Definitivamente 2020 ha sido un año que ha fortalecido la industria de los metaversos.

—¿Metaqué?
—Espere…

Seguramente en bachiller le enseñaron que no es lo mismo España que «España», y que no siginifica lo mismo «Hablemos de España» que «Hablemos de «España»», las comillas, rodeando a la palabra «España» nos indican que no nos movemos en el mundo del lenguaje sino del metalenguaje y que cuando hablamos de «España» no hablamos de nuestro país y sus enloquecidas peculiaridades sino de la palabra «España»; es decir, hablamos de una palabra en cuanto que palabra y se dice que nos movemos en el plano del metalenguaje.

Los programadores hace mucho que se dieron cuenta que podían fabricar universos que no eran este nuestro y pronto comenzaron a diseñar videojuegos de ciencia-ficción o de mundos distópicos o pretéritos. Otros, por su parte, pensaron que lo mejor era, simplemente, recrear este universo en qué nos movemos, de forma que nuestra vida podría discurrir en un universo real y en otro paralelo pero de naturaleza virtual. Nacieron así iniciativas como «Second Life» que, lo recordarán bien, a partir de 2003 fue una auténtica explosión de fuegos de artificio con líderes políticos españoles incluso creándose avatares para dar mitines y hacer campaña en ese mundo.

Pues bien, 2020, con sus normas de alejamiento nos ha traído una revitalización de este mundo de los metaversos a través de, por ejemplo, reuniones de trabajo que ya no se llevan a cabo tal y como solíamos hacerlo sino mediante aplicaciones específicas de trabajo o videoconferencias. Toda una serie de interacciones virtuales para las que la técnica estaba preparada pero respecto de las cuales no habíamos sentido nunca necesidad se hicieron realidad frecuente en el pasado 2020. Hasta el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena este año se ha celebrado en una especie de metaverso donde los aplausos de un público ausente eran reproducidos y transmitidos telemáticamente.

Herramientas diseñadas para juegos «on line» son ahora usadas para trabajar o para dar satisfacción a necesidades que ya no podemos cubrir en el universo real por exigencias de la pandemia y esto, naturalmente, está desarrollando nuevos modelos de negocio. Piénselo, 2020 ha sido un año malo para muchísimos millones de personas pero, desde luego, no tanto para los accionistas de ZOOM. Si hubiese usted invertido en esta empresa 1000€ el 1 de enero de 2020 hoy, 2 de enero de 2021 tendría usted 5100€. Mucho mejor que bitcoin, que ya es decir. Sí, como ven, las herramientas para apañarse bien en metaversos son bastante rentables en un mundo que tiende a construirlos.

El desarrollo de herramientas que permitan nuestra interacción en estos metaversos no hará sino incrementarse en años sucesivos hasta extremos inimaginables con consecuencias económicas y políticas difíciles de prever si se usan en favor de la libertad y del individuo pero calamitosas si, como sucede muy a menudo, son reguladas por gobiernos que no tienen la menor comprensión del fenómeno que regulan. La construcción de una verdadera sociedad civil aún es posible, aunque…

Cuando la generación del smartphone (esos chicos y chicas que ya no saben qué es un teléfono sin pantalla táctil, cámara de fotos, whatsapp y tik-tok) alcancen la mayoría de edad, la mayor parte de sus experiencias emocionantes habrán tenido lugar en mundos virtuales y conviene que nos preguntemos cómo dosificamos o hasta que punto no habrá supuesto esto una comprensión defectuosa de la realidad.

Desembarcar en Normandía en un videojuego es algo que casi todos nuestros hijos habrán hecho decenas de veces y, probablemente, también habrán pasado frío hasta la congelación en las riberas del Volga, en Stalingrado; lo que no sé es si esas experiencias serán percibidas exactamente como lo que son, una fantasía, o condicionarán su comprensión del universo real. Un ejército de niños obesos comiendo comida basura mientras asaltan en su videoconsola la última estación espacial de la flota rebelde es una distopía que, si atendemos a las estadísticas, no está lejos de ser real en algunos paises.

El ser humano es sabio y sólo unos pocos Quijotes locos viven en metaversos equivocados y aunque yo, como saben, soy furioso defensor de la tecnología cuando sus implicaciones sociales se orientan en el sentido correcto,  cada vez que veo fotos de mi amigo Aurelio con sus hijos en la nieve (una realidad que yo no conocí hasta los 23 años) pienso que acierta plenamente en lo que hace y que, metaverso por metaverso, el mejor universo posible es este en el que se encierran todos los demás: el mundo que vivimos.

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