En Cartagena fabricamos submarinos y eso da carácter a nuestra ciudad.
Para fabricar submarinos no sólo son necesarios unos planos y materia prima, son necesarios muchos ingenieros, técnicos y obreros que lleven adelante una difícil tarea. No cualquier soldador, por ejemplo, sirve para soldar en un submarino; soldar secciones de un submarino es un trabajo delicadísimo que sólo pueden llevar a cabo los mejores, y lo mismo ocurre con cualquier otro oficio que puedas imaginar. La cantidad de know-how que acumulan muchos vecinos de mi ciudad es un capital humano que está pidiendo a gritos ser mejor aprovechado.
Si Microsoft planea construir datacenters submarinos ya les digo yo un buen lugar para construirlos: mi ciudad. Si quiere usted aprovechar los fondos marinos para criar sus vinos a temperatura controlada ya les digo yo quien puede fabricar su bodega: mis paisanos.
Y si para construir submarinos hacen falta magníficos obreros para tripularlos hace falta una clase especial de marinos, esos que van todos los días a trabajar a la Base de Submarinos del Arsenal de Cartagena. Mis vecinos son gente especial, ya les digo.
En Cartagena, desde que Aníbal le declaró la guerra a Roma, hemos perdido todas las guerras (fuimos carthagineses contra los romanos, romanos contra los visigodos, visigodos contra los musulmanes, musulmanes contra los cristianos, cantonales contra los centralistas y último bastión de la II República en la guerra civil) pero, a pesar de todo, seguimos aquí y nuestros barcos aún navegan sobre el mar y, a veces, bajo él.
Ad utrumque paratus.
Vamos Cartagena.