenas del mundo) sentimos que asesinan a uno de los nuestros, a un compañero de ese colegio que es más que un lugar en el mapa. Porque la libertad no tiene más patria que el corazón de la gente. Que tengáis suerte, pronto estaremos allí. Cartagenas del Mundo. Cartagenas del Alma.

Abogados de las Cartagenas del Mundo

En Cartagena ya no disparan los cañones

 

En Colombia un abogado es asesinado codad 9 días. Soy abogado en Cartagena (España), ejerzo mi profesión con libertad e independencia y tengo un colegio que -de ver en riesgo esa libertad e independencia- estoy seguro que me respaldaría frente a cualquier intromisión.

En Colombia no existen los Colegios de Abogados. Para ser más exactos no existen como se conciben en España. Hay allí un centenar o más de Colegios, Círculos y Clubs de Abogados, de carácter privado y voluntario, sin ninguna o muy escasa incidencia en la actividad profesional y en la vida jurídica del país, enormemente rica, pero que se mueve por otros caminos y sin tener en cuenta las más de las veces a los abogados y su realidad profesional y personal.

Por eso, el próximo 1 de marzo los abogados de la Cartagena de España nos hermanaremos -aunque ya lo estemos en el corazón- con los de la Cartagena del otro lado del mar, la Cartagena de Colombia, la Cartagena del Caribe, la Cartagena de Indias.

Porque los sentimos compañeros y porque podemos ayudarnos. Merece la pena.