Hoy he visto que en mi tienda de cabecera tenían colocado en lugar visible este queso y le he preguntado a la muchacha.

—¿Ese queso está bueno?
—Está en promoción. Esta hecho por ahí, por la parte de San Javier, creo que en Mirador.
—¿Queso en San Javier? No sé, no sé… Anda, dame medio queso que lo cate y mañana te doy mi opinión cualificada…

Yo, como soy vernáculo, de siempre he preferido la cabra a la oveja, por ser más rebelde, más montaraz, menos borrega y más de la zona; también valoro que el cuajo sea vegetal y de cardo, pues es la costumbre de esta zona y a mí las cosas me gusta que sean armónicas histórica, geográfica y culturalmente hablando.

Queso crudo de oveja en el Mirador… Me he temido lo peor, pero todos mis temores se han disipado al desenvolverlo y percibir un inconfundible olor a pies que hacía años que no sentía. La última vez que sentí este repugnante olor fue hace muchos años cuando mi primo Javier se quitó las calcetas tras jugar un partido de fútbol.

Por Zeus, el olor era maravillosamente nauseabundo y en la boca, mantecoso y sápido, una gloria.

He tenido que guardarlo bajo siete llaves consciente de que puedo zamparme todo el medio queso comprado de una sentada.

Joder con los de El Mirador.

«Ruperto» le llaman al queso. Voy a pedir que me presenten al jefe de marketing…

Los nombrecicos que les ponen ahora a los quesos.

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