Quiero cambios

Nací en 1961 y hasta los 14 años viví en la España de Franco. Guardo un recuerdo muy exacto de aquella época —mi niñez— y por eso me fastidia que, gente que entonces no había nacido, venga ahora a contarme cómo era la vida en ellos.

Viví intensamente la Transición como adolescente y traté de no perderme ni un detalle de aquel tiempo. Creo que acudí a todos los mitines de todos los partidos: desde Fuerza Nueva hasta el PCE o la ORT y —en medio de ellos— no dejé de asistir a mitines de partidos ahora olvidados (¿Quién recuerda hoy a Reforma Social Española de Cantarero del Castillo o a la Democracia Cristiana de Gil Robles y Gil Delgado?).

Hoy parece extraño que alguien acuda a mitines de partidos diversos; a los mitines ya solo van los incondicionales del líder, a aplaudirle y a componer un bonito atrezzo para las imágenes que han de salir en los informativos. El asistente a los mítines ya no es nadie que quiere escuchar las propuestas de un partido (eso acabó en 1978) ahora los mitines ya no tienen función informativa alguna, son pura propaganda. La militancia degradada en tramoya.

Éramos demócratas ingénuos, sí, pero, en muchos aspectos, aún prefiero aquella democracia infantil a esta democracia momificada.

Eran tiempos mucho más duros que estos: ETA asesinaba y secuestraba, el GRAPO asesinaba y secuestraba, sectores del ejército amagaban golpes de estado, el «búnker» se resistía a morir y el dinosaurio, en cuanto rascabas un poquito, seguía allí.

Pero la inmensa mayoría de los españoles sabían lo que querían; lo resumió un grupo andaluz en una canción que fue el «leit motiv» de muchas cosas ocurridas en aquel tiempo: «Libertad sin ira».

Hoy, a diferencia de entonces, no existen consensos, el pensamiento único hace de puros detalles motivos de lucha tanto más enconada cuanto más insustanciales y, en general, no hay una idea a largo plazo de qué deseamos que sea España.

Hace falta una ventolera que se lleve las hojas de este otoño democrático y disperse estos tonos medio ocres que nos envuelven.

No me importa hacerme viejo; lo que sí me molesta —y mucho— es vivir en un país viejo, de ideas viejas y de políticos jovenes por fuera, pero irremisiblemente viejos por dentro.

Quiero cambios.

Feliz 42⁰ aniversario.

La moraleja del submarino de Peral

20130908-123809.jpg

Hoy se cumplen 125 años de la botadura del submarino de Peral, el primer torpedero submarino del mundo.
Propulsado por un avanzado sistema de acumuladores eléctricos y con sistemas de navegación submarina precursores de la cibernética el submarino de Peral ponía en cuestión la supremacía naval británica, de forma que esta recurrió a una compleja estrategia de corrupción política en la que no fue difícil hacer caer a nuestros políticos de la época. Sobres contra torpedos: La victoria británica estaba cantada.

En 1898 España pagó el precio de tanta corrupción con mas derrotas navales de Santiago y Cavite y la subsiguiente pérdida de Cuba y las Filipinas.

Peral, decepcionado, conservó de su buque tan sólo la bandera, se negó a cooperar con ningún gobierno extranjero a pesar de las tentadoras ofertas que le hicieron y fundó una empresa de acumuladores eléctricos cuya sede social estaba, curiosamente, en Madrid, en la calle Génova número 13.

Hoy el submarino de Peral está en reparación, dañado su casco por el paso del tiempo y por hallarse a la intemperie. El ayuntamiento de Cartagena ha decidido, acertadamente, protegerlo a pesar de que es un icono casi totémico para los habitantes de la ciudad.

Hoy cumple 125 años el submarino, lugar de trabajo para muchos de mis vecinos de Cartagena. Felicidades a todos.

La historia del submarino de Peral es no sólo motivo de orgullo para los cartageneros sino también un claro ejemplo de lo que puede pasarle a un país gobernado por la corrupción y no por los principios que, más allá de la electricidad, hicieron posible el submarino de Peral.
No olviden la moraleja: La tienen esculpida en piedra en la plaza de los Héroes de Cavite.

Vale.

Discurso del Jefe de Protocolo del Círculo Cultural Faroni en el Gremio Literario de Lisboa

Por su indudable importancia reproduzco el discurso que el Jefe de Protocolo del Círculo Cultural Faroni pronunció, bajo los auspicios del Instituto Cervantes, en el Gremio Literario de Lisboa el 28 de septiembre pasado con ocasión del vigésimo aniversario del Círculo Cultural Faroni. Siendo la impostura uno de los pilares del Círculo no es de extrañar que me mencionase como presente en el acto y que me transplantase de Cartagena a Murcia. Tómenlo como una licencia literaria más. Este es el discurso bilingüe que nuestro Jefe de Protocolo pronunció:

«Caros amigos, sejam todos muito bem-vindos:

Antes de mais, gostaria de agradecer ao Instituto Cervantes e ao Grémio Literário os entusiastas apoios que têm permitido hoje nos juntar para esta sessão comemorativa de dois vigésimos aniversários.

O primeiro é o da publicação de um dos romances mais marcantes do panorama literário finissecular em Espanha, “Jogos da Idade Tardia”, de autoria do Luís Landero, aqui presente, quem fará uso da palavra dentro de breves instantes.

O segundo aniversário é o do Circulo Cultural Faroni, alguns de cujos mais distintos membros hoje estão também connosco.

Temos a Maria Tena, autora de muitos e excelentes romances, quem como sem dúvida nenhuma recordarão os consócios do Grémio, nos falou recentemente sobre os aspectos da sua literatura. Temos também o José Muelas, distinto bastonário dos advogados da região de Múrcia; o Jesús Alonso, conhecido produtor da televisão espanhola; a Iraida González, advogada e escritora; e a Marta Sanuy, directora de uma das mais conhecidas escolas de literatura criativa na Espanha.

Permítanme que ahora prosiga en castellano.

Esta tarde hablaremos de un tema eminentemente landerista: la interacción entre ficción y realidad. Lo haremos glosando el pensamiento de Augusto Faroni, espejo ideal en el que quieren reflejarse los personajes centrales de la novela “Juegos de la Edad tardía”.

Qué duda cabe que Augusto Faroni no existe, ni siquiera en el mundo de la ficción. Es más, no sabemos casi nada sobre el contenido de su pensamiento o sobre los pretendidos méritos de sus obras. El lector de Landero poco descubre sobre Faroni, más allá de su figura elegante y de su decidida apuesta por la aventura permanente. Sabrá, eso sí, que se trata de un dandi, tal vez del último dandi del siglo XX, aunque el dandismo faroniano no sea tanto el de Brummel como el de Eugenio de Aviraneta, descrito con total maestría por ese novelista anti-dandi por antonomasia que fue don Pío Baroja.

El dandismo de Faroni es también el de uno de nuestros más ilustres consocios del Grémio. En efecto, Eça de Queirós comparte con Faroni algo más que una simple travesura literaria. Recordemos que el gran Eça, junto con su cómplice y co-autor Ramalho Ortigão, descubre lo divertido que es transformar la ficción en realidad. La figura de Augusto Faroni tiene también muchos rasgos de la de Fradique Mendes, heterónimo compartido con Batalha Reis, y al que el propio Eça definiria como “verdadeiro grande homem, pensador original, alma requintada e sensível». Palabras con las que igualmente podríamos describir a Augusto Faroni.

Aquel grupo formado por Eça, Ramalho, Oliveria Martins o Arnoso, se entregó en su día a esos mismos juegos de la edad tardía que dieron sentido a la figura de Faroni. Formaron, no lo olvidemos, un círculo cerrado, con afanes secretistas en el que cada uno podía representar el papel que más le apeteciera.

Aquel grupo, que ellos mismos bautizaron como “Os vencidos da Vida”, se reunía precisamente en estos mismos salones. Al igual que ocurrirá un siglo después con el Círculo Cultural Faroni, en un primer momento se limitaron a fabular, diseñando la ficción. Luego entraron con paso firme en un proceso mucho más interesante que pretendía, además, transformar la realidad. De esta manera, pasaron de ser meros fabuladores a convertirse en auténticos con-fabuladores. No olvidemos que el dandismo y la conspiración, como demostró en su día el bueno de don Pío, suelen ir de la mano.

El lector de la obra de Landero también sabe que son sus propios personajes los que crean el Círculo Cultural Faroni. Su intención es difundir el pensamiento y las obras de ese ideal hacia el que ellos mismos aspiran. Recordemos que, en palabras de Landero, “Faroni es la brisa mágica de un ideal de oro”.

A partir de ahí es cuando la ficción comienza a actuar sobre la realidad. Con esos dos únicos elementos que se desprenden de la lectura, – el dandismo y una descabellada apuesta anarco-institucional –, un grupo de entusiastas lectores, tal vez los primeros que podríamos calificar como landeristas, no sólo fundan el Círculo Cultural Faroni sino que des-velan – esto es, re-descubren – el contenido de su obra, analizan, glosan y difunden el hasta entonces inexistente pensamiento de Augusto Faroni, concediéndole, de alguna manera, carta de naturaleza.

De esta manera, qué duda cabe que la realidad se hace ficción. Nos encontramos con una serie de sujetos, serios, formales, algunos incluso respetables, rozando ya aquellas edades en las que rara vez uno se permite el lujo de perder el tiempo, que se aventuran por la senda de lo desconocido. Se convierten en exploradores de la ficción. Impostan sus vidas y se entregan con fervor a esos juegos que, según sostiene Landero, son propios de la edad tardía.

Porque la impostura, es cierto, es parte esencial de las reglas de ese juego recién descubierto por Faroni. Idéntico planteamiento es el que también sostiene Pereira, aquel gran personaje del llorado Tabucchi, cuando entre limonada y limonada alecciona a su joven aprendiz en los no siempre fáciles menesteres para llevar a cabo sus impostadas tareas, que no son otras que redactar esquelas de personajes todavía vivos pero que algún día fallecerán.

Las reglas del juego faroniano se completan con la persecución del afán, o mejor dicho, de los afanes, que son esa otra parte esencial del pensamiento faroniano. La impostura es única, mientras que los afanes, y esto es importante, son muchos y variados.

Si lo que uno pretende es descubrir la esencia faroniana, resulta imprescindible remontarse a los orígenes fundacionales del Círculo Cultural Faroni.

Sabido es que cuando se crea un país lo primero que hay que hacer es diseñar una bandera y componer un himno. Faroni no tiene himno, pero sí un manifiesto que tiene parentescos con el de André Breton y, sobre todo, con el Ultimátum Futurista a la juventud portuguesa de Almada Negreiros.

De igual manera, en lugar de bandera, Faroni enarbola la letra “F”, a modo de orgulloso emblema. Por eso, cuando Luis Landero se digne por fin aceptar el puesto que le tenemos reservado en la Real Academia Española, no podrá sino ocupar el sillón F mayúscula.

De esta manera, la ficción se hará definitivamente realidad. De hecho tal ha ocurrido cuando hemos visto en estos tristes días, por motivos que nada tienen que ver con Faroni, cómo las calles de Lisboa se han llenado de carteles en los que podían leerse, al igual que en el manifiesto del Círculo Cultural Faroni: “Basta; es el fin; se acabó”.