Lenguaje artificial

Lenguaje artificial

Explorar el mundo de las inteligencias artificiales es apasionante. Hoy estoy enredando con GPT-3, una inteligencia artificial capaz de redactar textos a partir de una frase inicial utilizando lenguaje natural.

Para probarla he introducido, en inglés, el texto de uno de los primeros tuits que publiqué: «Los abogados a los que admiro no miden su éxtio en dinero» y el resultado ha sido este texto:

«The lawyers I admire do not measure their success in money or in wins in court. They measure it in the number of people they have helped and the difference they have made in their clients’ lives.

Some of the lawyers I admire most are public defenders. They work long hours for little pay, and they often face difficult odds in court. But they do it because they care about their clients and want to help them.

I also admire trial lawyers. They are often the underdog in court, but they never give up. They are passionate about their work, and they fight for their clients’ rights.»

Lo que, traducido al castellano utilizando la inteligencia artificial de Google Translate, resulta en:

«Los abogados que admiro no miden su éxito en dinero o en victorias en los tribunales. Lo miden en la cantidad de personas a las que han ayudado y la diferencia que han marcado en la vida de sus clientes.

Algunos de los abogados que más admiro son defensores públicos. Trabajan muchas horas por poco dinero y, a menudo, enfrentan dificultades en los tribunales. Pero lo hacen porque se preocupan por sus clientes y quieren ayudarlos.

También admiro a los abogados litigantes. A menudo son los desvalidos en los tribunales, pero nunca se dan por vencidos. Les apasiona su trabajo y luchan por los derechos de sus clientes.

No importa qué tipo de abogado sea, creo que es importante tener un fuerte sentido de la ética y anteponer siempre los intereses de sus clientes. Los abogados que hacen esto son los que marcan la mayor diferencia en la vida de sus clientes.»

Ustedes juzgarán qué tal redacta GPT-3 y si capta más o menos bien el sentido de los textos. Yo tengo no pocos reparos pero debo admitir que impresiona y que, por qué no decirlo, asusta bastante.

Ahora, para que todo quede dentro del mundo de lo artificial, ilustro el post con una imagen generada por otra inteligencia artificial (DALL-E-2) sobre el texto del tuit inicial.

La historia de Sinhué, la descentralización y el blockchain

La historia de Sinhué, la descentralización y el blockchain

Ayer les hablé de los óstrakon (trozos de cerámica) como soportes donde escribir en la antigüedad e ilustré el post con uno de ellos donde un anónimo ciudadano ateniense votaba la expulsión de Atenas de Temístocles, el glorioso gobernante qu

e combatió en Marathón y trabajó para que su polis contase con una poderosa flota que se demostró crucial en Salamina.

Sin embargo, si un óstrakon es famoso es este que hoy les enseño y que se conserva en el «Oxford’s Ashmolean Museum», se trata del óstrakon más grande del mundo que se conserva y en él aparece escrito el comienzo de la historia de Sinhué.

Para aquellos, supongo que pocos, que no conozcan la historia de Sinhué les diré que este era un egipcio que vivió en torno al año 2000AEC (siglo XX AEC) durante el reinado del faraón egipcio Amenemhat I. Según la historia que nos cuentan los viejos textos Sinuhé («El hijo del sicomoro») acompañaba al príncipe Sesostris cuando, por casualidad, escuchó como se tramaba un complot para matar al faraón Amenemhat. Por razones que no se acaban de entender —¿pensaba que se vería envuelto en el complot?— Sinhué se ve obligado a huir de Egipto y a dirigirse hacia una tierra a la que, muchos siglos después, el mundo conocería como Palestina pero que, por aquel tiempo, los egipcios conocían como Retjenu.

Si el vértigo de siglos no les ha asaltado hasta ahora permítanme que llame su atención sobre la fecha en que tiene lugar esta historia: faltan más de 1.200 años para que se comience a escribir la Biblia en ese mismo lugar hacia el que ahora huye Sinhué. Esta historia, sí, es 1000 años más antigua que el propio libro del Génesis.

Sinhué durante su exilió en Canaán-Retjenu se enamoró y se casó con la hija de un jefe tribal del lugar llamado Ammunenshi llegando a ser un personaje muy respetado y viviendo innunerables aventuras, batallas, combates singulares, pero…

Pero Sinhué era egipcio y no podía vivir alejado de su patria. Sinhué no soportaba la perspectiva de no ser enterrado en Kemet conforme a sus antiguos y sagrados ritos funerarios. Por eso, en cuanto tuvo noticias de que faraón podría haberle perdonado, volvió a Egipto donde vivió una vejez honorable y fue enterrado en una tumba digna de un buen egipcio.

Y ahora les pregunto…

¿Cómo es posible que un texto de hace cuatro mil años haya llegado hasta nosotros?

Los textos más antiguos de la Biblia que tenemos son los rollos del Mar Muerto, más de 1700 años posteriores a la historia de Sinhué; el fragmento más antiguo de la Ilíada de Homero es del año 150 después de Cristo, más de 21 siglos posterior… ¿Cómo es que ha podido llegar hasta nosotros la antigua historia de Sinhué el Egipcio?

Por diversas razones, pero no les quepa duda que una de ellas es el tipo de soporte.

Cuanto más antiguo y primitivo es un soporte más dura y mejor se conserva en el tiempo. La paleta de equisto verde del faraón Naarmer ha llegado hasta nosotros cinco mil años después de que fuese confeccionada; la epopeya de Gilgamesh ha atravesado también cinco mil años de historia de la humanidad y no puede despreciarse el hecho de que los textos escritos sobre piedra o arcilla se hayan revelado como especialmente resistentes.

Ahora compare usted la durabilidad de los textos escritos en piedra o en tabletas de arcilla con la durabilidad de aquellos archivos que usted guardó en su primer ordenador. En los últimos 40 años hemos visto nacer y morir un sinnúmero de soportes, desde los discos blue-ray a los discos duros, pasando por los diskettes de 5.25, los de 3.5, los microdrives y hasta los CD. Ahora la moda son las memorias SSD… ¿Cuánto cree usted que tardará esta tecnología en ser sustituida por otra?.

Si quiere que un texto suyo se pierda grábelo en su disco duro; no pasarán muchos años antes de que el texto sea ilegible para cualquier ordenador. Se calcula que, de media, ningún archivo pervive en internet más de quince años. Créame, si quiere que un texto suyo dure casi eternamente escúlpalo en piedra.

Sin embargo lo primitivo del soporte es sólo una de las causas de que la historia de Sinhué haya llegado hasta nosotros, la otra es su tremenda popularidad.

La historia de Sinhué y sus aventuras en Canaán cautivaron de tal modo la imaginación de los egipcios que todos cuantos sabían leer quisieron tener una copia de sus aventuras. La conservación de la historia de Sinhué no fue un hecho «centralizado» en una biblioteca o archivo dependiente del estado, su éxito fue que su conservación fue un fenómeno descentralizado («distribuido») donde muchas personas quisieron poseer y disfrutar de una copia de esta historia.

Adicionalmente la historia de Sinhué se empleó intensivamente en el entrenamiento y formación de los nuevos escribas.

No es, por tanto, casual que el fragmento más antiguo que se conserva de la historia de Sinhué sea precisamente este óstrakon de barro (un soporte primitivo) realizado para el uso privado (conservación «distribuida») de un particular, ya fuera como lectura o como entrenamiento caligráfico en tipografía hierática.

Y ahora dígame ¿Cree usted que nuestros actuales ficheros de texto sobrevivirán más años que la historia de Sinhué?

Debemos mirar hacia el pasado con mirada moderna y aprender lecciones útiles.

Les dije ayer que la actual revolución tecnológica llevará aparejadas revoluciones temidas por las clases sociales que ahora ocupan el poder y una de ellas será la descentralización («distribución»).

Si usted quiere que sus textos se conserven tantos años como la historia de Sinhué puede o bien escribirlos en piedra —algo poco práctico a día de hoy— o fomentar su conservación descentralizada, distribuída, como pasó espontáneamente en Egipto.

El estudio y comprensión de la descentralización y de las arquitecturas distribuídas ha sido una tarea poco abordada hasta ahora y digo «hasta ahora» porque no habrá proyecto futuro que no se conciba y planifique como una tarea distribuída. Déjenme que les ponga unos ejemplos.

Cuando en 1974, Frank Drake y Carl Sagan emitieron desde el radiotelescopio de Arecibo, un mensaje de 2 minutos en dirección al cúmulo de estrellas M13, no esperaban respuesta, pero si inauguraron un fabuloso experimento de monitorización del espectro radioeléctrico tratando de descubrir alguna señal de radio de alguna civilización extraterrestre. El cúmulo de datos que se recibían diariamente era de tal magnitud que resultaba imposible procesarlos informáticamente pero, afortunadamente, alguien pensó en una solución distribuida y apareció «Seti@Home».

SETI@home («SETI at home», «SETI en casa» en inglés) es un proyecto de computación distribuida que funciona en la plataforma informática Berkeley Open Infrastructure for Network Computing (BOINC), desarrollado por el Space Sciences Laboratory, en la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos). Básicente SETI aprovecha la potencia de cómputo desperdiciada por los ordenadores domésticos. Déjeme que le ponga un ejemplo.

Cuando usted conecta su ordenador no siempre lo está usando, a menudo usted se levanta de la mesa, piensa en otras cosas, consulta documentos o se entrevista con otras personas. En esos momentos es cuando su ordenador conecta el protector de pantalla para que nadie pueda ver en qué trabaja usted.

Pero ¿qué pasaría si en el momento de conectar el protector de pantalla su ordenador se dedicase a procesar datos de alguna tarea pendiente? ¿No sería eso una forma de aprovechar la potencia de cómputo que usted está desaprovechando en ese momento?

Pues eso mismo es SETI@Home; si usted voluntariamente quería ayudar en el análisis de las señales de radio del universo simplemente instalaba el protector de pantalla de SeTi y, cada vez que su protector de pantalla se activaba, su ordenador comenzaba a analizar señales venidas del espacio profundo.

Miles de personas ayudaron a este proyecto y a otro similares puestos en marcha por diversas universidades como milkyway@home y einstein@home.

Ningún centro de computación centralizado tenía la potencia de cómputo de esta red distribuida de ordenadores personales y es bueno señalar que esta forma de aprovechar las capacidades «distribuidas» de una sociedad no se circunscribe a experimentos informáticos.

Cuando en 1808 Napoleón invadió España los ejércitos borbónicos centralizados de que disponía España se revelaron como bastante inoperantes frente al poderío militar francés. Sin embargo la población, cuandp terminaba la jornada laboral del día y activaba el protector de pantalla, cedía a la causa de la independencia de España parte de su potencia de cómputo, básicamente la navaja, el trabuco o la horca y se dedicaba a «matar franceses» en la expresión de la época. No era la suya una guerra, sino solo una «guerrilla» pero, conforme a los documentos oficiales franceses, la cantidad de muertos que produjo, las interferencias logísticas que causó, las ventajas estratégicas que regaló a los ejércitos ordinarios fueron de tal magnitud que a los militares de la época les causaban sonrojo.

La arquitectura distribuida, pues, no solo es aplicable a fenómenos informáticos sino, como ven, también a la guerra.

Los sistemas centralizados son altamente ineficientes y nunca pueden ser más eficientes que su órgano central; si este es ineficiente todo el sistema es ineficiente y no hace falta que pienses en la España de Fernando VII; puedes pensar simplemente en el Consejo General de la Abogacía Española. Enfermo de sumisión a su presidenta nunca llevará a cabo tareas no deseadas por esta y la medida de su eficiencia nunca será superior a la de su presidenta; no es de extrañar que en inversiones informáticas —un campo que la presidenta desconoce a niveles de sonrojo— el Consejo haya costado muchos millones a todos los colegiados y colegiadas españoles.

Pero volvamos a Sinhué: ¿Cómo podríamos conservar eternamente un escrito nuestro en la actualidad?

Esa pregunta se la ha hecho una iniciativa de blockchain llamada Aarweave y ha llegado a una solución con las características típicas de arquitectura distribuida descentralizada que, a estas alturas de este larguísimo post, pueden ir imaginando.

¿Utiliza usted toda la capacidad de almacenamiento de su ordenador? ¿Tiene usted perennemente llenos todos sus discos duros y unidades de memoria? ¿Qué pasaría si alguien le paga por poder trabajar con ellos?

Esto es Aarweave, una inciativa de blockchain donde usted recibirá recompensas mientras ponga a disposición del sistema su capacidad de almacenamiento. Aarweave sostiene que podrá guardar eternamente sus archivos dadas las ecuaciones que describen el cada vez menor precio de la capacidad de almacenamiento, dada la mejora de los sistemas y el avance de la tecnología.

Pero no se apresuren a tratar de sacarle un dinero a los Gigas de su disco duro que no usan, la cosa no es tan sencilla como parece y exige de conocimientos informáticos. De entrada, si quiere experimentar, comience por instalarse un sistema operativo Linux (no sirve ningún otro) algo que le recomiendo vaya a minar Aarweave o no.

¿Muy teórico le parece todo esto?

Muy bien, les prometo que el siguiente post que escriba contendrá un link dirigido a un sistema de publicación en la web fundado en Aarweave. Allí podrá usted experimentar y, quién sabe, eventualmente sus post —si son buenos— pueden llegar a ser tan longevos como la historia de Sinhué.

Quién sabe.

La tecnología y las revoluciones políticas

La tecnología y las revoluciones políticas

Las formas de gobierno y la política en su conjunto evolucionan a remolque de la evolución de los conocimientos técnicos de la humanidad y esta lección no debiéramos olvidarla.

El conocimiento de la agricultura nos hizo pasar de ser animales nómadas a sedentarios, nos hizo vivir juntos en concentraciones de individuos nunca vistas hasta entonces e hizo aparecer nuevos tipos de sociedades y nuevas formas de gobierno.

La aparición de la escritura hizo posible que en torno al siglo VII AEC el rey Josías de Judá imaginase una revolución política donde el poder supremo no correspondería a una persona sino a un texto. El «antiguo texto» (un protoejemplar del Deuteronomio) que Josías dijo haber encontrado en el templo inauguró una forma de diseñar el funcionamiento del poder y el estado de la que aún hoy día somos herederos.

La escritura permitió también que los ciudadanos atenienses, en el siglo VI AEC, pudiesen expulsar de la ciudad a cualquier tirano por el simple método de escribir su nombre en un trozo de cerámica (óstrakon) inaugurando todas las técnicas, censos y escrutinios necesarios para poner en marcha una forma de gobierno que aún hoy perdura.

Pero no fue hasta la invención de la imprenta que los más fundamentales textos sagrados pudieron ponerse a disposición del gran público para ser sometidos a su implacable examen. Los pilares del poder de los intérpretes del libro se resquebrajaron y la humanidad se abrió a la una nueva era donde las luces fueron la clave del progreso.

La imprenta también democratizó el uso cotidiano de periódicos y gacetas y gracias a ello se constituyó en la principal herramienta con que el pueblo podía formar la voluntad que luego expresaría en las elecciones también por medio de la escritura.

La prensa, la radio, el cine, la televisión, se convirtieron en poderosos medios para formar la voluntad de las gentes; pero eran medios unidireccionales donde una sola voz hablaba a muchos oyentes y esto era demasiado tentador para quienes habían comprobado ya que dominar la prensa era dominar el poder. Los regímenes totalitarios se apoderaron de las imprentas, de las emisoras de radio, de las productoras de cine y los estudios de televisión y así decidieron qué noticias nos llegarían y qué idea tendríamos del mundo. No hubo país en la tierra tan libre que no viese a sus medios de comunicación dominados por el estado o por grandes corporaciones financieras.

Ahora que la prensa, la radio, la televisión y el cine han entrado en competencia directa con un mundo donde los ciudadanos ya no solo consumen sino que producen las noticias puedes esperar cambios en las formas de gobierno y en la política tan profundos como los habidos en el Judá de Josías o la Atenas de los óstrakon… Pero no te hagas ilusiones.

Ahora que puedes no sólo recibir sino producir información debes saber que el alcance de la misma no sólo la determinarán tus facultades retóricas (ya sean audiovisuales o escritas) sino, sobre todo, la voluntad y la conveniencia del dueño del lugar donde las expresas. Tu mensaje no alcanzará a más gente de la que desee el dueño del ágora (red social) donde la expreses.

Por eso, sistemas de formación de la voluntad política novedosos, de expresión de las ideas o de articulación de la sociedad civil como el blockchain levantan críticas implacables.

Ya ocurrió hace 20 años con internet. La moda parecía despreciar internet en los primeros 2000 o asustar a los posibles usuarios con timos y estafas sin cuento. Aún recuerdo a un presidente de Tribunal Superior de Justicia manifestando a toda plana que «dar el número de tu tarjeta de crédito en la red era una locura».

Ahora, quienes no se han molestado en profundizar en qué es el blockchain y las maravillosas herramientas que nos facilita para evolucionar social y políticamente, vociferan contra él, mientras los dueños de los estados luchan a todo trance por impedir que esa tecnología se democratice porque saben cuáles son las ideas que se hallan en su base y saben que no son buenas para la continuidad del sistema que les permite instalarse en el poder.

Aunque no me crean no lo olviden: todas las innovaciones tecnológicas arrastran detrás de sí cambios sociales y políticos y estamos ante la mayor revolución tecnológico-cultural que ha vivido el ser humano desde la invención del alfabeto.

Y dentro de pocos años nada volverá a ser igual. Espero vivirlo.

Informática judicial española: caótica por diseño

Hace una semana les dije que una de las causas del caos informático de la administración de justicia española era la peculiar interpretación que, en los primeros años 90, el Tribunal Constitucional había hecho de la distribución de competencias que, en materia de justicia, establecía nuestra Constitución.

A fin de que sea comprensible para quienes no conocen el funcionamiento de la administración de justicia española voy a tratar de justificar mi afirmación de la manera más sencilla posible lo cual, necesariamente, hará que no sea rigurosa hasta el extremo, pero creo que será suficientemente ilustrativa.

Veamos…

Si a cualquiera de los españoles o españolas se les pregunta dónde está la justicia lo más probable es que señalen el edificio de los juzgados de su partido judicial. Y en parte es verdad, pero no del todo.

La justicia es uno de los tres poderes del estado, es el llamado poder judicial, pero nada o casi nada de lo que vulgarmente consideramos «justicia» es poder judicial sino que pertenece al gobierno.

Por ejemplo, el edificio de los juzgados no pertenece al poder judicial, sino al gobierno, del mismo modo que los funcionarios que trabajan dentro del juzgado no son funcionarios del poder judicial, sino del gobierno. Los jefes de estos funcionarios no son tampoco funcionarios del poder judicial sino que dependen del gobierno (sí, los letrados de la administración de justicia no son poder judicial sino poder ejecutivo) y del gobierno son también los muebles, ordenadores, sistemas informáticos y hasta el bolígrafo bic y los folios que el juez usa para tomar notas en sala. La silla donde se sienta y la pantalla que mira el juez son, por supuesto, también propiedad del poder ejecutivo.

Y si esto es así ¿Dónde está en España el Poder Judicial?

Pues… Única y exclusivamente dentro del cerebro del juez.

Este juez que no es jefe de los funcionarios que le asisten y no puede hacer nada por sí mismo salvo que lo pida al poder ejecutivo —al gobierno— es el último reducto del poder judicial, un reducto que desde hace unos 40 años viene siendo asediado por gobiernos que, sistemáticamente, le retiran competencias procesales para asignarlas a funcionarios del gobierno. Los gobiernos justifican este asedio con razones de «eficiencia» y de «mejor asignación de recursos» pero no se engañen, tras esa coartada, se oculta la voluntad perpetua y constante de los gobiernos de controlar al poder judicial.

Y ahora que ya saben cómo funciona la administración de justicia veamos como este funcionamiento ha dado lugar al caos informático que padece la justicia española.

Durante los años 80 nuestro país estaba adaptándose al novedoso estado de las autonomías que había diseñado la Constitución de 1978, la cual declaraba inequívocamente en su artículo 149.5⁰ que el estado tenía competencia exclusiva en materia de Administración de Justicia.

Teóricamente la Administración de Justicia era competencia exclusiva del estado y no podía ser transferida a las comunidades autónomas.

Entonces ¿qué pasó?

Pues pasó que las comunidades autónomas se aprovecharon de esa avidez tradicional de los gobiernos por controlar la administración de justicia. Como les dije antes ni los juzgados, ni los funcionarios, ni los Letrados de la Administración de Justicia, ni el mobiliario ni los sistemas informáticos eran propiedad del Poder Judicial sino del gobierno y las comunidades autónomas razonaron con ingenio que, si todo eso no era poder judicial sino poder ejecutivo, sus competencias debían ser transferidas a las comunidades autónomas.

El debate llegó hasta el Tribunal Constitucional.

El gobierno central sostenía que la administración de justicia existente era verdaderamente la administración de justicia de que hablaba la Constitución; las comunidades autónomas sostenían justo lo contrario, que aquello no era administración de justicia sino unos medios que el gobierno disponía para «auxiliar» a la administración de justicia.

Finalmente el Tribunal Constitucional resolvió que aquello era una administración de la administración de justicia y la competencia en materia de medios informáticos quedó en manos de las comunidades autónomas que tenían transferidas esta competencia.

Con las competencias transferidas las comunidades autónomas muy bien podían haber financiado un sistema informático común a todas de forma que todas contasen con el mismo sistema con un coste de tan solo una séptima parte.

Sin embargo nuestros políticos prefirieron otra solución: cada comunidad elaboró un sistema informático propio de forma que, el conjunto de España, gastó siete veces más dinero para conseguir no ya un sistema único sino siete sistemas distintos que, además, no se interconectaban bien.

Repitámoslo: hemos gastado más de siete veces el dinero necesario para conseguir no un sistema siete veces mejor, sino siete veces peor.

Nuestos políticos, en muchas encuestas, figuran como el primer problema al que hemos de hacer frente los españoles y, sin duda, si nos fijamos en barbaridades como estas, las encuestas tienen razón. Pero aquí a nadie se le cae la cara de vergüenza por este desastre que ha estado en la raíz de algunos crímenes terribles debido a su ineficiencia.

Por eso les dije en el podcast anterior que los más de 400 millones de euros que la Unión Europea ha concedido a España para reformas informáticas en nuestra administración de justicia serán tirados a la basura en gran parte, porque el diseño de nuestros sistemas informáticos presenta problemas insolubles de raíz, problemas que, al ser de naturaleza política, nadie quiere arreglar y es por eso que ya, de principio, los 400 millones se han repartido entre todas las administraciones causantes del desastre y, como el político español es el único animal que tropieza siete veces en la misma piedra, en lugar de arreglar un diseño defectuoso trataremos de hacerlo funcionar a base de parches y apaños que se venderán a la opinión pública con alharaca y estrépito de prodigios informáticos, hablando de algoritmos y de inteligencia artificial y de todas esas pamplinas y humo con que nuestros políticos tratan de engañarnos y engañarse.

Nuestros sistemas informáticos judiciales son catastróficos por diseño pero eso no importa cuando de gastar se trata, aun cuando hayamos de gastar siete veces más para obtener una solución siete veces peor.

La semana que viene les espero. Ojalá esta les vaya bien.

Crónica de un fracaso informático anunciado

El Gobierno de España y los de las Comunidades Autónomas acaban de recibir dinero de Europa, un dinero que deben invertir principalmente en informática judicial y, claro, no caben en sí de gozo.

Más de cuatrocientos millones de euros van a poder gastarse nuestros políticos en tecnología, una cantidad que podría significar un fuerte salto adelante de la justicia española pero que, desafortunadamente, en sus manos, apenas si servirá para mitigar un poco el caos informático estructural que padecemos.

Pero, antes que nada, veamos primero cual es la situación que presenta la justicia española en este año 2022 y que causas nos han traído hasta aquí.

## Un caos informático

En primer lugar hay que subrayar algo que todos sabemos: la justicia española es un auténtico desbarajuste donde conviven multitud de sistemas informáticos que, a menudo, no se entienden entre sí.

Cómo y por qué se ha llegado a este desvarío se debe a varios factores fundamentales:

En primer lugar la distribución de competencias en materia de justicia que diseña en nuestra constitución y, sobre todo, la peculiar forma en que está distribución competencial fue interpretada por nuestro Tribunal Constitucional en los primeros 90 del siglo pasado.

En segundo lugar la absoluta incapacidad de nuestros políticos para entender cómo funcionan las nuevas tecnologías.

En tercer lugar el siempre interesado asesoramiento de las empresas cercanas al poder.

En cuarto lugar la indiscutible vigencia en España de las leyes de Kranzberg, en especial la cuarta, esa que nos enseña que, cuando de tecnología se trata, los criterios políticos acaban primando siempre sobre los puramente tecnológicos.

Y en quinto y último, pero no menos importante, lugar,  la voluntad perpetua y constante de los poderes ejecutivos nacional y autonómicos para controlar de la forma más intensa posible al poder judicial.

## Inexistencia de una visión compartida y honesta de lo que debe ser la administración de justicia en España.

Junto con el desbarajuste de sistemas informáticos que caracteriza a la justicia española, hay un segundo factor que determina que cualquier inversión económica en tecnologías este mayoritariamente abocada a ser un fracaso y, este, es el de la falta en nuestros representantes políticos de una visión compartida y honesta de lo que debe ser la administración de justicia en España.

Es triste decirlo pero es así.

Desde el famoso «Montesquieu ha muerto» que, con razón o sin ella, se dice que pronunció determinado personaje político en 1985, es lo cierto que los partidos que se han turnado en el poder han competido por ver cuál de los dos conseguía controlar mejor al poder judicial. El espectáculo es tal que, a día de hoy, los partidos en lo que de verdad se esfuerzan es en prevalecer en la lucha por los cargos que gobiernan el Poder Judicial mientras se aferran a un insostenible sistema de elección de vocales.

Si, ya sé que cada una de estas afirmaciones debe ser justificada, pero como no puedo alargar este podcast más allá de un tiempo razonable, les ruego que tengan paciencia: el próximo podcast ya está en el horno y espero ponerlo a su disposición tan pronto como la semana que viene.

Hasta entonces, que tengan una buena semana .


Personbytes

Medimos la capacidad de almacenamiento de información de nuestros equipos informáticos en bytes, kilobytes, megabytes… y así hasta jotabytes. Podemos señalar con toda precisión cuánta información es capaz de almacenar una máquina pero… ¿somos capaces de medir cuánta información es capaz de almacenar un ser humano?

Esta pregunta no es una pura curiosidad o divertimento pues en su base está la explicación de muchos fenómenos humanos y sociales. Permítanme que les ponga un ejemplo.

En estos tiempos en Cartagena se están construyendo unos nuevos submarinos que incorporan las más avanzadas tecnologías y en su construcción se están empleando miles de personas. Los conocimientos de una sola persona no son bastantes para construir un submarino; una persona apenas si quizá domine la compleja técnica de pulir una de las lentes del periscopio del submarino, otra quizá sepa llevar a cabo la complejísima soldadura de dos planchas de metal que deben no sólo ser estancas, sino soportar una tremenda presión cuando el submarino esté en inmersión; otra quizá sea capaz de ajustar el giróscopo de un torpedo y otra quizá sea capaz de diseñar una batería eléctrica pero no sabrá construirla y así se van necesitando ingenieros de múltiples ramas, físicos especialistas en diversas materias, programadores, expertos en electrónica…

Para construir un submarino se precisan los conocimientos de miles de personas, en cambio, por ejemplo, para dar forma a una vasija en un torno de alfarero y luego cocerla en el horno apenas si hace falta el conocimiento de una sola.

Permítanme que a todo ese conjunto de conocimientos que una persona es capaz de acumular le llamemos «personbyte» y que, con esta medida, calculemos la dimensión de las empresas que nuestra sociedad puede enfrentar.

Es evidente que el tamaño de estas empresas vendrá determinado por la cantidad de «personbytes» necesarios para cumplir sus objetivos; la cantidad de «personbytes» necesarios para construir un helicóptero, por ejemplo, o lanzar al espacio un satélite no será la misma que para montar un negocio de hostelería y es evidente que aquellas sociedades que cuenten con un mayor número de «personbytes» serán capaces de llevar adelante las mayores y mejores empresas. Es por eso que, sabiendo la cantidad y calidad de «personbytes» que hay en una sociedad determinada, podemos determinar en qué campos es fuerte esa misma sociedad y dónde debe buscar sus mejores objetivos de futuro.

Pero ¿cómo medimos la cantidad y calidad de «personbytes» que hay en cada sociedad dada?

El Instituto Tecnológico de Masachussets ha llevado adelante algunos interesantes experimentos en este campo y, de entre todos ellos, me van a permitir que les cite uno en concreto: el Observatorio de la Complejidad Económica (OEC), un lugar donde se analizan los datos económicos de los diversos países y donde podemos encontrar interesantes datos. Por ejemplo, ¿se ha planteado usted alguna vez en qué somos buenos los españoles?

Una buena forma de saber en qué somos buenos los españoles es consultando nuestra cifra de exportaciones; aquello que vendemos al extranjero, sin duda, es algo que nosotros somos capaces de producir mejor y más barato que los demás y, por tanto, es un buen índice acerca de en qué es buena la población española y para qué están preparados sus habitantes. Echemos pues un vistazo a lo que exportamos los españoles en este link y, en especial, fijémonos en este diagrama que la página construye automáticamente

Figura 1

Quizá alguien se sorprenda: los españoles exportamos, antes que nada, coches y piezas de coches.

Si lo piensa usted no es tan raro, aquí están las factorías de FASA-Renault, SEAT, Ford, Citroën, Volkswagen… en realidad casi todas. Somos el segundo productor de coches de Europa tan sólo por detrás de Alemania. Y sí, se que usted me dirá que los producimos bajo licencia extranjera, pero, en lo que a «personbytes» respecta, España es el país donde hay una mayor cantidad de obreros especializados en la construcción de coches así como de empresas auxiliares. Si una empresa decide instalar una fábrica de coches en Europa tenga usted por cierto que España será una buena candidata para su instalación.

Este análisis que hago de España puede usted, si lo desea, hacerlo de su ciudad o de su comunidad autónoma y tratar así de determinar en qué sectores deben buscar estas su futuro.

A día de hoy la información, el conocimiento, los «personbytes» son la mayor riqueza de una comunidad: de poco sirve ser especialmente ricos en materias primas si no sabemos transformarlas; no es el aluminio o el litio los que son valiosos por sí mismos sino que son los ingenieros y los obreros que saben construir aviones o teléfonos móviles los que los hacen valiosos. Recuérdelo y mucho más ahora que vivimos en la sociedad de la información: la materia nunca es tan importante como la información, más rico que el país que posee materias primas es el que tiene muchos «personbytes».

Haga usted el ejercicio que sugiero con su comunidad. Yo, si me lo permiten, lo haré con mi ciudad pero eso será objeto de un video.

El orden y el desorden

El agua remansada no nos ofrece nada interesante, pero si en ella introducimos un elemento de desequilibrio quitando, por ejemplo, el tapón del fondo, entonces el agua fluye, se autoorganiza, forma remolinos y una evidente espiral sobre el aliviadero donde las moleculas de agua, partículas de sustancia inanimada, se autoinforman en un sorprendente baile espiral.

En las sociedades ocurre algo parecido, si se momifican en categorías y órdenes preestablecidos nos garantizan orden y paz, como los cementerios, como las exposiciones de insectos muertos de los entomólogos, pero, si las dejamos vivir, si permitimos en ellas una dosis adecuada de desequilibrio e inestabilidad, se autoinforman en nuevas estructuras y permiten el desarrollo humano.

El orden no nace de la inmovilidad, el orden, la información, nace espontáneamente en los sistemas en desequilibrio estable.

Gracias, Ilya Prigogine.

El algoritmo de la vida

El algoritmo de Facebook esta mañana me ha mostrado como primera noticia el fallecimiento por Covid de la cantante folk cheka Hana Horka. Según la prensa la cantante habría fallecido al autoinfectarse de Covid para poder obtener el certificado sanitario y poder viajar a pesar de no haberse vacunado. Su hijo, Jan, aunque no hay autopsia, culpa en la prensa a los grupos antivacunas.

Leo la noticia y trato de imaginar las reacciones de los diversos tipos de lectores: el más común (el vacunado) se asombrará de cuánta tontuna hay en el mundo y deseará que muchos antivacunas lean la noticia para que reflexionen; el lector menos común (el antivacunas) pondrá en duda la noticia, asumirá que el medio que la publica es tendencioso y se indignará ante el hecho de que se publiquen este tipo de noticias antes de hacer siquiera la autopsia al cadáver. Los lectores vacunados llamarán tontos a los no vacunados y los no vacunados llamarán bobos a los vacunados; los vacunados pedirán a los no vacunados que se vacunen y los no vacunados pedirán a los vacunados que «despierten»; ¿un auténtico fangal verdad?

Antes de que empiecen ustedes a argumentar a favor o en contra déjenme decirles que, por extraño que parezca, esta dinámica de vacunas y antivacunas (y todas las gradaciones y matices que hay entre las dos posturas) es la forma en que resuelve sus problemas la vida.

La vida es resiliente y tiende a propagarse pero ¿cómo elige la vida las mejores estrategias para no extinguirse y propagarse con éxito? La respuesta a esto comenzó a descubrirse en los años 70 y es hoy una de las bases más prometedoras de la inteligencia artificial, se llama el «algoritmo genético».

Sí, detrás de la vida, como detrás de Facebook o de la propagación del Covid, se esconde un algoritmo, un algoritmo que, explicado de forma simple y por tanto inexacta, parte de una población inicial —en este caso los seres humanos— donde se introduce un «problema» —en este caso el virus— y a través de procesos de selección, recombinación, mutación y reemplazo, se alcanza una solución óptima desconocida de antemano.

Quizá con un ejemplo se entienda mejor.

Imagine una especie de pajarillos llegados desde el continente a una isla (quizá les arrastró el viento) y que en ella encuentran semillas para alimentarse (esta será la población inicial), aunque, desgraciadamente para ellos, la cáscara de las semillas de la isla es sensiblemente más dura que la del continente (este será el problema). La naturaleza, aunque no piensa —al menos en el sentido que nosotros entendemos por pensar— saca entonces su navaja suiza —el algortimo genético— y lo pone en marcha: dada la diversidad morfológica existente entre los indivíduos unos tendrán mayor facilidad que otros en comer de estas semillas duras y serán estos quienes tendrán un mayor éxito reproductivo, de forma que las generaciones siguientes, a través de los mecanismos de herencia genética, se parecerán más a estos individuos dotados de rasgos que les permiten comer mejor semillas duras, digamos, un pico más fuerte y pesado. La vida, para aumentar el número de soluciones probadas, introducirá, además, mutaciones. A base de probar numerosas soluciones la vida, mediante la herencia y la mutación, acaba encontrando la solución óptima.

Si te maravilla el sinnúmero y la variedad de formas de vida macroscópicas y microscópicas existentes en la Tierra ya sabes por qué es: la vida nunca pone todos sus huevos en la misma cesta y prueba tantas cuantas soluciones viables puede; luego herencia y mutación hacen el resto.

Herencia y mutación también rigen el comportamiento humano y no solo a nivel de cromosomas sino también a nivel cultural. Del mismo modo que la información genética puede determinar caracteres diferentes en las personas o la herencia o predisposición a dolencias cardíacas —por ejemplo—; la transmisión cultural (de memes, de ideas) puede dar lugar a dolencias incluso más graves, como por ejemplo la tendencia a estrellar aviones contra edificios o a colocar bombas en nombre de alguna idea. No le dé usted vueltas y trate de asimilar que genes y memes son ambos información y que esta condiciona la vida, conducta y éxito adaptativo de las personas.

Y ahora volvamos a los antivacunas.

Enfrentada a un problema grave, el Covid, la humanidad, en cuanto que vida, no deja de usar su navaja suiza —el algoritmo genético— y no pone todos sus huevos en la misma cesta (la vacuna) de forma que siempre reserva una porción de recursos para apostar a la sinrazón, porque la sinrazón aunque improbable es posible y ya se encargarán la herencia y la mutación de solucionar el problema.

Es por eso por lo que no debes esperar nunca que todo el mundo piense igual y se comporte igual, si así fuese estaríamos asumiendo como humanidad un riesgo inasumible, y es por eso también que siempre has de esperar que, incluso en las situaciones más evidentes —piensa en los terraplanistas— un grupo de insensatos sostengan las teorías o conductas más disparatadas.

Insensatos, sí, pero no desprecies nunca su papel en el algoritmo de la vida, son simplemente el extremo de una amplia variedad de soluciones y de posicionamientos.

Y hablando de algoritmos, el de Youtube censura a cualquier youtuber que use la palabra «Covid» en sus videos (también lo hace con términos como «Hitler») y acabo de caer en la cuenta que en este post he usado los dos. ¿Hará Facebook shadowbanning a este texto o alguna otra característica engañará a su no tan inteligente inteligencia artificial?

Lo veremos.

Élites, dominación y tecnologías de la información

Élites, dominación y tecnologías de la información

Las élites siempre han marchado un escalón tecnológico por delante del resto de la sociedad. Cuando el ser humano inició su, aún no acabada, transición de cazador-recolector a sedentario merced a la revolución agrícola, una élite experta en señalar los ciclos de las estaciones (los sacerdotes sumerios por ejemplo) consolidó su conocimiento y su gestión de la riqueza a través de la escritura. Fueron los alfabetos los que crearon los primeros bancos de memoria artificial y, gracias a ellos, los sacerdotes de unos imperios sedicentemente divinos pudieron, no solo fijar la ortodoxia de sus relatos religiosos, sino controlar la administración y la burocracia. Frente a un pueblo mayoritariamente analfabeto la élite de aquellos imperios dominaba la última frontera en tecnología de la información de la época: la escritura. El sacerdote leía los textos sagrados (declarar «sagrado» un texto en la época sería como declarar «divino» un usb en esta) y el pueblo lo escuchaba, creyendo en la sacralidad de aquellos ininteligibles grupos de dibujos cuneiformes.

Cuentan que los tlaxcaltecas, en cierta ocasión que enviaron a los españoles a negociar o intimar a una tribu enemiga, les pidieron que llevasen «papeles». Los tlaxcaltecas no conocían el contenido de aquellos papeles, lo que sí habían observado es que los españoles, cuando los miraban, podían cambiar súbitamente de forma de actuar y que, cuando un español era enviado en misión sería a otro lugar, siempre llevaba alguno de aquellos papeles que previamente les había entregado su jefe. Para tlaxcaltecas y aztecas las cartas eran tan mágicas como para los españoles lo eran los «quipus» mayas, un sistema de escritura que los españoles ni llegaron a sospechar que lo fuese y, creyendo que eran objetos mágicos (igual que los aztecas consideraban mágicas las cartas de los españoles) los prohibieron y persiguieron a quien poseyese uno. Un «quipu» es el objeto que ven en la foto y es un instrumento de almacenamiento de información consistente en cuerdas de lana o de algodón de diversos colores, provistos de nudos.

La situación se prolongó siglos. La élite escribía y leía al pueblo que obedecía las órdenes emandas de aquellos registros. Aquella tecnología de la información dio lugar a la ley (la norma escrita) que objetivizó separando de la memoria humana las reglas de funcionamiento de la sociedad. El software (el código, el adn) que regula el funcionamiento de las sociedades se escribió en lenguajes de programación llamados latín, griego, fenicio, castellano o inglés. Todavía hoy, uno de los programas de comportamiento social más exitoso, fue uno de aquellos programas de software escritos principalmente en arameo; se llama la Biblia y, a día de hoy, gobierna en mayor o menor medida la conducta de una de cada tres personas en el mundo. Las otras dos obedecen a programas diferentes pero también codificados de la misma forma que la Biblia: el Corán, el Canon-Pali o el Bhagavad-Guita.

Nihil novum sub solem, a día de hoy aún somos, en cierto modo, súbditos de aquellos imperios; ni sus reyes ni sus sacerdotes nos gobiernan pero, los textos que ellos escribieron y los principios morales que en ellos se contienen, aún rigen las vidas de las personas.

Esta situación perduró siglos y sólo fue puesta en cuestión con la llegada de una nueva revolución tecnológica en el campo de la información: la imprenta.

Gracias a la imprenta la capacidad de replicar la información contenida en los libros aumentó exponencialmente. No sólo eso, la producción de libros dejó de ser una costosa tarea para pasar a ser un negocio; la producción de libros ya no se justificaba por la necesidad de transmitir las ideas precisas para el mantenimiento de un determinado status quo, ahora la producción de libros podía hacer ricos a los impresores.

Al ampliarse la producción de libros estos comenzaron a tratar temas distintos de los religiosos e incluso se atrevieron a imprimir libros prohibidos por la propia iglesia. El índice eclesiástico de libros prohibidos pasó a ser probablemente el primer hit parade de la literatura pues los libros que aparecían en él pasaban a ser el oscuro objeto de deseo de muchos miles de lectores. La humanidad, con cada presión de los tórculos y prensas, allanaba el camino de la ilustración.

La humanidad comenzó a leer cuando las élites ya dominaban la nueva tecnología y este proceso se repitió con el cine, la radio y la televisión: la población consumía los productos que las élites les ofrecían, élites que a su vez controlaban los nuevos medios de comunicación.

Con la nueva revolución de los social media pareciera que la humanidad se ha llenado de «prosumers» (productores-consumidores) de contenidos y hoy todos somos capaces de producir videos, audios, textos… Y sin embargo las élites siguen estando un escalón por encima: ellos controlan las tecnologías y las plataformas que nos permiten hacer esto.

Hoy mi libertad de expresión no la controla un juez sino un algoritmo confeccionado al gusto de una empresa de Menlo Park (Facebook) o San Francisco (Twitter). Ese algoritmo, como los viejos textos sagrados, es el que decide lo que es moral y lo que no, lo que puede ser escrito y lo que no, la imagen obscena y la moralmente apropiada, y así controla nuestras vidas.

No le den vueltas, en materia de social media las élites siempre van un escalón por delante de las masas en materia de tecnología y, por eso, la justicia, la ciudadanía, los grupos humanos, hacen muy mal en inhibirse de los debates tecnológicos pues esa actitud conduce con frecuencia a situaciones que, como en el caso de los viejos textos, pueden perdurar mucho, a veces demasiado, tiempo.

No les canso más por esta noche, mi insomnio no es ninguna circunstancia eximente, pero sepan que, si queremos ser dueños de nuestras vidas y nuestro futuro uno de nuestros principales esfuerzos debe orientarse en el sentido de salvar el eterno escalón tecnológico que separa a la élite de la masa o, al menos, regularlo y controlarlo en beneficio de todos y, para poder hacerlo con éxito, antes hay que entenderlo en profundidad.

Vivimos una era apasionante, no deje que se le vaya la vida como un simple consumidor y trate de entender en profundidad la apasionante revolución que vive.

Otro día hablaremos de la sustancia de esta revolución: la información.

Gracias Sir Clive

Gracias Sir Clive

Gracias a él y a sugenial creación (una pequeña cajita negra decorada con un pequeño segmento arcoiris) cambió nuestra vida.

Cuando Sir Clive Sinclair lanzó en 1982 el ZX Spectrum estaba lanzando mucho más que un ordenador barato y bueno, estaba abriendo de par en oar la puerta a todos los muchachos de mi generación para incorporarnos al mundo de la informática.

En mi piso de estudiantes universitarios hicimos un escote y nos compramos un maravilloso Spectrum de 32k de memoria. Hoy a usted eso le sonará a chiste pero entonces era como saltar de la edad media a la guerra de las galaxias. Todos nos aplicamos a estudiar BASIC pues, para hacer funcionar el chisme, era necesario programarlo previamente… Y así aprendimos lo que era un programa de ordenador, su sintaxis, aquellas órdenes print»», goto o gosub que nos parecían el abracadabra del futuro… Había que enchufar el Spectrum a la TV para tener monitor y sus programas se guardaban enchufándolo al radiocassette (los datos se almacenaban en cintas de cassette) pero el mundo era nuestro gracias a esos 32K y a su inolvidable microprocesador Zilog-Z80.

Luego los clones del IBM PC se comieron el mercado pero nosotros sabemos que nuestros primeros pasos los dimos con ese pequeño ordenador que SÍ podíamos comprar, esa pequeña maravilla negra con un arcoiris en la esquina.

Creo que mis amigos y yo le debemos mucho a Sir Clive Sinclair, desde las peleas por sentarnos a programar hasta aquellas tardes de Risk usando el Sinclair QL (una evolución del Spectrum) donde mi amigo José Ángel había programado en Pascal el lanzamiento de los dados y el resultado de lls enfrentamientos.

Hoy ha muerto Sir Clive Sinclair, un hombre que no consta que hiciese nunca mal a nadie y que hizo felices a millones de personas como yo.

Descanse en paz. Misión cumplida, Sir Clive.