El sintoísmo y el Ministerio de Justicia

Aproximadamente el 12% de las nuevas madres desarrollan una patología denominada «depresión postparto», cifra esta que sube al 17% si incluímos en la cuenta a aquellas mujeres cuya depresión comienza durante el embarazo.

Muchos padres también sufren de depresión tras el nacimiento de un hijo, si bien, los porcentajes de afectados son sensiblemente inferiores al de las mujeres: un 8%.

Tres son los factores que influyen especialmente en que las madres padezcan esta patología y son, el primero, la ansiedad sufrida durante el embarazo; el segundo la falta de apoyo social y el tercero es el estrés: una mujer estresada es especialmente proclive a padecer depresión postparto.

Los daños que causa la depresión postparto no se limitan a la salud de la madre sino que se extienden a la del hijo, provocando, a corto plazo, el deterioro del vínculo con los padres así como el aumento de los problemas de conducta, así como la reducción de las capacidades cognitivas a largo plazo.

Esta extensión de los efectos negativos de la depresión postparto de la madre al hijo puede tener efectos amplificadores pues, la madre, consciente del daño que puede causar a su hijo, a menudo se siente culpable de tal situación y cae en una depresión más profunda aún.

Un problema que afecta a casi una de cada cinco madres en mayor o menor grado no debiera ser tomado a la ligera y es por eso que, desde la más remota antigüedad, todas las culturas y civilizaciones han buscado, de un modo u otro, proteger a las nuevas madres de esta amenaza.

La protección de las nuevas madres incluso ha alcanzado la categoría de institución religiosa, como si protegerlas fuese una orden emanada desde lo más profundo de los cielos. Para el sintoismo, por ejemplo, ayudar a las madres en las semanas siguientes al parto evitándoles cualquier estrés y procurándoles toda la ayuda posible, era un ritual sagrado al que llamaban «zuo yue zi».

Hoy día el «zuo yue zi» es visto como un arma de doble filo pues, muchas mujeres, consideran que la observancia de ese período de descanso puede perjudicar su carrera profesional y esto hace que consideren tal ritual una especie de cárcel, pero, por otro lado, su eficacia como ritual previsor de la depresión postparto parece haber quedado demostrada a lo largo de los siglos.

Obviamente, pensarán mis lectoras, ese es un ritual del pasado… Y puede que tengan razón.

Porque en España, si algo no se les ahorra a las madres abogadas o procuradoras, es el estrés, la ansiedad y la falta de apoyo social; los tres grandes campeones de esta amenaza para su salud y la de sus hijos.

Estrés porque ni un solo plazo deja de correrles, ansiedad por la responsabilidad personal en que pueden incurrir y falta de apoyo social porque, resolución judicial tras resolución judicial, se les rechazan solicitudes básicas y de pura humanidad, viendo como la legislación procesal, en lugar de apoyarlas, trata minuciosamente de aumentar su ansiedad y su estrés.

Ciertamente el «zuo yue zi», el respeto sagrado a la madre que ha dado a luz, es algo anticuado, lo que no sé es si nuestra administración de justicia y nuestra legislación procesal no están miles de años más anticuados que esa vieja tradición, visto el trato salvaje e inhumano que deparan a personas que solo piden eso: ser tratadas como personas.

Hoy voy a echar un ratito con cargos del ministerio de justicia y espero poder hablarles, entre otras cosas, de esto. Quizá les convenza para que remedien de una vez esta salvaje forma de conducta aunque, vistos los años que lleva implantada sin que nadie la cambie, igual me es más fácil convencerles para que se conviertan al sintoismo.

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