Legionarios a morir

Me ocurrió el Jueves pasado en la planta cuarta del Palacio de Justicia de Cartagena. Yo iba a revisar la tramitación de un expediente de testamentaría cuando me encontré, atascando la puerta de entrada del juzgado, a veinte o treinta personas cuyos rostros me resultaban vagamente conocidos. Cuchicheaban por lo bajo y sonreían, sobre todo sonreían.

Pronto caí en la cuenta de que se trataba de subasteros, una de las especies más repulsivas de las que habitan en el ecosistema judicial y, si sonreían, malo: alguien iba a perder algo que ellos iban a ganar y, de pronto, se oyó la voz destemplada por el alcohol de un hombre.

– ¡Buitres!

Alejado unos veinte metros del corrillo de subasteros estaba un fulano que se mantenía en pié con dificultad, firme, con el brazo extendido y el dedo señalando inequívocamente al corrillo de subasteros gritaba

– ¡Buitres!

Ropa sucia de color verde, rosario de plástico fosforescente a guisa de collar, chanclas de todo a cien y una impecable gorra legionaria cuyo borlón rojo le colgaba «feroce» entre los ojos, el ex-novio de la muerte, viudo de la fortuna y consorte de la desgracia, señalaba, con toda exactitud, la naturaleza carroñera de los sonrientes componentes del corrillo que iban a repartirse sus despojos.

– ¡Buitres!

La cosa no pasó a mayores, el lejía, derrotado por el alcohol, se dejó caer pesadamente en un banco y ya no volvió a hablar; momento que algún desaprensivo aprovechó incluso para tomarle fotos con el teléfono móvil.

Uno a veces echa de menos la Edad Media; entonces uno sabía con exactitud quien era el usurero que le estaba apretando las gorjas y, si la cosa venía mal dada, siempre podía aventarle el guajerro con la horca de hacinar las mieses para explicarle que estaba vulnerando los derechos del consumidor de productos financieros.

Hoy uno ya no puede quejarse, puestos a quemar el banco siempre queda el regomello de que el que trabaja ahí es un pringado como tú, y ni siquiera puede uno cagarse en la madre que parió al euribor porque éste parece huérfano y subir o bajar con independencia de la voluntad de los hombres.

Hemos construido un sistema tan perfecto que parece que las cosas ocurrieran solas y sin intervención humana, de forma que, cuando el banco les quitó lo que tenían, en Argentina sólo recibieron golpes las cacerolas, porque los que se lo llevaron crudo están tan perfectamente entanados en su gruta financiera que no se sabe a ciencia cierta ni sus nombres.

Ahora los villanos ya no tienen señor contra quien sublevarse y ajustar cuentas y, como mucho, sólo pueden alzar la mano como el lejía de esta historia y señalar a quienes van a repartirse sus despojos.

– ¡Buitres!

Legionarios a morir.

3 comentarios en “Legionarios a morir

  1. ¡Hola!

    Bueno, paso por este blog, que está muy vacío.

    Esta «post» es bastante interesante, sobre todo por lo que respecta a la repulsiva avaricia de los «buitres» y a la impotencia del sujeto del rosario. Recuerda un poco a los animales. El ser humano se animaliza cuanto más se desatan sus impulsos. La codicia es uno de ellos. Las hienas «ríen» mientras se acercan a los despojos de una presa, o a la presa moribunda que sólo puede desear que venga un rayo y les queme la cola.

    Así mismo, el ser humano ríe mientras mata, despoja, roba o hace cualquier otra barbaridad como si fuera una diversión. Desde luego, para ese tipo de personas lo es.

    Me gusta

  2. Pingback: meneame.net
  3. es una verguenza esa jentuza, (buitres) que sonrien ante un CABALLERO LEGIONARIO desvalido
    al cual van a linpiar ,utilizando la MIERDA de justicia que tenemos deverian estar colgados de los pies. es mi opinion.un saludo a todos los CABALLEROS LEGIONARIOS.

    Me gusta

Deja un comentario