Entre las manifestaciones religiosas más llamativas del Camino de Santiago se encuentra la llamada «Cruz de Ferro».
Se alza esta cruz a cosa de un kilómetro del pueblo de Foncebadón, en el puerto del propio nombre, en el monte Irago, dando vista a las dos vertientes, la de Maragatería, que aquí termina, y la del Bierzo, que aquí comienza.
Los peregrinos que iban -y aún van- a Compostela dejaban -y aún dejan- una piedra sobre el montón inmenso de guijarros que por millares sirven de peana a la cruz.
Así pues, éste monumento está formado básicamente por el montón de piedras acumulados durante siglos por los peregrinos, y de entre ellos, emergiendo, un asta de madera coronada con una pequeña cruz de hierro.
Siguiendo a Luengo(1), la Cruz de Ferro tendría su origen en los llamados «Montes de Mercurio» de naturaleza celta, con los que los caminantes señalaban, mediante montoncitos de piedra, lugares estratégicos de los caminos y que luego se cristianizaron con cruces.
Yo no sé si la costumbre es celta o no pues, mi padre, que es de todo menos celta, me cuenta que, durante los años que -muy a su pesar- hubo de vivir en las montañas en la zona de Utiel-Requena, era muy seguida esta costumbre de señalar con montoncitos de piedras determinados lugares por motivos estratégicos o incluso piadosos (con ellos solían marcar los lugares donde alguien había encontrado la muerte).
Durante todo el Camino de Santiago los montoncitos de piedras (milladoiros) son abundantísimos y parece que esto de amontonar cantos es tan consustancial al caminante como las ampollas en los pies.
¿Por qué razón construyen los caminantes estos milladoiros?
He preguntado a muchos de ellos y casi todos carecen de ninguna explicación que darme (salvo en el caso, claro está, de la Cruz de Ferro en que justifican su conducta con la tradición), yo por mi parte tengo formuladas muchas hipótesis al respecto pero ninguna contrastada.
Según Cabal(2) y López de los Mozos(3), a Mercurio, en los caminos y a modo de sacrificio, se le amontonaban piedras, que eran refugio de los manes.
Y es que el origen de estos túmulos de piedras está junto a los caminos sirviendo para cubrir el cuerpo de los cadáveres: «Pero todos los muertos -seguimos a Cabal-, bajo el túmulo, reclamaban otros muertos, y se les ofrendaban sacrificios, aún en los tiempos históricos. En cada piedra del túmulo había además un espíritu, y añadir a estas piedras otras piedras, era añadir otro espíritu y responder a las ansias de cuantas vigilaban el sendero. Así, cada transeúnte, para evitar que los muertos le arrebatasen el suyo con alguna enfermedad, colocaba en el túmulo una piedra y aumentaba de este modo la muchedumbre de almas que había en él».
Muchos «memes» de naturaleza más menos religiosa, esotérica o espiritual se agolpan en torno a la Cruz de Ferro. Creencias como que cada viajero debe traer la piedra desde su lugar de origen o que el peso de dicha piedra debe ser proporcionado a la gravedad de los pecados cuyo perdón se busca, son repetidos sistemáticamente por los peregrinos. Tampoco faltan explicaciones legendarias como que en la Edad Media y para construir la catedral de Santiago se pidió a los peregrinos que llevasen piedras hasta Santiago… En fin, ritos, creencias, leyendas, rodean éste lugar, quizá uno de los más atractivos del Camino de Santiago.
(1)LUENGO, L.A., Los Maragatos. Su origen, su estirpe, sus modos. León, 1980, p. 130 y ss. Hace referencia a la «Cruz de Ferro» de Foncebadón (León). Otras referencias en VALIÑA, E., Caminos a Compostela. Guía. Vigo, 1971, pp. 66-67 y VV.AA., El Camino de Santiago. Confederación Española de Cajas de Ahorros. Barcelona, 1971, pp. 192-193.
(2) CABAL, C., «Mitología Ibérica», en Folklore y Costumbres de España, Tomo I. Barcelona, 1934
(3) LÓPEZ DE LOS MOZOS, J.R., «Una cruz caminera en las cercanías de Maranchón (Guadalajara): La «Cruz de Hierro». Posibles orígenesde éste tipo de cruces.» Actas del I Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Tomo I, pp. 471-476