Extravagancias naturales

Pavo Real

¿Quien no se ha maravillado contemplando la cola de los pavos reales? Todo ese aparatoso plumaje no parece tener sentido alguno, aparentemente dificulta tanto el vuelo como el desplazamiento en el suelo, es costoso de mantener y consume no pocos recursos vitales del individuo portador. Y si todo esto es así como aparentemente lo es ¿qué sentido tiene que la naturaleza haya dotado al pavo real de semejante aparato escénico?

Una de las más curiosas explicaciones que se han dado a ese extravagante despliegue, frecuente no solo entre los pavos reales sino también entre los seres humanos y otras especies, es el llamado «principio de la desventaja» (handicap principle) enunciado en el año 1975 por el biólogo judío Amotz Zahavi. Sintéticamente el «handicap principle» afirma que la naturaleza puede dar lugar a señales fiables entre indivíduos que tienen motivaciones obvias para tratar de engañarse. El «principio de la desventaja» sugiere que una señal, para ser honesta o fiable, debe ser costosa para el individuo que emite la señal hasta el extremo de que dicha señal no podría ser emitida por otro individuo de su especie con menores capacidades generales o particulares.

En el caso del pavo real el enorme costo vital de generar y mantener tan aparatoso plumaje solo puede ser abordado por los sujetos más capaces; los indivíduos más débiles o menos capacitados no pueden permitirse el lujo de lucir plumajes como los de los indivíduos más capacitados. Así explicado resultaría que los indivíduos más capaces autolimitarían sus capacidades destinando parte de sus recursos a construir esa costosa señal que, precisamente por costosa, es fiable. Naturalmente tan curiosa conducta tendría como premio una mayor aptitud para reproducirse por parte de estos indivíduos que serían preferidos por los indivíduos del sexo contrario debido, precisamente, a que reciben una señal muy fiable de que el indivíduo que realiza tan caras señales está muy capacitado y es el preferible para aparearse.

Este principio, abiertamente rechazado en un primer momento por científicos de la talla de John Maynard Smith, se ha ido abriendo paso posteriormente gracias a que los experimentos que se han hecho en materia de teoría de juegos parecen confirmar las hipótesis de Amotz Zahavi.

Las hipótesis de Zahavi predicen que, en el caso de un ornato o signo sexual, debe ser costoso si lo que se desea es mandar un mensaje fiable y efectivo en un entorno de competencia. No sólo la cola del pavo real se ha señalado como una de estas señales costosas vinculadas al apareamiento sino que también se han señalado cantos de pájaros, los cenadores de las aves del paraíso… Pero, particularmente, a mí me interesa tratar de descubrir la operatividad de este principio en el ser humano.

Las extravagancias del pavo real o de las aves del paraíso parecen quedar en nada cuando las comparamos con aquellas de que somos capaces los seres humanos por sexo, poder o estatus. Las inversiones en joyas y gastos suntuarios, los regalos costosos, parecen ser generalmente utilizados por el ser humano a fin de satisfacer alguno de sus apetitos. No es difícil encontrar tras las innumerables extravagancias humanas motivos que no justifican en modo alguno el coste desmedido de la misma pero que señalan con toda fiabilidad y certidumbre que el indivíduo capaz de tales locuras dispone de recursos suficientes para afrontarlas, y a veces no sólo de recursos económicos pues las extravagancias no sólo son económicas.

No sé que puede significar esto para mi búsqueda de la justicia humana, pero lo dejo aquí, quizá en algún momento pueda unir los puntos y salga el dibujo.

2 comentarios en “Extravagancias naturales

  1. Parece fácil predecir a que individuos de la especie humana atraerán, me atrevería a decir que exclusivamente, aquellos otros individuos que para ello utilicen como instrumento la ostentación de joyas, gastos suntuarios y regalos costosos – entendiéndolo siempre en términos relativos, conforme al status del individuo en cuestión – a que te refieres.
    Creo que son mucho más atractivos aquellos otros individuos que, sin extravagancias, no hacen ostentación de nada, aunque lo posean, porque no están apegados, no tienen el corazón prisionero de esas pasiones, y son libres para servir a los demás. Todo lo contrario de un «pavo», vamos.

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