Quizá si cuento una historia podamos entender mejor cuál es el presente y el futuro de la Justicia española.
Los Estados Unidos acababan de declarar la guerra a España en 1898 y una escuadra norteamericana zarpó hacia las Filipinas.
Todas las naciones del mundo predijeron una fácil victoria española en Filipinas. Los buques norteamericanos tenían su base más cercana a muchos miles de kilómetros y no podrían reparar ninguna avería, además carecían de tropas de desembarco mientras que los españoles tenían en las islas importantes guarniciones y, además de todo eso, España había mandado a las Filipinas unos imponentes cañones Krupp para artillar Bahía Subic, un reducto inexpugnable para la escuadra norteamericana. Los norteamericanos, pues, tenían pocas o ninguna posibilidad de triunfar en las Filipinas.
Afortunadamente para ellos al mando de las fuerzas españolas había hombres hechos de la misma pasta que los que componen nuestro ministerio de justicia y nuestro consejo general del poder judicial.
Gracias a tan egregios señores, cuando el Almirante Montojo se dirigió a Bahía Subic para combatir allí a los norteamericanos, se encontro con que los famosos y temidos cañones Krupp no estaban instalados porque los dirigentes del ejército y la armada andaban enredados en discusiones sobre quién era el competente para ocuparse de instalarlos… Ya saben ustedes, que si esto corresponde al CGPJ, que si esto corresponde al ministerio…
Montojo hubo de abandonar Bahía Subic ante unos estupefactos norteamericanos y dirigirse a la Bahía de Manila, allí esperaba contar con el apoyo de la artillería de costa de la capital… Pero no, tampoco, a los dirigentes de Manila no les gustaba la idea de que la batalla tuviese lugar frente a la ciudad porque, claro, igual recibían algún cañonazo… Ya saben ustedes, no, a los juzgados de instancia no, que aunque sean 1700 igual se nos estropea la patraña de la especialización y la concentración… No, mejor en los mercantiles que, aunque sean 68, se hundirán ellos solitos mucho mejor.
Montojo hubo, pues, de abandonar Manila ante unos descojonados norteamericanos y acabar con sus barcos dando la cara en Cavite: el peor lugar posible.
Aquello, claro, fue una carnicería: los barcos norteamericanos pudieron cañonear impunemente a la flota española y muchos marineros, gallegos, cartageneros, gaditanos… españoles en suma, hubieron de morir por la idiotez, estulticia y cobardía de sus jefes.
Cuando la Armada Norteamericana amenazó con bombardear Manila esos mismos inútiles se rindieron y los EE.UU. ganaron las Filipinas sin más resistencia que la que luego opondría la guerrilla tagala.
¿Comprenden por qué a los héroes del Baler les parecía imposible que España hubiese perdido esa guerra? ¿Comprueban ustedes cómo en este país los que se dejan la piel y la vida son siempre los mismos?
Lo que está pasando con nuestras autoridades judiciales no es muy distinto de aquello y, al igual que ocurrió entonces, cuando aquí contemos las víctimas de esta tragedia veremos que serán, otra vez, los mismos de siempre: los Héroes de Cavite.
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