Hace menos de un mes (el 17 de diciembre) escribí un post titulado «Bitcoin a 22.000$»; hoy, apenas 22 días después, el título debiera ser «Bitcoin a 42.000». La reina de las criptomonedas en estos últimos días ha ido ganando diariamente mil dólares hasta casi doblar su valor, este es, sin duda, un fenómeno insólito, aunque no tanto como para que los blockchain believers no insistieran en que esto, tarde o temprano, pasaría.
La subida ha sido tan fuerte que ayer —por fin— el telediario de Televisión Española habló del fenómeno aunque, como siempre, vinculándolo, siquiera fuera sutilmente, a algunos aspectos negativos del mundo de las criptomonedas.
Sea como sea la pregunta ronda en la mente de todos ¿Hasta cuándo durará este rally alcista? ¿Estaremos en presencia de un cambio histórico o de una descomunal burbuja? ¿Qué hay detrás de todo esto del Bitcoin y las criptomonedas?
Vayamos por partes y tratemos de despejar las dudas una por una hasta donde seamos capaces.
Lo que hay detrás del Bitcoin y del resto de criptomonedas no es sino una nueva tecnología llamada blockchain. Esta tecnología, digámoslo groseramente, permite añadir una capa de seguridad a casi cualquier cosa que usted haga; podríamos decir que es como llevar un notario en el bolsillo, salvo que, para algunas cosas, es incluso mejor y más seguro que un notario. Si usted realiza cualquier actividad y la registra en blockchain la misma quedará inalterablemente registrada para siempre y con total garantía. Eso, obviamente, en el mundo de las relaciones humanas, ofrece un horizonte de posibilidades incalculable.
Además esta tecnología se puede implementar de manera descentralizada, es decir, los libros donde se anotan las transacciones no están en poder de una sola persona, ya sea un funcionario o un gobierno, sino que están clonados en miles de ordenadores distribuidos por el mundo (usted, si lo desea, puede hacer funcionar un nodo de bitcoin o ethereum sin demasiadas dificultades) de forma que alterar ese libro es imposible.
Esta tecnología distribuida, en manos de los usuarios y ajena al control de gobiernos y corporaciones, excita la imaginación de muchas personas, exactamente la misma imaginación que, desde el manifiesto cypherpunk, bulle en círculos de personas firmes creyentes en esta tecnología como herramienta de democratización y empoderamiento de la ciudadanía .
Ocurre con blockchain y el mundo de las criptomonedas lo mismo que ocurrió con internet en sus primeros años. ¿Recuerda usted cuando le decían que meter su tarjeta de crédito en internet era una insensatez? ¿Recuerda cuando le decían que internet era un mundo de pedófilos y pornografía? ¿Recuerdan cuando le decían que wikipedia era inútil y lo bueno era tener la Enciclopedia Británica?
Bien, ahora que los editores de la Enciclopedia Británica ya no la editan en papel y revistas científicas como Nature llevan a cabo estudios para determinar cuál de las dos es más fiable o qué sesgos presenta cada una, quizá sea el momento de que repensemos esas estrategias tan a menudo repetidas por quienes ocupan posiciones de poder, ya sea económico, político o de otra especie, en el actual statu quo.
Internet fue soñada como un espacio de libertad donde compartir conocimiento del mismo modo que las criptomonedas fueron concebidas como una herramienta de libertad al margen de gobiernos e instituciones financieras. Las acusaciones que se formularon en los albores de internet y las criptomonedas respecto de ellas son asombrosamente parecidas: nido de delincuentes, drogas, pornografía, lavado de dinero… Es un truco viejísimo: cuando aparece un espacio no controlado por quienes tienen poder se acusa a ese espacio de todo lo imaginable hasta que, por fin, quienes tienen poder lo regulan para tratar de perpetuar el poder que tienen. Es una lección ya sabida pero es una estrategia que funciona y no duden que el mundo de las criptomonedas, como internet, será finalmente regulado.
Si tiene usted unos ahorros piense simplemente que va a pasar con ellos ahora que el banco central europeo está imprimiendo euros o que en los Estados Unidos se están imprimiendo dólares intensivamente.
Cuando se imprimen billetes (una decisión exclusiva de los gobiernos) el dinero que usted tiene pierde valor. Esta es una ley viejísima y es de las pocas leyes indiscutidas en economía. Se llama la teoría cuantitativa del dinero. Ésta sostiene, en su forma más elemental, que, en igualdad de todo lo demás, los precios varían en relación directa con la cantidad de dinero en circulación.
Es por eso que muchos ahorradores han buscado para su dinero un lugar donde sus ahorros no pierdan valor. Muchos han comprado oro, pero otros, simplemente, han comprado bitcoin. ¿Por qué?
Muchos son los factores que acteditan a Bitcoin como un valor refugio. El primero es que no está en manos de los gobiernos que, por esto, no pueden imprimir (minar) tantos cuantos bitcoins deseen. Bitcoin, por diseño, no es controlable por ningún gobierno y no es regido por ningún otro código que no sea su código informático. Si en los billetes de dólar puede leerse la expresión «In God we trust», no tengan la menor duda de que en la mente de los bitcoin believers está grabado el motto «In code we trust».
Por extraño que parezca los ahorradores quieren valores seguros y antes confían sus ahorros a un código informático objetivo o a un metal que los gobiernos. Esto debiera darnos mucho que pensar sobre la calidad de nuestras instituciones políticas.
En segundo lugar un aspecto muy llamativo y que ha atraido a muchos inversores ha sido la «finitud» del Bitcoin. Por definición,por sistema, por código, jamás podraán minarse más de 21 millones de bitcoins (y ya vamos por 18 y medio) de forma que los peligros de gobernantes aficionados a imprimir billetes no exist en esta plataforma que, así definida, se presenta como un reemplazo maravilloso del oro.
La potencialidad de esta nueva tecnología llamada blockchain, mejor representada a mi juicio por plataformas como Ethereum que por el propio Bitcoin, es difícilmente imaginable y su adopción por la sociedad es simplemente cuestión de tiempo. Apostar, pues, por esta tecnología es apostar a caballo ganador, ahora bien, ¿la mera compra de criptomonedas es una forma de apoyar o apostar por esta tecnología?.
Visto todo lo anterior es obvio que no podemos hablar de un único factor que esté empujando a la adopción de esta tecnología por empresas importantes y por un, aun pequeño pero significativo, grupo de particulares. Son muchos los factores que convergen para impulsar el uso de estas tecnologías: desde el meramente utilitario, al especulativo, al financiero o incluso al filosófico-político.
Las razones, pues, para invertir en criptomonedas son tantas y tan variadas que creo que no necesito exponerlas aquí, pueden encontrarlas facilidad en cualquier url especializada; de lo que sí quiero ocuparme hoy es de esa «ventaja» que está de moda en estos días: invirtiendo en Bitcoin se está ganando mucho dinero.
Déjenme que les cuente una historia.
Hace poco me visitó una persona interesada en comprar criptodivisas y me consultó mi opinión.
—¿Por qué quiere usted comprar? (Le pregunté).
—Bueno, están subiendo mucho y temo perderme esta oportunidad de ganar dinero.
Me sentí obligado a leerle unas palabras del famoso economista John Kenneth Galbraith, una de las figuras señeras del siglo XX y, me parecen tan esclarecedoras, que creo que no debo resistirme a reproducirlas aquí:
«La especulación se produce cuando la gente compra bienes, siempre apoyados por algún mito convincente, porque esperan que sus precios subirán. Esta esperanza y la acción resultante sirven para confirmar la expectativa. De hecho, la realidad no es lo que el bien en cuestión —terrenos, productos agrícolas, acciones o compañías de inversión— ganarán en el futuro. Lo que ocurre es que un número suficiente de personas espera que el objeto de la especulación aumentará de precio, y esto atraerá a más gente y hará que se cumplan las esperanzas de aumentos ulteriores. Este fenómeno es de una sencillez extraordinaria, pero sólo puede durar mientras los precios aumenten de veras. Si algo grave interrumpe la elevación de precios, las esperanzas que mantenían el alza se pierden o se debilitan grandemente. Todos los que confiaban en un alza posterior —que son todos menos los crédulos y magníficos optimistas, de los que hay siempre una buena cantidad— tratan de salirse de la operación. Y tanto si el alza anterior fue rápida como si fue lenta, la baja resultante es siempre vertical. De aquí la semejanza con el diente de sierra o con la rompiente de la ola. Y así terminaron la especulación y la consiguiente expansión económica en todos los años de pánico desde 1819 hasta 1929.»
—Bien (le dije) creo que podemos convenir sin molestarnos demasiado en que usted quiere comprar criptomonedas con fines especulativos. Pero no me entienda mal, especular no es un crimen, lo que es insensato es hacerlo más allá de un cierto margen. Recuerde usted que el crack bursátil del 29 se produjo debido a la histérica compra de acciones merced a créditos bancarios garantizados con las propias acciones a comprar con esos créditos y, sin irnos tan lejos, es también eso exactamente lo que ocurrió en España del 2000 al 2007: sobre el mito alimentado por los bancos de que las viviendas jamás bajaban de precio la población solicitó créditos para comprar viviendas que garantizó con la propia vivienda comprada; y, no ya para el natural y razonable objetivo de tener una casa donde vivir, sino que especulando con esa mítica sempiterna subida de precios, se dieron «pases» por particulares y espontáneos del negocio inmobiliario mientras que, a mayor escala, constructores ávidos se dedicaron a la promoción desaforada y vino la especulación, la corrupción y todo eso que usted no necesita que yo le explique porque lo hemos vivido ambos.
Mire —le dije para concluir— yo no tengo por qué decirle dónde debe usted gastarse su dinero pero, por lo que valga, le doy el siguiente consejo: jamás especule a crédito, es la mejor manera de terminar mal.
—¿Bueno, pero cuánto va a durar esta subida?
Al oir su respuesta supe que estaba ante un caso agudo de «FOMO» y decidí contestarle con sinceridad:
—Eso no lo sabe nadie.
El hombre no pareció quedar contento y como tengo la mala condición de no ser parco en palabras, me extendí, quizá, hasta donde no debiera haberme extendido lo cual, quizá, no sea bueno para la calidad de mis relaciones humanas pero, en cambio, me sirve para escribir post como este.
—Mire, le dije, si el precio estuviese subiendo a impulsos de personas como usted yo no tendría la menor duda de que estamos en presencia de una burbuja. Tras su decisión de compra no hay maás fundamento que la creencia en que estos valores subirán porque así lo creen otros compradores. Eso es especulación de manual, eso son, con perdón, tulipanes.
Ocurre sin embargo que no es usted ni gente como usted quienes están haciendo subir la cotización del bitcoin, son grandes compañías y conglomerados financieros los que están comprando masivamente, compañías como Grayscale o Microstrategy… Los bitcoins no están en manos de muchos pequeños ahorradores, no, el 95% de los bitcoins se concentra en manos de muy pocas personas y corporaciones.
Claro que eso no obsta a que esta pudiera ser una hiperburbuja propulsada por empresas que especulan. Salvo que…
—¿Salvo qué? (Me dijo, con ansiedad)
—Salvo que a lo que estemos asistiendo sea al crecimiento propio de la curva de adopción de esta nueva tecnología que no finalizaría en bastante tiempo o, mucho más probablemente, a una mezcla de todas las razones y causas que le he contado.
—Pero entonces ¿Inversión o burbuja?
—Pues lo que le dije, nadie lo sabe. Y, como nadie lo sabe, sólo le propongo que haga las cosas con prudencia: entre en este mundo, diviértase, descubra nuevos mundos y nuevas formas de pensar, pero, por lo que valga, recuerde el consejo que le di, emplee siempre lo que le sobre y lo que no necesite. Puede apostar que blockchain será el futuro, pero no debe apostar su futuro y el de su familia al bitcoin. Prudencia, pues.
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