El tonto del presupuesto

Marines

Hablaba hace unas semanas con un alto oficial del ejército español sobre las penurias presupuestarias de la Justicia en España cuando él me preguntó: ¿Y vosotros no tenéis ningún «tonto del presupuesto»?

Le respondí que no entendía lo que quería decirme con eso y él, amablemente, me habló de un oscuro principio estratégico existente en el ejército de los Estados Unidos y que podría formularse más o menos así:

«Por escaso que sea el presupuesto existente en una unidad siempre habrá un tonto que afirme que, con mucho menos dinero, él puede hacer lo mismo que se venía haciendo hasta ahora o incluso más.»

Consecuencias naturales de este principio son los llamados corolarios del «soy el más grande», «todos eran estúpidos» y del «asciéndeme y luego ya, si eso, tal».

Los corolarios de «soy el más grande» y «todos eran estúpidos» van casi de la mano: el tonto del presupuesto afirma poder hacer más con menos porque, no sólo se considera el más listo, sino porque piensa que, quienes le precedieron a él en el cargo, eran ciertamente unos estúpidos que no se dieron cuenta de esas cosas de las que él y su penetrante ingenio de tonto del presupuesto sí se dan cuenta. Ególatra y con una enorme falta de respeto a quienes le han precedido en el cargo, el tonto del presupuesto suele ascender en la cadena de mando diciendo a sus jefes lo que quieren oír: que se puede hacer lo mismo o más con mucho menos dinero y repetirá esto hasta conseguir el ascenso, lo que nos conduce al corolario antes enunciado de «asciéndeme y luego ya, si eso, tal».

He recordado esta mañana la historia del tonto del presupuesto al leer una noticia que comenzaba con el siguiente titular: «Catalá considera “suficientes” los recursos destinados a modernizar Justicia». Y he recordado también cómo, en cuanto se habla de modernizar la justicia en determinaos ambientes políticos, siempre aparecen dos o tres tontos del presupuesto dispuestos a afirmar que ellos, con el mismo o menos dinero y merced a una serie de ingeniosas disposiciones organizativas, podrían solucionar todos los problemas de la justicia y, de paso, invitar a gambas a los presentes para celebrar su ascenso.

El tonto del presupuesto entronca en España con una vieja tradición y linaje de arbitristas que suelen eclosionar en momentos los que se han de rebajar las partidas de algún capítulo presupuestario, de forma que su logorrea ejerce efectos emolientes sobre los afectados por la reducción presupuestaria, aplaca un tanto los malos humores de una población legítimamente enfadada y aplaza hasta el próximo presupuesto debates y carencias mil veces aplazados. Una historia tan vieja como la monarquía española.

Hoy nos dicen que Catalá ha dicho que basta con lo que hay, que dinero no hace falta, que nos apañaremos… lo que es lo mismo, por cierto, que dijo Gallardón y todos cuantos ministros de justicia le precedieron en esos años en que el gobierno al que pertenecían prefería gastarse el dinero de la justicia (¿dónde fue a parar lo recaudado por las tasas?) en otras cosas.

Yo no sé si podría señalar sin error a los tontos del presupuesto que hay en España, lo que sí sé seguro es que gracias a ellos existe una auténtica tonta del presupuesto —esta vez ya sin comillas ni cursivas— en nuestro país: la Administración de Justicia.

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