Al principio de este texto cuneiforme figura una lista de testigos que presenciarán el acto y, una vez nombrados, dice el texto:
«Ante los testigos arriba enumerados fue interrogado Aham-Nirshi:
—¿Es esta mujer su esposa?
Y él respondió:
«Podéis empalarme en una estaca, podéis descuartizarme, pero no la quiero como esposa.«
Eso fue lo que él dijo.
Entonces preguntaron a la esposa y ella respondió:
«Amo a mi marido«
Eso fue justamente lo que respondió.
Pero como él no estuvo de acuerdo, recogió el dobladillo del vestido de ella y lo cortó.
Los caballeros entonces le preguntaron:
«Esta señorita vivía en la casa de tu padre y todo el vecindario conocía su estado civil. ¿Puede ella realmente apartarse de ti así?
¡Devuélvela al estado en el que vino a ti!»
Este texto mesopotámico recoge un acta de divorcio de la época y, en verdad, presenta unas cuantas cosas curiosas:
En primer lugar el juramento del demandante de divorcio «Empaladme en una estaca y descuartizadme pero no quiero seguir con ella».
En segundo lugar la mansa —y yo creo que astuta— respuesta de ella «Lo amo».
En tercer lugar el acto simbólico de cogerle el dobladillo del vestido a la señora, lo que indica que, si te querías divorciar, primero debías tomar clases de corte y confección y arrostrar el riesgo de que en el curso del arreglo a ella se le fuese el pie y tus piños se esparciesen por la sala.
Y lo cuarto la frase lapidaria de los testigos: «¡Devuélvela al estado que vino a ti!», expresión que llevaba aparejada la obligación de indemnizar a la esposa en atención a que se suponía que una divorciada tendría más dificultades para contraer nuevo matrimonio.
Es curioso el poco derecho egipcio, sumerio, acadio, asirio o babilónico que estudiamos en historia del derecho donde, con mencionar a Hammurabbi ya parece estar todo hecho y, sin embargo, para cualquiera que tenga la curiosidad de leer la infinidad de contratos y actos jurídicos documentados en tablillas cuneiformes, ese período histórico no sólo es fascinante sino que, en muchos aspectos, nada tiene que envidiar al derecho romano que estudiamos nosotros.
Supongo que los jeroglíficos no se pudieron traducir hasta el siglo XIX y las tabletas cuneiformes hasta bastante después y eso ha hecho que la inercia académica las haya dejado al margen.
Bravo Jose!! Fascinante el relato! Te importaría si lo publico en LinkedIn? Abrazos
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Claro que no me importa. :-)) Y si tienes un huequito cítame.
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