¿Hipopótamos en Cartagena?

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Pues parece que sí, y mammuthus (no confundir con Mamut) y megantereon (un felino de dientes de sable) y hasta una especie de babuino gigante, el teropithecus, que aún podemos encontrar en las tierras altas de Etiopía vivito y coleando.

Haberlos, hoy día no los hay, pero si que hubieron (y al parecer muchos) cuando Cartagena aún no era Cartagena y cuando el hombre aún no era hombre. Los restos encontrados en la ahora cartagenera «Cueva Victoria» así lo atestiguan y nos hablan de un pasado remoto, más antiguo casi que la humanidad. Porque uno tiene dificultades a la hora de señalar cuándo empezó con precisión eso que llamamos la «humanidad»; no es fácil colocar hitos en los procesos evolutivos.

Cueva Victoria es sin duda un lugar mágico, por allí han pasado desde hace un millón y pico de años formas de vida de todo tipo. Los restos más significativos son, sin duda, pequeños fósiles que el profesor Gibert identificó como restos humanos y que dató en 1 200 000 años, contemporáneos a los del hombre de Orce. La «humanidad» de estos restos fue muy debatida y, en todo caso, corresponderían a lo que los científicos llaman «homo habilis«.

Estos restos, pocos pero significativos, son tan viejos como los de Orce y más antiguos que los de Atapuerca, quizás los primeros que pasaron el estrecho de Gibraltar y colonizaron Europa. La determinación de la humanidad de esta pieza se ha efectuado por criterios anatómicos y morfométricos basados en el estudio de la cortical mediante radiografías que permiten separar la disposición de la cortical entre humanos y cercopitécidos. Debe tenerse en cuenta que los humanos tenemos las manos completamente libres y los cercopitécidos las emplean para andar en muchas ocasiones. Este hecho diferencial muy relevante determina la distribución desigual de la cortical en papiones y humanos. (vid. cuevavictoria.com).

Cueva Victoria, además, en el siglo pasado, fue lugar de trabajo de mineros que dejaron allí las señales de su miserable forma de vida, dando forma a un lugar que, de este modo, puede hacernos viajar desde hace 1.200.000 años en el pasado hasta nuestros días.

Quizá debiese retocar en este punto el título de algún post anterior mío, pero no creo que lo haga, a fin de cuentas todas estas cosas no son más que «conclusiones provisionales».

 

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