Abogados, derrota y gloria

Abogados, derrota y gloria

Ayer mientras escribía el post «Papá quiero ser LAJ» y hablaba del indudable glamour de nuestra profesión, sobre todo en el caso de que los protagonistas fuesen seres frágiles y al borde de la derrota, no podía dejar de pensar en una cita sobre Cervantes de Manuel Vázquez Montalbán:

«Si Cervantes no hubiera sido manco, ni hubiera perdido tantas cosas, incluido el honor mal llevado por sus parientes femeninos, probablemente jamás se habría metido en la piel de Don Quijote, ni habría arrastrado a Sancho al mal camino de la utopía. Sólo a un derrotado se le ocurre convertir la derrota en victoria moral».

Y pensé si no seremos nosotros y los que son como nosotros los auténticos derrotados de esta historia.

Recuerdo que un día, tras escribir uno de mis habituales post sobre abogados reales y abogados de grandes bufetes, un abogado de uno de esos bufetes me puso un comentario agrio diciendo que ellos también tenían gloria y tal… y creo que le respondí algo así como que no se podía querer todo, que el dinero y la gloria en nuestra profesión no suelen ir juntos y que había que escoger porque, como dijo Calamandrei, el abogado nunca o casi nunca se hace rico; ricos se hacen (y cito textualmente)

«…ricos se hacen solamente aquellos que, bajo el título de abogados, son en realidad comerciantes o intermediarios…»

Y ahora, mientras veo a la profesión pelear por las migajas del turno y no atacar al núcleo de esos que, como dijo Calamandrei, son «…en realidad comerciantes o intermediarios…» y están destruyendo la abogacía, me pregunto si no acabaremos cambiando la poca gloria que nos queda por unos, aún más pocos, euros.

Sí, seguramente sólo a los derrotados se les ocurre convertir las derrotas en victorias morales, pero es porque ser pobre es en verdad la única condición que no puede comprarse con dinero.

Abogacía independiente y huelga

Hace ocho años escribí un post que generó vivas polémicas y ahora, mientras repaso la situación creada por la huelga de los LAJ vuelvo a leerlo. El post se titulaba «pobres abogados» y empezaba diciendo:

«Quizá sea tiempo ya de decirlo: entre los abogados hay bolsas de pobreza; no de escasez o de apretura, sino de pobreza

De 2015 aquí la situación no ha mejorado sino todo lo contrario: nunca hemos acabado de salir de la crisis en que nos sumieron las corporaciones financieras en 2008-2009 y de entonces aquí sólo hemos vivido una inacabable cadena de agresiones a la más digna forma de ejercicio profesional que conozco: la de la abogacía independiente.

Las costas, con olvido de su carácter punitivo y restaurador del equilibrio entre las partes, han sido golpeadas por estamentos funcionariales y administrativos que no parecen entender la naturaleza de la actividad de los abogados, que creen que los servicios jurídicos deben someterse exclusivamente a la ley de la oferta y la demanda y que no parecen entender que el beneficio no es el primer criterio que preside la actividad económica de los letrados.

El mercado de esta abogacía independiente ha sido invadido por sociedades y corporaciones de carácter mercantil que, apoderándose de la demanda de servicios jurídicos y haciéndose pasar por abogados cuando no son más que mercachifles, pretenden someter a esa abogacía independiente a un régimen de semiesclavitud cuando no de hambre.

Los grandes fondos de inversión preparan su desembarco gracias a las grandes acciones colectivas desnaturalizando la prestación de servicios jurídicos y convirtiendo a los letrados y letradas independientes en un reducto residual.

Leo el artículo y veo que de 2015 acá nada ha cambiado a mejor sino tan solo a peor. Los intermediarios se exhiben sin rubor, los falsos despachos publicitan sus servicios sin recato, los órganos dependientes del poder ejecutivo zarandean el régimen de costas siempre en perjuicio de los letrados y los consumidores y, quien debería plantarles cara, pasa la vida en medio de un festival sin fin de condecoraciones, pasteleos con el adversario, dietas, cursos, cursillos y cursetes, organizados para mayor gloria de los tiralevitas de turno.

La abogacía independiente muere y, mientras los LAJ reclaman subidas salariales, los letrados y sus clientes no cobran y ven aumentar día a día sus hambres y sus ansias.

Yo creo en algunas cosas

Respecto de mi profesión yo creo en algunas, no muchas, cosas.

Creo, por ejemplo, que el primer objetivo de un abogado es defender los derechos ajenos y que, por eso, la abogacía no puede ser entendida como un negocio. En los negocios el primer objetivo es el ánimo de lucro pero, en algunas profesiones —la abogacía entre ellas—, la defensa del interés ajeno le antecede.

Sí, sé que ustedes pueden citarme despachos concebidos como empresas, despachos orientados al beneficio económico y que miden su éxito según su cuenta de pérdidas y ganancias; sí, sé que existen, pero tengo por cierto que ellos y nosotros no ejercemos la misma profesión.

Al igual que creo que el primer objetivo de un abogado es defender los derechos ajenos, creo que la segunda obligación es exigir del cliente una retribución adecuada. Una retribución adecuada permite dedicar al asunto el tiempo y la atención que necesita y, en un mercado de servicios jurídicos donde se ofertan —por ejemplo— divorcios a 140€, se produce una presión bajista en los precios que, inevitablemente, deteriora la calidad del servicio prestado. Exigir una retribución adecuada no es solo un legítimo derecho del abogado, es una salvaguarda de los intereses del cliente.

Creo, en tercer lugar y para finalizar, que ninguna sociedad puede soñar con conseguir nada parecido a la justicia ni ningún estado puede ser llaamado «de derecho» si no cuenta con una abogacía que responda a los dos principios que les he dicho.

Finalmente no creo, sino que sé, que una abogacía como la que les he descrito molesta y es siempre objeto de ataques más o menos velados por las más distintas vías, desde las puramente conceptuales («un despacho es antes que nada un negocio», «el éxito de un despacho se mide en dinero») hasta las simplemente económicas («en el mercado y en los precios sólo importan oferta y demanda, hay que desregular», «el turno de oficio es altruismo y ya tiene bastante compensación», «divorcios a 140€, así es el mercado»…) pasando por las insidias habituales de ayer y de hoy («los abogados fomentan la litigiosidad», «los españoles son querulantes», «la justicia necesita cambios organizativos, no más medios»…)

Es esta abogacía de las personas a la que muchos llaman —para escándalo de algunos otros— abogacía independiente. A mí me da igual como la llamen siempre que responda a estas pocas cosas en las que creo, porque lo decisivo no es el nombre: lo decisivo es que, si algún día logran acabar con esta abogacía, habrán acabado con el estado de derecho y con todos los sueños de justicia en España.

Cuenta lo que somos

Cuenta lo que somos

Muy pocos clientes nos comprenden, por eso es importante que, de vez en cuando, contemos quienes somos. No solemos hacerlo a menudo, por eso, discúlpenme si hoy les cuento un poco de lo que somos.

Somos esas personas que, cuando todos le abandonen, estarán a su lado. En otros tiempos acompañábamos a nuestro cliente hasta el mismo patíbulo, hoy, gracias sean dadas, sólo le acompañamos a la prisión.

Nosotros somos esas personas que, cuando nadie le crea, defenderán su verdad frente a la convicción general.

Nosotros somos quienes, cuando una corporación multinacional abuse de usted, nos subiremos a un estrado a defender su derecho de ciudadano humilde y honesto frente a la desvergüenza multidivisa.

Nosotros somos, en suma, esas personas que hacen que los derechos contenidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales no sean un trampantojo sino el arco de carga sobre el que construir un mundo digno lleno de personas con dignidad.

Y molestamos, claro.

Al rico, que ve cómo su dinero no le sirve para avasallar al pobre; al gobernante, que se da cuenta de que hay límites que su poder e influencia no pueden traspasar; a la sociedad llena de prejuicios que ve como alguien, insolentemente, es capaz de sostener una verdad distinta de la que les han contado medios de comunicación envilecidos; a las corporaciones multinacionales que sufren la resistencia de unos don nadie con toga y, desgraciadamente, hasta algunos funcionario que preferirían que los expedientes acabasen rápido y sin incidentes ni recursos.

Recuerdo bien el momento en que se produjo esta foto. Dionisio estaba llorando emocionado por el aplauso y los gritos de una sala puesta en pie. No les contaré lo que pasó antes, lo verán y lo escucharán a su debido tiempo.

La puerta de Almodóvar

La puerta de Almodóvar

Recuerdo muy bien cuándo tomé esta foto y recuerdo vívidamente también cuál era el estado de ánimo que me embargaba.

Despuntaba la mañana del 29 de noviembre de 2019 y yo no había podido conciliar el sueño en toda la noche; había salido a pasear de madrugada por la desierta judería y ahora amanecía en la Puerta de Almodóvar.

Se acercaba la hora de marchar a la vieja Facultad de Veterinaria y yo andaba tratando de espantar al miedo como dicen que lo hacía Juan Belmonte: hablándole:

«—¿Sigues ahí? ¿Aún no te has ido? Pues vete o, al menos, aléjate de mí; voy a ir a ver a unas personas y lo último que quiero es que te vean conmigo.»

Sé que todavía hablaba con él cuando tomé esta foto.

Ahora, esta noche en que estoy de guardia, la miro y vuelvo a sentir las mismas sensaciones que cuando la tomé. Y vuelvo a repetirme las palabras que escribí cuando la subí a Instagram: «Ya es la hora. Vamos.»

Y pienso que es verdad, que esta es la hora, que, esta, es siempre la hora.

Vamos.

Es ahora o nunca

Es ahora o nunca

La defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos ante los tribunales se enfrenta a una encrucijada histórica: o tal actividad es pura y simplemente una actividad económica regida en exclusiva por las leyes del mercado o, por el contrario, es principalmente una actividad destinada a garantizar los derechos de los ciudadanos y ciudadanas, en cuyo caso, el beneficio económico, el mercado y sus reglas, deberán ceder ante las exigencias que se derivan de tan primordial función.

En el momento presente el 85% de la abogacía española la componen abogados y abogadas que suscriben el segundo punto de vista expuesto en el párrafo anterior, pero no es menos cierto que su forma de entender el ejercicio profesional se ve cada vez más amenazada por otra forma de ejercicio profesional principalmente orientado a la obtención de beneficio económico, donde la figura del abogado o abogada es perfectamente fungible y que está dando lugar a que la regulación legal del sector se venga haciendo a impulsos de grupos de presión a quienes conviene esta concepción de la abogacía como negocio o a quienes molesta la existencia de una abogacía auténticamente independiente.

La aparición de intermediarios que estructuran el mercado de servicios jurídicos en su beneficio y conducen a la abogacía independiente hacia una abogacía low cost, con desprecio de las garantías mínimas de los ciudadanos y ciudadanas, completa un panorama que amenaza muy seriamente con convertir a la abogacía independiente en una profesión aún más precarizada de lo que está hoy día cuando no en una actividad residual o simplemente inviable.

Esta abogacía independiente, a día de hoy, carece de una estructura organizativa capaz de contrarrestar la presión anteriormente descrita y, por ello, comienza a retroceder y a ceder posiciones hasta el punto de que en este momento es dudoso que tal forma de ejercicio pueda sobrevivir unos cuantos años más si no se da una respuesta firme y decidida a tales amenazas.

La abogacía independiente, que en estos momentos representa al 85% de la abogacía española, se encuentra en fase de contracción de forma que, cada año que pasa, su peso e influencia disminuye y es por eso que resulta evidente que, o da la batalla ahora, o ya no podrá darla nunca.

Hemos de remediarlo y por eso el 29 y el 30 de noviembre tenemos un trabajo que hacer juntos. Reserva esos dos días para ti, bloquéalos en tu agenda y considera que estarás fuera de tu ciudad. Nos ponemos en marcha, hacia el infierno o hacia la gloria, eso depende el punto de vista, pero no podemos esperar más sin hacer nada. Será un honor trabajar contigo.