Probablemente conozcas a Elon Musk (50 años, Pretoria, Sudáfrica 1971) el mítico empresario cofundador de PayPal, SpaceX, Hyperloop, SolarCity, The Boring Company, Neuralink y OpenAI. Es director general de SpaceX, de Tesla Motors, presidente de SolarCity y copresidente de OpenAI.
Muy probablemente a quien quizá no conozcas es a Vitalik Buterin (27 años, Kolomma, Rusia) un programador y escritor ruso, conocido principalmente por ser el cofundador de Ethereum y de Bitcoin Magazine.
¿Por qué les menciono a ambos? Bueno, pues porque ayer se produjo un suceso que quizá pase a los anales de la historia de la nueva economía digital, les cuento.
Ambos personajes son firmes defensores de las criptomonedas (digámoslo así) aunque su aproximación a ese mundo se ha producido de formas muy diferentes.
Para Vitalik Buterin, un superdotado fanático gamer de World of Warcrafts, el hecho de que le cambiasen un aspecto de ese juego que él adoraba le llevó a reflexionar sobre los sistemas centralizados y descentralizados de forma que, en 2011, se apasionó com Bitcoin, uno de los mejores ejemplos de sistema que no puede ser controlado por ninguna autoridad central. Su capacidad y trabajo le llevaron a ser cofundador de la gran alternativa a Bitcoin, la programable y mucho más flexible Ethereum, una plataforma sobre la que se ha construido todo el mundo de las finanzas descentralizadas y la auténtica alternativa a las economías con dinero neolítico en las que ahora vivimos.
La aproximación de Elon Musk al mundo de las criptomonedas fue bien diferente pues su acercamiento se produjo como consecuencia de su actividad empresarial. Si para Vitalik el mundo del blockchain era una filosofía para Elon sólo parecía ser un negocio.
En estos últimos tiempos, a poco que hayan seguido las noticias de este criptomundo loco, habrán sabido que Elon Musk, ya afincado en los USA, compró para su fábrica de coches eléctricos Tesla una cantidad brutal de Bitcoins que le hicieron ganar muchísimo más que la fabricación de coches pero, sobre todo, le habrán oído hablar de «Dogecoin», una criptomoneda que no es sino un meme de un perro (el japonés Shiba Inu) y a quien sus propios creadores califican de broma, haciendo que una comunidad de «believers» compren ese truño digital y hagan subir sus precios sin fundamento. Muchos se han hecho millonarios con Dogecoin y muchos otros no han dejado de frotarse los ojos al ver como aparecía un nuevo fenómeno: el «pumpeo». Bastaba con que comunidades de Reddit decidiesen empujar al alza la cotización de una acción (fue el caso de GameStop) para que estas fuesen «to the moon» produciendo ganancias brutales a los listos que estuvieron en la base de ese «pumpeo».
Elon ha hecho algo muy parecido con la moneda meme «Dogecoin» y se ha convertido en el principal «pumpeador» de la criptobroma. Sin embargo legiones de personas siguen sus palabras como quien sigue un oráculo divino y una sola frase suya sirve para hacer subir Dogecoin a las nubes o hacerla caer, como recientemente, hasta un 30%.
Pues bien, hace unas semanas comenzó a correr por las redes el rumor de que Elon Musk podría hablar de otras monedas relacionadas con perros y así los «believers» y los especuladores —no es ilegítimo especular con conductas ajenas— comenzaron a comprar una caterva de criptomonedas relacionadas con perros: Shiba Inu, Akita Inu, Kishu Inu, Hokkaido Inu… a la espera de que Elon Musk hablase. Y Elon Musk habló y se produjo el milagro: la cotización de los criptoperros se disparó a la luna.
Pero, mientras Elon Musk brillaba desde Estados Unidos en programas «prime time» de la TV, Vitalik Buterin simplemente trabajaba en sus proyectos desde Zug, Suiza, su actual residencia.
Los creadores del criptomeme Shiba Inu, la pricipal de estas «Altdogcoins», habían construido su moneza sobre Ethereum (la red fundada por Vitalik) y habían colocado el 50% de las criptos a su nombre pensando que, de esta forma, su acción ganaría «momentum» publicitario, o se produciría una escasez inducida que hiciese subir los precios o… Vaya usted a saber.
El «pumpeo» mediático de Elon Musk se produjo y los criptoperros comenzaron a subir como cohetes y, de no valer nada de nada, pasaron a multiplicar su casi insignificante valor de forma brutal.
Elon Musk había hecho ricos a muchos «believers» pero, sobre todo, había hecho inmensamente rico a Vitalik Buterin. El mundo de los believers, la especulación y el juego era feliz, pero Vitalik no tanto. Aunque inmensamente rico toda esta actividad estaba haciendo subir el precio del gas en su amado «Ethereum» (Shiba Inu estaba construido sobre su red), un proyecto que de chiste no tiene nada y que está destinado a señalar el camino en que la economía mundial saltará de la Edad del Hierro al siglo XXI.
Y entonces, es decir, hace solo 11 horas, saltó la noticia: Vitalik Buterin, el multimillonario en Shiba Inus, había donado todas sus criptomonedas a entidades caritativas o sin ánimo de lucro. Desde fundaciones de Software Libre a organizaciones de caridad recibieron una inesperada lluvia de millones y esto produjo un efecto que ninguno de los «believers» de Elon Musk pensaba: el precio de los criptoperros cayó en barrena.
Asisto estupefacto a este espectáculo: no entiendo la frivolidad de Elon Musk, no entiendo la fe casi religiosa que tienen en él sus believers, entiendo a los especuladores que tratan de hacer negocio con toda esta locura, pero, sobre todo, lo que me reconforta es el mensaje que ha mandado a todos Vitalik Buterin: miren, no quiero eso, no es el dinero mi objetivo, yo juego a la grande.
Quizá este oscuro episodio se olvide o quizá ni siquiera llegue a ser conocido, pero a mí me parece ilustrativo y didáctico —por eso lo escribo aquí— y, aunque ustedes me discutan si lo es o no lo es, lo que nadie podrá negarme es que hoy, muchas entidades sin ánimo de lucro y muchos pobres están muy contentos.