Si suben ustedes al Monte Sacro (cosa que, dado su estado de abandono, supongo que no querrán hacer salvo para aparcar) podrán ver esta construcción; es el último recuerdo de un barrio otrora animado y habitado por gentes sencillas y buenas. No es una torre ni ningún resto de una construcción militar, es simplemente un molino, o mejor dicho, las piedras y el barro de una construcción que hace siglos fue molino y que, abandonado, acabó sirviendo de chabola para algunos desgraciados vecinos que en los últimos años habitaron el Monte Sacro.
Sin embargo hay muchas cosas escritas en él y es, quizá, uno de los iconos que mejor representan el espíritu de esta ciudad.
Cuando en 1808 las tropas de Napoleón invadieron España, en esta ciudad nos preparamos para perder nuestra enésima guerra y lo hicimos como siempre: dispuestos a dar la batalla. Fue por eso que, sin gobierno en la nación, la Junta de Cartagena se preparó para resistir a los franceses y en esas andaban cuando cayeron en la cuenta que, para el abastecimiento de harina de la ciudad, un nuevo molino intramuros era imprescindible. Con esa idea en mente ordenaron la construcción de este molino que ven, porque aquí perdemos las guerras, sí, pero no nos rendimos ni nos desbandamos como conejos.
Luego pasó lo de siempre… Mucho Viva el Rey Fernando y Viva España pero la construcción avanzó tan lentamente que, para cuando la guerra iba a acabar, el molino aún estaba sin terminar. Mucho coraje pero poca cabeza. Si Napoleón hubiese atacado en serio nos habría pillado como siempre, como en Santiago o en Bahía Subic.
Muchas cosas nos cuenta este molino, unas buenas (coraje, voluntad y todas esas cosas que forman el espíritu granadero de mi ciudad) y otras malas (falta de previsión, incuria y todas esas otras cosas que han dado carta de naturaleza a la tópica desidia española).
A mí me gusta mirarlo (se ve desde las ventanas de mi despacho que dan a la ya inexistente calle de El Caramel) y suelo reflexionar sobre estas cosas de mi ciudad y de mis vecinos. No sé si algún día los problemas nos encontrarán preparados, no lo sé, lo que sí sé seguro es que nunca faltarán voluntarios entre mis vecinos para formar el cuadro. Ya veremos entonces.