The WayBackMachine: La batalla de Santiago.

Internet contiene recursos increíbles uno de los cuales es, sin duda, waybackmachine, un motor de búsqueda que nos permite recuperar las versiones pasadas y, en muchos casos, desaparecidas, de sitios web. Con este recurso somos capaces, por ejemplo, de revisitar la página del buscador yahoo tal y como era, por ejemplo, en 1999, o leer ediciones digitales antiguas de periódicos y otros websites desde 1996 hasta nuestros días. Virtualmente, casi todo lo que ha existido en la red desde 1996 hasta ahora, está archivado e indexado por ese motor de búsqueda. Waybackmachine es parte de Internet Archive, un site mantenido por la fundación del mismo nombre  en el que se guardan recursos de valor incalculable para el internauta.

Por razones que no son de exponer esta mañana he estado navegando por the waybackmachine a la busca de mi propio pasado. Desde 1997 escribo y publico páginas web y, por diversas razones, no conservo copia de la mayor parte de ellas de forma que, hoy, he tratado de recuperar cuantas páginas antiguas escritas por mí he podido encontrar allí. Mi sorpresa ha sido enorme al comprobar que la práctica totalidad de las páginas que he escrito en los últimos 14 años están debidamente ordenadas y clasificadas en waybackmachine. He recuperado y guardado todas las que he podido pero, tras hacerlo, he caído en la cuenta de que, probablemente, volveré a perderlas en algún momento y que el único lugar seguro para ellas es precisamente esa especie de Biblioteca de Alejandría.

Una de las páginas que más me ha enternecido ha sido esta con la que ahora les dejo, escrita en 1997 para el centenario del desastre de 1998, trata del combate naval de Santiago de Cuba (también he recuperado otra sobre Cavite) y, aunque ahora me parece ingenua y mal escrita, en aquel año me obligó a consultar numerosa bibliografía y hasta me dio la oportunidad de ser invitado a dar alguna conferencia sobre la cuestión. Recuerdo también el placer que me causó la lectura de las actas de los consejos celebrados a bordo del María Teresa por los oficiales de la escuadra y sus diversos puntos de vista… En fin, aquí les dejo con este recuerdo de 1997 que había perdido y que he recuperado gracias a la filantrópica labor de Internet Archive. mariateresa

El combate naval de Santiago de Cuba (1898)

1. Introducción. La destrucción de la escuadra española en Cuba se produjo cuando ésta intentaba abandonar el puerto de Santiago, lugar donde había sidovizcaya bloqueada por la escuadra norteamericana. Durante esta tentativa de huida todos los buques españoles fueron destruidos y con ellos se hundieron las últimas esperanzas españolas en esta guerra. Esta página está dedicada a ofrecer algunas claves acerca de las causas militares que llevaron a tan gigantesco desastre.

2. Las Escuadras enfrentadas. Desde el púnto de vista numérico la US Navy contaba en el Atlántico con un total de 5 acorazados, 2 cruceros acorazados, 6 protegidos y otros 16 menores, 4 monitores y 12 torpederos. España, al menos sobre el papel, podía oponer a estos buques 3 acorazados, 8 cruceros acorazados, 2 protegidos, 6 menores, 6 destructores, 11 cañoneros torpederos y 12 torpederos. Pese a lo que se ha dicho después, los buques españoles eran modernos, la inmensa mayoría con menos de diez años y muchos con menos de cinco habiendo bastantes recien entregados. Eran buques de diseño básicamente británico lo que era, en aquel momento, la mejor garantía de éxito. Sin embargo muchos no se encontraban totalmente operativos al inicio de las hostilidades. Estos son los principales navíos que combatieron en Santiago.

2.1 La escuadra de Cervera.

1. El Infanta María Teresa (foto). Fue el Buque insignia del Almirante Cervera en Santiago de Cuba.

  • DESPLAZAMIENTO: 7000 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • AUTONOMÍA: 9.700 millas.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 280 mm. 10 de 140 mm, 2 de 70 mm, 16 ligeros, 2 ametralladoras, 8 tubos lanzatorpedos.

2. El Oquendo.(Carecemos de buenas fotos)

  • DESPLAZAMIENTO: 7000 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • AUTONOMÍA: 9.700 millas.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 280 mm. 10 de 140 mm, 2 de 70 mm, 16 ligeros, 2 ametralladoras, 8 tubos lanzatorpedos.

3. El Vizcaya. (foto).

  • DESPLAZAMIENTO: 7000 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • AUTONOMÍA: 9.700 millas.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 280 mm. 10 de 140 mm, 2 de 70 mm, 16 ligeros, 2 ametralladoras, 8 tubos lanzatorpedos.

4. El Colón. (foto).

  • DESPLAZAMIENTO: 7.350 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • AUTONOMÍA: 9.300 millas.
  • BLINDAJE: 150 mm.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 254 mm (no instalados), 10 de 152 mm, 6 de 120 mm, 20 ligeros, 2 ametralladoras y 4 tubos lanzatorpedos.

5. Los destructores.

  • DESPLAZAMIENTO 380 tons.
  • VELOCIDAD: 27 nudos.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 75 mm, 2 de 57, 2 de 37 y 2 tubos lanzatorpedos.

Los destructores españoles fueron una de las principales preocupaciones de los norteamericanos durante la guerra. Sobre su papel en la batalla y su importancia táctica véase el capítulo “Ventajas y desventajas”.

2.2 La escuadra americana.

1. El New-York.

  • DESPLAZAMIENTO: 8.200 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • ARMAMENTO: 6 cañones de 203 mm, 12 de 102, 12 ligeros, 3 tubos lanzatorpedos.

2. El Brooklyn.

  • DESPLAZAMIENTO: 9.215 tons.
  • VELOCIDAD: 20 nudos.
  • ARMAMENTO: 8 cañones de 203 mm, 12 de 127, 16 ligeros y 5 tubos lanzatorpedos.

3. El Iowa.

  • DESPLAZAMIENTO: 11.410 tons.
  • VELOCIDAD: 16 nudos.
  • ARMAMENTO: 8 cañones de 203 mm, 12 de 127, 16 ligeros y 5 tubos lanzatorpedos.

4. El Indiana, Oregón y Massachusetts (foto).

  • DESPLAZAMIENTO: 10.288 tons.
  • VELOCIDAD: 15 nudos.
  • ARMAMENTO: 4 cañones de 320 mm, 8 de 203 mm, 4 de 152, 26 ligeros y 6 tubos lanzatorpedos.

5. El Texas.

  • DESPLAZAMIENTO: 6.682 tons.
  • VELOCIDAD: 17 nudos.
  • ARMAMENTO: 2 cañones de 305 mm, 6 de 152, 15 ligeros y 4 tubos lanzatorpedos.

3. Ventajas y desventajas de cada Bando.

Es cierto que los buques americanos eran superiores en tamaño, blindaje y artillería pesada, sin embargo los españoles eran superiores en velocidad, autonomía y artillería de mediano calibre. En favor de la escuadra española jugaba el factor de que en aquella época los cañones de grueso calibre disparaban muy lentamente (un disparo cada diez minutos) y su puntería prácticamente nula salvo que los disparos se hiciesen a bocajarro. Incluso en ese caso (combate a corta distancia) los buques españoles eran superiores a los americanos debido a sus magníficos sistemas de torpedos ya que cada crucero acorazado contaba con 8 tubos, mientras que los blindajes submarinos de los acorazados de la época era muy deficiente por lo que un sólo torpedo podía poner fuera de combate a todo un acorazado. Además la superioridad de la armada española en cuanto a destructores y buques torpederos estaba clara.

Observadores británicos, franceses y alemanes, a la vista de lo anterior juzgaron que la ventaja americana no esta clara en absoluto y que si los españoles, con sus veloces buques, rehuían el combate directo a plena luz del día y lo buscaban de noche o en condiciones en que su superioridad torpedera se dejara sentir, podrían vencer en la contienda.

En realidad el enfrentamiento entre la escuadra americana y la española suponía el enfrentamiento de dos pensamientos estratégicos distintos sobre la guerra en el mar. Se debe señalar que la escuadra española se había proyectado siguiendo en parte la doctrina naval francesa que, a fin de poder enfretarse a la superior y tradicional enemiga suya Royal Navy británica, había elaborado modernos sistemas de guerra basados en buques veloces que podrían oponer su velocidad a los poderosos y pesados acorazados ingleses obligándoles a levantar cualquier bloqueo que estableciesen al atacar sus líneas de comunicaciones impunemente. Con el tiempo esta doctrina naval se ha ido imponiendo hasta llegar a su climax en la segunda guerra mundial; sin embargo, en la época, muchos marinos, en especial Cervera, no llegaron a entenderla debidamente a pesar de contar en su escuadra con hombres de la valía de Villaamil, padre del primer destructor y cuyo genio militar fue, como veremos, desaprovechado.

Debido a la existencia de colonias ultramarinas España no centró su atención sólo en pequeños torpederos y cruceros protegidos sino que adquirió cruceros acorazados y destructores de gran autonomía cuyas capacidades marineras les permitían afrontar con mayores seguridades la navegación por el Atlántico sin realizar demasiadas escalas para carbonear. Para que la superioridad española pudiese manifestarse era preciso que llegase a Cuba una buena escuadrilla de torpederos, defender los puertos con baterías y minas y utilizar una táctica superagresiva con los cruceros, tareas todas estas que, por diversas razones, nunca se llegaron a hacer.

La estrategia de la «Navy» era la opuesta, se trataba de forzar un enfrentamiento clásico directo contra la escuadra española, cosa que los mandos españoles, incomprensiblemente, facilitaron al máximo, siendo esta una de las principales causas de la derrota. La Navy tampoco era una maravilla de organización, los errores estratégicos se sucedieron y, de haber tenido enfrente un enemigo menos incapaz que los españoles, pudieron haberlo pagado muy caro.

La idea interesada de que la flota española estaba compuesta de viejos buques de madera con artillería incapaz de alcanzar a los buques americanos debe desterrarse. España confió a sus marinos magníficos barcos y medios que estos no supieron aprovechar en los momentos decisivos.

4. Los preparativos de la batalla.

Mientras los americanos reclutaban y entrenaban a toda prisa soldados para la fuerza expedicionaria que había de desembarcar en Cuba, los españoles reforzaban su artillería de costa en especial en torno a La Habana, lugar donde ambos bandos esperaban que se centrasen los combates. Por lo que respecta a la Armada, con anterioridad a la declaración de guerra, se había preparado una escuadrilla con los destructores «Plutón», «Furor» y «Terror», junto con los torpederos «Ariete», «Rayo» y «Azor»; contaba la escuadrilla con el apoyo del crucero auxiliar «Ciudad de Cádiz».

La presencia de esta escuadrilla preocupaba enormemente a los norteamericanos debido a las causas ya expuesta en la página de «Las Armadas enfrentadas» por lo que, incluso antes de declararse la guerra, Roosevelt y Sampson presionaron a Mckinley para que fuese atacada por una escudra americana durante su viaje a Cuba. La escuadrilla, sin embargo, debido al mal tiempo no pudo llegar a Cuba y se vió obligada a recalar en Cabo Verde donde se recunió con la escuadra de Cervera el 1 de Abril.

La escuadra del Atlántico al mando del Almirante Cervera (un marino prestigioso y experimentado) se había concentrado en SanVicente de Cabo Verde donde se hallaba en espera de acontecimientos. El 18 de abril se unió a la misma el carbonero «San Francisco» que llevaba órdenes precisas de Madrid para que la escuadra se dirigiese a Cuba. Cervera, quien desde el principio consideró perdida la guerra, quedó estupefacto ante tal orden y decidió revelar a los jefes de la escuadra la correspondencia que desde hacía meses mantenía con el General Bermejo, Ministro de Marina. Esta correspondencia, interesantísima, revela el fatalismo de Cervera y algunas de las deficiencias que presentaba la escuadra a su mando.

El 6 de febrero, Cervera, acantonado en Cartagena antes de partir para Cabo Verde, informó al Ministro de Marina de que «…debemos rebajar el crucero Alfonso XIII en pruebas desde hace tantos años y el cual no parece hemos de tener el gusto de contar entre nuestros buques útiles». En cuanto a los acorazados María Teresa, Vizcaya y Oquendo «…la artillería de 14 centímetros, principal fuerza de estos buques, está prácticamente inútil por el mal sistema de cierres de culata y la debilidad de los casquillos». Al Colón, el mejor buque de la armada «le faltan sus dos cañones gruesos»; los cazatorpederos Furor y Terror «…dudo que puedan hacer uso eficaz de sus piezas de 75 centímetros…». Como conclusión informa: «De los recursos exteriores que necesita una escuadra se carece, con frecuencia, aun de los mas necesarios (…) No tenemos cartas de los mares de América y aunque supongo que estarán encargadas, hoy no podríamos operar». Pocos días después Cervera recibió respuesta de Madrid. Lo más interesante de esa respuesta es el plan de operaciones que sugiere el Ministro, General Bermejo, desde su despacho: «En Cuba los navíos Carlos V, Pelayo, Colón, Vizcaya, Oquendo, María Teresa, tres destroyers y tres torpederos, unidos a los ocho buques principales del apostadero, tomarán la posición de cubrir las comunicaciones entre el Seno Mejicano y el Atlántico, procurando destruir Cayo Hueso, donde tiene hoy principalmente su depósito de víveres, municiones y carbón la escuadra de Estados Unidos». Cervera respondió a vuelta de correo: «El Pelayo y el Carlos V sospecho que no llegarán a tiempo; del primero nada sé en absoluto, pero del segundo tengo noticias por cierto no muy satisfactorias en cuanto al tiempo que tardará en estar listo (…). El Colón aun no está artillado y, si viene la guerra, lo sorprenderá sin su artillería gruesa. Los ocho buques del Apostadero de La Habana a que usted alude son buques sin valor militar alguno (…). Nuestra fuerza naval, comparada con la de Estados Unidos, está, aproximadamente, como 1 a 3, por lo que me parece un sueño que raya en delirio pen sar (…) en establecer un bloqueo de ningún puerto de los Estados Unidos». Cervera, desde Cartagena, continuó advirtiendo de forma implacable al Ministro sobre la insensatez que, a su juicio, suponía enviar la flota a Cuba: «¿Donde y cómo remediaríamos nostros las averías sufridas? Yo desconozco lo que puede haber en Cuba, pero a juzgar por lo que ocurre en este Departamento, donde no hay nada absolutamente de lo que nos pudiera ser necesario, es de creer que lo mismo ocurrirá en todas partes, y que la consecuencia inmediata del primer combate naval sería la inacción de la mayor parte de la escuadra por todo el resto de la campaña, fuese el que fuese el resultado de ese gran combate; y mientras tanto el enemigo se repondría de sus pérdidas dentro de sus hermosos ríos y auxiliado por su poderosa industria y enormes recursos. Esta falta de industria y de repuestos alejan toda posibilidad de sostener una campaña ofensiva…».

El 25 de febrero el Ministro pregunta a Cervera si el Colón puede salir a la mar a efectuar maniobras de tiro. Cervera responde y se despacha a gusto: «No hay horno en que puedan recibir el recocido que necesitan los casquillos de la artillería, ni aparato para recalibrarlos volviéndolos a las dimensiones que pierden por dilatación, de suerte que resultan inútiles las cargas de respeto que trajo, que son 72 por pieza.» Concluye: «Hoy va el oficio que le anuncié ayer: tristes y desconsoladoras son sus conclusiones; pero ¿estamos en el caso de hacernos ilusiones? ¿No debemos lealmente a nuestra patria no sólo nuestra vida, si es necesario, sino la exposición de lo que creemos…? Me pregunto si me es lícito callarme y hacerme solidario de aventuras que causarán, si ocurren, la total ruina de España, y todo por defender una isla que fue nuestra y ya no nos pertenece, porque aun cuando no la perdiéramos de derecho con la guerra, la tenemos perdida de hecho, y con ella toda nuestra riqueza y una enorme cifra de hombres jóvenes víctimas del clima y de las balas, defendiendo un ideal que ya sólo es romántico. Y creo más: creo que esta opinión mía deben conocerla la Reina y todo el Consejo de Ministros…». La carta es impresionante y revela la tremenda desazón que sentía Cervera ante la posibilidad de tener que conducir a sus hombres a una batalla que consideraba perdida. Explícitamente se percibe su deseo de ser relevado por uno de aquellos generales de marina que desde Madrid trazaban planes de batalla.

Estos generales, a pesar de la dureza de las cartas de Cervera, no le destituyeron, como sería lógico, ni asumieron personalmente tampoco el mando de la escuadra. En ocasiones sucesivas Cervera reitera al Ministro sus posiciones sobre el tema a través de cartas cada vez más dramáticas. En vísperas de la marcha a Cuba Cervera informa nuevamente del desastroso estado de la Armada: «El Colón no tiene sus cañones gruesos, y yo pedí los malos si no había otros; las municiones de 14 centímetros son malas, menos unos 300 tiros; no se han cambiado los cañones defectuosos del Vizcaya y del Oquendo; no hay medio de recargar los casquillos del Colón; no tenemos un torpedo Bustamante; no hay plan ni concierto, que tanto he deseado y propuesto en vano; la consolidación del servomotor de estos buques sólo ha sido hecha en el Teresa y en el Vizcaya cuando han estado fuera de España; en fin, esto es un desastre ya, y es de temer que lo sea pavoroso dentro de poco…»

Por fín, el 24 de abril, le llega a Cervera la orden de zarpar hacia las Antillas. Trece de los diecisiete generales que componían la Junta de Generales de Marina votaron a favor de que Cervera marchase a Cuba. Cervera, convencido de la derrota, cumplió la orden pero no sin antes señalarles explícitamente su cobardía mediante el siguiente telegrama: «Con la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese voto de los generales de Marina, que significa la desaprobación y censura de mis opiniones; lo cual implica la necesidad de que cualquiera de ellos me hubiera relevado». Tan ilustres marinos no se dieron por aludidos.

En Estados Unidos, mientras tanto, conocedores de la salida de la escuadra de Cervera, cundía el pánico. Nadie sabía a ciencia cierta hacia donde se dirigía y se barajaban las posibilidades de que se dirigiese hacia las Filipinas, Martinica o incluso hacia la costa atlántica de Estados Unidos. Las luces del puerto de Nueva York se apagaron hasta nueva orden y se aprestó una flota para interceptar a Cervera y otra para proteger la costa. La flota española, sin embargo, avanzaba lentamente con el Vizcaya ralentizado por la suciedad de su casco y con los demás cruceros remolcando a los destructores a fin de que no rompiesen sus máquinas antes del previsible combate. El 11 de mayo el Furor tocó puerto en la Martinica e informó a la escuadra del desastre de Cavite.

El Ministro Bermejo, asustado, envió a Cervera un telegrama ordenándole volver, pero el telegrama no llegó a tiempo. Días después Bermejo fue relevado por Auñón (uno de los generales que habían ordenado la marcha de Cervera a Cuba) y mandó un nuevo telegrama dejando sin efecto el anterior y ordenando proseguir a Cervera hacia las Antillas. El 19 de mayo, casi sin carbón en las bodegas, la escuadra española entró en Santiago. La noticia se recibió con alborozo en la península donde se celebró con ribetes de victoria. Sin embargo; la entrada en Santiago fue una de las decisiones más erróneas de Cervera ya que este puerto carecía de buenas defensas de costa y lo que era peor, su entrada larga y angosta impedía una rápida salida de la escudra española en caso de bloqueo, habiendo de efectuar dicha maniobra en linea de fila y uno a uno. La presencia de la escuadra allí, además, convirtió a la ciudad en el principal escenario de las operaciones militares terrestres y era evidente para casi todo el mundo que si España tenía alguna posibilidad de resistir por tierra y mar debía de hacerlo en La Habana.

Mucho se ha discutido y escrito sobre los motivos que impulsaron a Cervera a entrar en Santiago y, sobre todo, si hubiera sido posible para la escuadra española entrar en La Habana o, como era su destino en San Juan de Puerto Rico. Desde luego la entrada a Puerto Rico se hallaba expedita y allí llegó sin contratiempos uno de los destructores que acompañaban a Cervera y que se había separado de la escuadra con anterioridad. Sampon había bombardeado Puerto Rico pero la Artillería de Costa le había hecho desistir por sí sola. La entrada de la escuadra en Santiago fue el primer error de Cervera.

5. La batalla de Santiago.

5.1 El bloqueo de la escuadra en Santiago. Tras la jubilosa entrada de Cervera en Santiago la situación militar de la plaza se reveló con toda su crudeza: ¿Cómo se abastacería a la escuadra de carbón y agua? Para renovar las 600 toneladas de agua de las calderas sólo se contaba en Santiago con cuatro buques aljibes capaces de transportar al día 48 toneladas. En lo relativo al carbón la situación era aun peor, con todos los medios de la plaza sólo era posible cargar 150 toneladas diarias. El 26 de mayo Cervera había repostado la tercera parte del combustible y reunió a sus capitanes para decidir si la escuadra, que tenía encendidas las calderas y con presión, debía salir. La opinión mayoritaria de los capitanes fue negativa. Había mala mar y, debido al gran calado del Colón existía el riesgo de que este buque tocase con una laja que había sobre la punta del Morrillo. El práctico del puerto, una vez consultado, se manifestó de la misma opinión. Contra dicha decisión formularon votos particulares los Srs. Concas y Bustamante quienes se pronunciaron por salir de puerto resueltamente e intentar la huida ya que la permanencia de la escuadra en el mismo en nada ayudaba a las fuerzas españolas y el riesgo de perder el Colón contra la laja, siendo pequeño, merecía ser arrostrado. En todo caso la proximidad de las tropas americanas podía causar que estas tomasen la ciudad y con ella la escuadra. Cervera aplazó la salida reservándose su opinión. Su criterio, tal y como después se confirmó, era que salir y perder la escuadra sería todo lo mismo, siendo el mejor servicio que la misma podía prestar, emplear sus marineros como fuerza de tierra y su artillería en la defensa de la plaza; hundiendo los buques si es que la ciudad llegaba a caer en manos americanas.

El 8 de junio se repitió la junta volviendo a votar los jefes por la permanencia en puerto y volviendo a insistir Bustamante y Concas en la necesidad de salir aun a costa de perder un buen número de barcos. Otra junta similar se produjo el 24 de junio con el mismo resultado. Esta indecisión de Cervera fue su segundo error, la salida en las fechas en que Bustamante y Concas la sugerían era perfectamente posible, las fuerzas navales americanas cercanas a Santiago eran escasas y su bloqueo no estaba consolidado. Cervera, considerando que salir de Santiago y entrar en otro puerto no alteraría la guerra en lo sustancial, se equivocaba.

A esas alturas la escuadra de reserva de Cámara se aprestaba desde España a emprender viaje hacia las Antillas. Con el acorazado Pelayo y el moderno crucero Carlos V a la cabeza estas fuerzas suponían una amenaza muy seria para la costa Atlántica aemricana lo que hubiese obligado a los americanos a levantar el bloqueo. Es cierto que el Pelayo, por su escasa autonomía, no tenía fácil cruzar el Atlántico pero, la simple finta o amenaza de que un buque tan poderoso llease a aquellas aguas, habría causado mas de un quebradero de cabeza a Sampson. Ciertamente, en tan graves circunstancias, se echa de menos la presencia de ánimo de hombres como Méndez Núñez, quien, años antes, había dado una lección imponente de decisión y voluntad de victoria.

Mientras tanto el Capitán General de Cuba (Sr. Blanco), incomodado por la autonomía de que gozaba Cervera y contrario a su parecer sobre el papel que había de jugar la escuadra, solicitó y obtuvo de Madrid el mando sobre la misma. Entretanto las órdenes y contraórdenes se habían sucedido. El 3 de junio desde Madrid se propuso que la escuadra marchase a Filipinas, a lo que se opuso Blanco (inconsecuentemente con su postura posterior al respecto) por temor a los efectos morales que causaría en la isla la marcha de los barcos. Finalmente las opiniones se polarizaron en dos tendencias: la que proponía que la escuadra saliese de Santiago (Blanco) y la que propugnaba que premaneciese en el puerto resistiendo en él a todo trance hasta el último momento en que, si era preciso, se echarían los barcos a pique (Cervera). La mañana del 3 de julio Cervera salió de Santiago con toda la escuadra.

5.2 El combate. Obsesionado Cervera con la inferioridad de los buques españoles ordenó el siguiente plan de fuga: El buque insignia, Maria Teresa, al mando de Cervera saldría el primero seguido por el Vizcaya, el Colón el Oquendo y los destroyers. Tan pronto como saliese de la boca del puerto Cervera lanzaría al María Teresa contra el enemigo que hallase más cercano tratando de atraer sobre sí el fuego de la escuadra americana. Los demás barcos darían rumbo al oeste tratando de aprovechar la confusión para huir.

El plan; sin embargo, es incomprensible. No cabe dudar del valor de Cervera que reservó para sí el lugar de mayor riesgo pero, si lo que se pretendía era salvar parte de la escuadra, no se entiende porque los buques más rápidos salieron los últimos o porqué no abrieron la marcha los destructores. Tampoco se entiende porqué Cervera no salió de noche o al anochecer, momento en el que las circunstancias favorecían notablemente a los barcos españoles. En las actas se afirma que los americanos iluminaban de noche la boca del puerto con reflectores pero frente a ello, Bustamante, Concas y Villamil, propusieron intentonas sucesivas a fin de cañonear los reflectores con las baterías de costa, plan este que no se admitió por razones de escaso fuste. Por otro lado los españoles llevaban practicando desde 1895 maniobras de ataque nocturno con torpedos y era esa una tarea que podían llevar a cabo eficazmente. En Cervera pesó como decisiva una razón que, aunque humanitaria, no parece admisible en esas circunstancias: se salió de día porque el salvamento de los naufragos que, indudablemente, Cervera estimaba que habría, sería más fácil. En suma, se renunció a las ventajas con que podía contar la escuadra española y se aceptó un combate en las peores condiciones posibles, máxime si tenemos en cuenta que, planeado como una huida, los buques españoles nunca combatieron juntos sino que fueron siendo alcanzados sucesivamente por el grueso de los americanos y atacados con tremenda superioridad.

Sobre las 9,30 del 3 de julio los buques salieron de puerto. Nada más salir, el María Teresa, abrió fuego contra un acorazado cercano y se lanzó contra el Brooklyn para impedirle que, gracias a su mayor andar, interceptase al resto de la escuadra. El valor de Cervera contrasta grandemente con el de sus colegas de la Junta de Generales de Marina de Madrid. La escuadra americana en cuanto observó la salida de la española acudió rápidamente a perseguir a los buques que intentaban la huida y pronto el combate se generalizó. El María Teresa, desde el principio, comenzó a recibir impactos de todas partes sin que sus cañones pudiesen alcanzar a los barcos americanos con eficacia. Pronto al Oquendo y al Vizcaya, buque muy lento por la suciedad de su casco, les ocurrió otro tanto. Todos los buques españoles hicieron uso de la artillería pero su situación se agravó rápidamente debido a la gran facilidad que manifestaron para incendiarse y la fragilidad de sus sistemas contra el fuego que quedaron inutilizados casi desde los primeros disparos. A los destroyers les corrió la misma suerte.

A las 11,50, el Vizcaya, en llamas y con todas las piezas de babor inutilizadas, se lanzó al abordaje contra el Brooklyn, huyendo este para poder continuar cañoneándolo impunemente. Esta acción del Capitán de Navío Eulate impresionó grandemente a los americanos que, tras la batalla, le trataron como a un héroe. Sólo el Colón pudo escapar en un principio al bloqueo americano. Aunque carecía de la artillería principal (sus torres no tenían montados los cañones) era un buque moderno y veloz y pronto comenzó a dejar atrás a los buques americanos. Sin embargo, una vez agotado el carbón de buena calidad que traía de la península, comenzó a perder presión en sus calderas y a ser alcanzado por los buques que le perseguían. El carbón repostado en Santiago fue la causa de su destrucción pues pronto estuvo a tiro de los buques americanos y prácticamente sin combatir, varó en la costa. Todos los buques fueron destruidos y con ello quedó sellada la suerte de la guerra.

6. Epílogo. En Cuba la Escuadra española tuvo un mando valiente pero fatalista y absolutamente desmoralizado y sin voluntad para jugar sus mejores bazas. Desde luego, utilizada de otra forma, la escuadra de las Antillas podía haber causado serias preocupaciones a la americana y haber obtenido ventajas importantes de cara a la negociación de la paz. Si en Cavite el mando de la guerra fue desastroso en Cuba fue manifiestamente mejorable. A su vuelta a España, Cervera, recibió una carta personal de su colega el General De la Rocha, uno de los que habían votado en favor de su marcha a Cuba, la carta decía así: «Mi querido general y amigo (…) mi mas sincera enhorabuena por haber llegado con felicidad a Santiago de Cuba (…), mi alegría ha sido muy grande porque pensaba inevitable el encuentro con alguna de las dos escuadras enemigas (…) y como ambas son muy superiores en fuerzas a las de su mando, era de temer que, aunque gloriosamente, fuera vencida y destrozada…»

La educada respuesta de Cervera no tuvo desperdicio: «Mi querido General y amigo: De vuelta de la Isla de Cuba, recibí ayer su cariñosa carta del 24 de mayo, que he agradecido mucho y que me ha causado mucho gusto por ser un documento precioso en primer término para mí y después para usted y todos los generales que en la Junta votaron la ida de la escuadra a las Antillas. La carta es interesantísima para mí, porque al decir usted que que pensaba inevitable el encuentro con alguna de las dos escuadras enemigas que cruzaban por aquellos mares, y como eran ambas muy superiores en fuerza a las de mi mando, era de temer que, aunque gloriosamente, fuera vencida y destrozada, se demuestra que no era sólo mi opinión, sino también de mis compañeros, y aleja por completo toda duda de que nosotros fuimos empujados a segura destrucción, punto que a mí me importa mucho aclarar. Es importante para usted y sus compañeros de voto, porque al demostrarse que, a pesar de que creían ustedes que la escuadra marchaba a la derrota, votaban ustedes que saliera, se pone de manifiesto que no la ignorancia ni la ligereza, sino móviles mucho más elevados eran los que impulsaban a ustedes, y aun cuando yo creo que esos móviles no han debido hacer variar sus votos de ustedes, es consolador ver ese espíritu de sacrificio en el Cuerpo, aun cuando hubiera de hacerse por otros que los votantes…»

Todo un tipo este Cervera.

4 comentarios en “The WayBackMachine: La batalla de Santiago.

  1. Gracias por la batallita Pepe, me la quedo para mi colección. ¡Y vaya con el desastre del 98! Qué historia tan diferente a la que nos contaron en bachiller acerca de la inferioridad de nuestros viejos barcos de madera enfrentados con heroísmo a los modernos acorazados estadounidenses… Algo parecido al tópico creado sobre Felipe II, que supuestamente envió The Spanish Armada a luchar contra los hombres y no contra los elementos.

    En fin, parafraseando a Bogart, siempre nos quedará el recuerdo de tiempos mejores y esa preciosa inscripción de la Puerta del Mar del Arsenal de la Carraca: Tu regere imperio fluctus, Hispane memento…

    PS A ver si también sacas del WayBackMachine y desempolvas el relato del Bombardeo de Valparaíso y la historia de la famosa frase de Méndez Núñez… ;-)

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  2. Por mucho que ahora escribas mejor, está muy bién escrito. Engancha, transmite la información, separando tu opinión, y permitiendo que el lector se forme la suya. Chapeau.

    Me ha impresionado, una vez más, que se enviara a defender Cuba a un tío que no quería defenderla.

    Una pena que no hubiera leido lo que Shafter, y hasta Roosevelt le pedían al Gobierno americano, despues de Loma de San Juan, ¡Sáquennos de aquí!. Si Cervera y Blanco hubieran tenido presente lo de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, como lo tenían Shafter y Lawton, sabrían que era cuestión de tiempo que los mosquitos hicieran el trabajo sucio, si hasta tenían serios problemas con los refuerzos entrenados en Luisiana, pues muchos ya llegaban enfermos… si llegaban.
    Creo que por eso Sampson se tiró un gran farol: Amenazó con bombardear Santiago para provocar a Cervera, sin tener suficiente munición para hacerlo y luego defenderse de la flota de Cervera, o lo acababan rápido, o no lo acababan.
    Lástima que Cervera no fuera un gran jugador de mus.
    Además, si en Loma de San Juan había unos pocos cientos de soldados, ¿Que sucedería cuando fueran miles?.
    Como en los pulsos, el primero que cede pierde, y como dice servidor, «Si cada batalla es un examen, para sacarse el título, la guerra, no hay mas ciencia que la paciencia»

    Un saludo, y perdona el rollo, pero es que el artículo es bueno, y te pone a mil.

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  3. Espero que pueda entenderme, estoy aprendiendo el castellano. ¿Tiene mas informacion del papel del carbón durante la batalla de Santiago? ¿Es verdad que el Colón fue destruido por falta de carbón galesa? Tiene detalles del carbón que la flota español estaba usando durante la batalla.

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