Hoy es un buen día para llamar a las cosas por su nombre

Hoy es ese día en el que muchos abogados y abogadas dan vueltas en su cabeza a la situación de su despacho y aún dudan sobre si, siendo domingo, podrán acercarse a él y traerse algo de trabajo a casa para estos días.

La abogacía jamás se ha escondido en época de crisis y ha dado siempre la batalla en las peores situaciones. Durante las dictaduras los despachos de abogados han sido un refugio para la libertad y un amparo para quienes luchaban por ella. En la adversidad nuestra profesión y sus profesionales siempre han estado al lado de las personas que demandaban ayuda y, en esta ocasión, no va a ser diferente. Los juristas son expertos en esa ciencia que distingue entre lo justo y lo injusto y saben que, a veces, hay que tomar medidas drásticas y en casos como ese saben cumplir como el primero.

Pero, porque se sabe distinguir entre lo justo y lo injusto y por ello se cumple con la ley también sabe que, bajo la llamada al cumplimiento del deber, no se pueden cohonestar las injusticias.

Trabajadores asalariados y funcionarios, protegidos probablemente por la existencia de fuertes organizaciones sindicales, han visto como, antes de ordenarse el cese de actividad, se han dictado medidas que les protejan en la adversidad.

Los empresarios, base de la economía nacional y, al fin y al cabo empleadores de los anteriores, han visto como las medidas se atemperaban en lo posible a ls emergencia.

Autónomos y profesionales, sin embargo, han sido minuciosamente ignorados y abandonados a su suerte. Y esto, en dictadura, en la fortuna o en la adversidad, en tiempos pacíficos o revueltos es una total y absoluta iniquidad. Sí, una iniquidad.

Seguramente los abogados y abogadas no tenemos sindicatos ni patronales ni una representación institucional a la altura de quienes integran esa palabra abstracta pero hecha de personas muy concretas a la que llamamos «abogacía». Hoy es tiempo de encierro y sigo esperando la protesta justa e indignada de quienes dicen representarnos a nivel nacional. Olvídense, no lo hicieron antes ni lo harán ahora, lo único sensato que podemos hacer es pensar cómo refundamos ese trampantojo de organización.

Sé que ninguno lo hará, hay muchas cosas en las que pensar antes que pensar en ese cadáver: cómo saldrán adelante nuestras familias, cómo saldremos adelante nosotros, cómo saldrán adelante nuestros despachos y la forma en la que nos hemos ganado decentemente la vida.

Para los despachos-empresa no hay más problema que para el resto de la sociedad, o son empresarios o son trabajadores, todo ha sido previsto para el gobierno en esta situación de crisis.

Para los despachos independientes, para tu despacho y el mío, nada ha sido previsto, tú amigo, tú amiga estas jodido, muy jodido, y esto es un golpe más, corregido y aumentado por la crisis a una forma de ejercicio profesional que molesta.

No te han olvidado compañera, no te han olvidado compañero: te han abandonado. Como suena.

Por eso hoy, ese día en que muchas abogadas y abogados dan vueltas en su cabeza a la situación de su despacho y aún dudan sobre si, siendo domingo, podrán acercarse a él y traerse algo de trabajo a casa, es tiempo de llamar a las cosas por su nombre; de cumplir con nuestro deber ciudadano pero también de llamar a las cosas por su nombre y llamar injusticia a la injusticia e iniquidad a la iniquidad.

Para que se sepa. Para que no se olvide.


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